Ante la fusión Bayer-Monsanto, defendemos el derecho de los campesinos y las campesinas a producir de manera agroecológica

Nota informativa de Otros Mundos A.C./Amigos de la Tierra México – A 28 de junio 2018

El pasado 7 de junio, se oficializó la compra de la empresa estadounidense Monsanto, primera comercializadora de semillas a nivel mundial, por la compañía alemana Bayer, segunda en la venta de agrotóxicos.

Esta transacción de cerca de 54.000 millones de euros es solo una de las tres fusiones que están ocurriendo actualmente en el sector agroindustrial. En abril del 2017, fusionaron las dos empresas estadounidenses Dow AgroSciences (cuarta vendedora de agrotóxicos) y Dupont Pioneer (número dos en el mercado de las semillas después de Monsanto). Y en junio 2017, la empresa china ChemChina especializada en agrotóxicos (propietaria de Adama, el mayor proveedor de agrotóxicos genéricos de Europa) compró por 43.000 millones de dólares a Syngenta, líder mundial en la venta de estos venenos.

De tal manera que cinco de los llamados «seis gigantes» del sector agroindustrial (Monsanto, Bayer, Dow AgroSciences, Dupont Pioneer, Syngenta) están concentrando sus fuerzas. El sexto gigante, el alemán BASF (en tercera posición en el mercado mundial de agrotóxicos) es el único que queda fuera de las fusiones, pero sí beneficia de ellas: para que la compra de Monsanto por Bayer fuese aprobada por las autoridades comerciales, Bayer tuvo que vender una parte de sus activos en semillas y agrotóxicos (equivalentes a 1.700 millones de euros) a BASF, que termina siendo aún más «gigante» que anteriormente.

Los ahora cuatro gigantes, controlan 75% del mercado mundial de agrotóxicos; 63% del mercado mundial de semillas comerciales; y más de 75% de toda la investigación privada en el sector de semillas y pesticidas.[1] Es probable que en un futuro cercano, la pelea por el monopolio no se limite al mercado de las semillas y agrotóxicos, sino que abarque también el mercado de la maquinaria agrícola (los tractores, etc.). Este último está dominado actualmente por empresas como Deere&Co o CNH, las cuales ya están absorbiendo otro mercado muy importante del sector agroindustrial: el de las tecnologías de datos o «agricultura de precisión» (por ejemplo, las tabletas con aplicaciones que permiten definir con más precisión las zonas que deben ser fumigadas o sembradas).

Entre menos manos controlan el sector agroindustrial, más potentes se encuentran las empresas que se quedan y más influencia podrán tener sobre los campesinos y las campesinas, a quienes se busca imponer un modelo de producción dependiente de agrotóxicos, semillas mejoradas, híbridas comerciales y transgénicas, además de tecnologías de punta.

Por ello, el pasado 15 de mayo, en el marco del mes de la marcha mundial contra Monsanto, dedicamos nuestro seminario mensual a la fusión Bayer-Monsanto para recordar que en Otros Mundos A.C./Amigos de la Tierra México, defendemos el derecho de los campesinos y las campesinas a producir de forma agroecológica y de forma sostenible económicamente, sin depender de los insumos externos vendidos por las empresas transnacionales y reivindicamos el derecho de todas y todos a la salud y la soberanía alimentaria, a sembrar semillas campesinas y comer alimentos sanos.

«Pensamos que la agroecología es una estrategia política para seguir defendiendo nuestros territorios, nuestras semillas y nuestros conocimientos», recordó Ángel Gómez de Otros Mundos A.C./Amigos de la Tierra México durante el evento. «Lo importante es decidir lo que nosotros comemos, lo que nosotros cultivamos y cómo lo cultivamos», subrayó.

En México, los gigantes del agronegocio, en particular Monsanto y Bayer, están muy presentes. Comercializan plaguicidas y son las dos empresas que más solicitudes de liberación de semillas transgénicas han enviado a la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (CIBIOGEM) entre el año 2005 y el año 2017: Monsanto 379 y Bayer 168. De manera general, el Estado Mexicano no está del lado de la defensa de las semillas nativas, ya que de un total de 853 solicitudes recibidas por CIBIOGEM en dicho periodo, 595 han sido permitidas por CIBIOGEM, especialmente de algodón (308) y de maíz (194). [2]

Como bien señalamos en nuestro manual titulado «Agroecología y Agroforestería: Prácticas para una agricultura ecológica», el principal problema que representan las semillas transgénicas es que las resistentes a los herbicidas implican el uso excesivo de estos productos. Los «Roundup Ready» son particularmente preocupantes porque el «Roundup» contiene glifosato, un agente tóxico que provoca cáncer. Además, tanto las semillas transgénicas como las semillas híbridas comerciales son una amenaza por la diversidad genética de nuestras semillas nativas ya que se reproducen con nuestras plantaciones de semillas nativas por medio de la polinización, lo cual pone en grave riesgo a los parientes silvestres y a la propia diversidad de los cultivos lograda con el gran trabajo y conocimiento de campesinas y campesinos del mundo.

La liberación de semillas transgénicas en el ambiente pone en peligro también a los campesinos y campesinas que pueden terminar siendo criminalizados por tener en sus parcelas semillas por las cuales no han pagado y que tienen dueño. Una situación que podría volverse común en México si el gobierno se adhiere a un convenio llamado UPOV 91. México y los otros 11 países de la región pacífica que firmaron el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP 11) el 8 de marzo del 2018 están obligados a adherirse a este texto que pone el peligro el derecho de los campesinos y las campesinas a intercambiar y sembrar semillas.

Por ahora, México es adherente del convenio de la UPOV 78 en el que el «obtentor» de un objeto vegetal puede controlar su producción, puesta a la venta y comercialización. Lo que cambia con la versión 91, es que el «obtentor» controla su objeto vegetal durante mínimo 20 años y se requiere su autorización no sólo para la producción, venta y comercialización sino también para «la preparación a los fines de la reproducción o de la multiplicación» del objeto. Significa por ejemplo que un campesino que usa semillas concesionadas por un «obtentor» ya no podría recuperarlas de su cosecha para volver a sembrarlas, ni podría dárselas a un vecino o intercambiarlas con otras. Además podría ser criminalizado por practicar hibridaciones de plantas con las semillas del «obtentor» o por tener en su campo plantas nacidas de semillas del «obtentor» que el viento u otro polinizador le haya traído. [3]

Afortunadamente, en México está viva la lucha contra los planes de Monsanto, ahora Bayer-Monsanto. Desde septiembre del 2013, está suspendida la siembra de maíz transgénico en todo el país, gracias a los esfuerzos de la «Demanda Colectiva Maíz», un grupo de abogados, científicos, campesinos y defensores de derechos humanos quienes emprendieron una batalla legal contra los permisos de siembra promovidos por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), la Secretaría del medio ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) y cinco transnacionales -Syngenta Agro, Dow Agrosciences de México, PHI México (Pioneer-Dupont), Monsanto Comercial, Semillas y Agroproductos Monsanto. Obtuvieron la implementación de una Medida Precautoria, que esas corporaciones buscan cancelar.

Otra lucha importante es la de las comunidades mayas de Hopelchén (Campeche) contra Monsanto Comercial S.A. de C.V., la cual ha sido victoriosa en términos legales, pero cuyos frutos no se han podido cosechar por la falta de voluntad política de las autoridades mexicanas. Así fue como en el 2015, la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió a favor de las comunidades los amparos que habían interpuesto contra el permiso otorgado a la empresa para comercializar soya transgénica en su territorio ancestral. Ordenó la suspensión de dicho permiso y la realización de una consulta en las comunidades, pero ésta se ha llevado a cabo violando derechos colectivos (representantes han sufrido agresiones físicas y verbales por ejemplo). Además, en el 2017, las comunidades lograron que el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA) revoque el permiso otorgado a Monsanto para sembrar soya transgénica, pero ésta continúa en la región.

A pesar de haber sido absorbido por Bayer, Monsanto sigue bien presente en los territorios y como defensores y defensoras de los derechos colectivos, la diversidad de la semillas nativas y la soberanía alimentaria, no dejaremos de gritar: «¡Fuera Monsanto de México!».

Notas:

[1]  Grupo ETC. 2015. Campo Jurásico: Syngenta, DuPont, Monsanto: la guerra de los dinosaurios del agronegocio (>> Descargar el informe)
[2] Daniel Sandoval Vásquez, Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano, CECCAM. 2017. Treinta Años de Transgénicos en México. (>> Descargar el informe)

[3] Otros Mundos A.C./Amigos de la Tierra México. 2016. Urgente defender la libre circulación de las semillas campesinas en México, ante la amenaza del TPP.

Foto: Practicando agroecología en el municipio de Chenalhó, Chiapas (Crédito: Otros Mundos A.C./Amigos de la Tierra México)

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