Las negociaciones que se están realizando en la ciudad polaca de Poznan en la décimo cuarta Conferencia de las Partes (COP 14) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) están estancadas. Cada vez parece más difícil que se alcance un acuerdo en la COP 15 del año que viene en Copenhague, Dinamarca, que permita enfrentar la crisis del clima de una manera seria y creíble. Las bajísimas expectativas se las debemos especialmente a los países industrializados, que no dan un paso adelante en el cumplimiento de los marcos legales que ellos mismos firmaron.
En la COP 13 del año pasado en Bali, Indonesia, los estados signatarios de la CMNUCC, que son más de 190, acordaron una “hoja de ruta” que les permitiese llegar a la COP 15 de Copenhague en 2009 con gran parte de los detalles negociados y prontos para definir un fuerte acuerdo para combatir el cambio climático.
Los especialistas en estas negociaciones aseguran que para alcanzar ese consenso final el año próximo, es fundamental que en Poznan se logren avances concretos relacionados a determinaciones conjuntas entre países industrializados y países en desarrollo.
Pero la verdad es que hasta el momento no se ha avanzado nada. Por el contrario, los países del Norte no dejan de presionar para negociar otra convención y desterrar además el Protocolo de Kioto, firmado en 1997 en el marco de la CMNUCC y al cual adhieren más de 190 países. La idea es ir hacia atrás, en lugar de luchar contra una crisis que ya mató a varios cientos de miles de personas alrededor del mundo y amenaza en la actualidad a millones.
El cuestionamiento a la base
Loa países del “Anexo 1”, como se llama a los estados industrializados en el marco del Protocolo de Kioto, se comprometieron a reducir un 5 por ciento sus emisiones de gases de efecto invernadero en el período 2008 – 2012, teniendo como referencia los niveles emitidos en 1990. El principal de esos gases contaminantes es el dióxido de carbono.
Además de las reducciones de emisiones vinculantes, el Protocolo de Kioto tiene otro punto fundamental, que es el que obliga a los estados del Norte a garantizar los fondos necesarios para los trabajos de adaptación al cambio climático en los países del Sur, que son los que más lo están sufriendo. Este consenso de 1997 se alcanzó sobre la base de que la CMNUCC reconoce la responsabilidad de los estados industrializados en la crisis climática.
El renombrado Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, integrado por científicos y creado por la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, asegura por estos días que para enfrentar el cambio climático son necesarias para 2020 reducciones de las emisiones contaminantes que vayan de 25 a 40 por ciento con respecto a los valores de 1990. Alerta además que si sólo se alcanzara un 25 por ciento el mundo continuaría corriendo graves riesgos de eventos climáticos extremos.
REDES – Amigos de la Tierra Uruguay, presente en Poznan como parte de la federación ambientalista Amigos de la Tierra Internacional, apoya el reclamo del Sur de que las reducciones de los estados del Norte para 2020 deben ser de al menos 40 por ciento. Incluso en Bali los negociadores en la COP 13 habían consensuado que las reducciones de emisiones debían estar dentro de ese margen 25-40 por ciento. En Poznan se han olvidado de este compromiso y la amnesia la lideran Canadá, Rusia, Japón y Australia. Estados Unidos ni siquiera ha ratificado el Protocolo de Kioto.
Los países del Norte no están dispuestos a comprometerse con mayores reducciones y ni siquiera con el desarrollo necesario de los fondos para adaptación al cambio climático en el Sur: sus dos grandes compromisos asumidos legalmente.
No es casual que desde estos países -principales responsables del cambio climático- se hable de “un nuevo acuerdo para 2012, cuando expire el Protocolo de Kyoto”, discurso que ha asumido gran parte de la prensa internacional y que simplemente reproduce una mentira.
En 2012 recién finaliza el primer período del Protocolo de Kioto; lo que se está negociando en Poznan son los compromisos para el segundo período. Lo que realmente buscan los países del Anexo 1 es un nuevo acuerdo que establezca reducciones de emisiones contaminantes para varios de los países que forman parte del G77, que agrupa a los estados no industrializados más China y en el marco del cual opera Uruguay.
India, Arabia Saudita, Sudáfrica, Brasil y la propia China son algunos de los indicados por los países desarrollados del Norte para que acepten reducciones obligatorias de emisiones. Pero el G77, que en realidad reúne a más de 130 países en desarrollo, se mantiene unido en su reclamo por mayores compromisos desde el mundo industrializado en materia de reducciones de emisiones contaminantes, por el establecimiento de fondos para adaptación al cambio climático en el Sur, así como también para mitigación (reducción de emisiones) y transferencia de tecnologías menos contaminantes desde el norte hacia el sur, de forma que sea posible producir de manera sustentable en los países económicamente mas pobres.
La posición uruguaya
Nuestro país reclama mayores compromisos de los estados industrializados en materia de reducciones de emisiones contaminantes para el segundo período del Protocolo de Kioto. En este sentido, el gobierno que preside Tabaré Vázquez busca un impulso a los “Mecanismos de Desarrollo Limpio” (MDL), estipulados en el marco de ese protocolo.
Uruguay ya tiene algunos proyectos MDL en funcionamiento. Uno de ellos implica la sustitución de combustible fósil por cáscara de arroz para la fabricación de cemento, otro se dedica a la captura del biogas originado en el relleno sanitario de residuos sólidos de Montevideo y otro genera energía eléctrica a partir de biomasa en la fábrica de la empresa finlandesa Botnia. Por su parte, la compañía española ENCE ya presentó al gobierno un proyecto en la misma línea que el de Botnia.
Uruguay propone además en estas negociaciones que la adaptación al cambio climático es un factor fundamental. Al gobierno uruguayo le preocupa especialmente la gestión de la franja costera, a la cual considera fundamental para el desarrollo del país por el papel central que juega en el sector turismo.
Nuestro Estado se encuentra en el grupo de países considerados como “particularmente vulnerables al cambio climático” y no en vano nuestro gobierno demanda también la asistencia financiera necesaria para la adaptación a esa crisis y la mitigación. Reclama a su vez mayor transferencia de tecnologías desde el Norte para el desarrollo de las energías renovables en el país.
Uruguay calcula que el 80 por ciento de sus emisiones contaminantes provienen de la actividad ganadera y agrícola. La agricultura industrializada y dedicada a la agroexportación es una de las principales actividades contaminantes a nivel mundial. Los cambios en el uso de la tierra, sumados a la utilización intensiva de grandes maquinarias y agrotóxicos, hacen que este sector sea uno de los más nocivos para el clima.
La deforestación por sí sola, muchas veces realizada a nivel mundial para comenzar con actividades agrícolas, y práctica generalizada aún más en la actualidad por el impulso a las plantaciones de granos para la elaboración de agrocombustibles, es responsable de cerca del 20 por ciento de las emisiones globales anuales de gases de efecto invernadero.
REDES – Amigos de la Tierra Uruguay apoya los planteos del gobierno nacional al mundo industrializado en materia de mayores compromisos para la reducción de emisiones contaminantes, para la transferencia de fondos y de la tecnología necesaria para las actividades de adaptación y mitigación al cambio climático, a fin de hacer posible una mayor producción sustentable en nuestro país.
Nuestra organización considera además que los estados no industrializados deben avanzar en el desarrollo de sociedades sustentables, con bajos niveles de consumo de combustibles fósiles. No obstante, no aceptamos que en el marco de ONU les sean impuestas obligaciones vinculantes de reducciones de emisiones, sin que antes los estados del Norte paguen su deuda ambiental y faciliten a los países del Sur la tecnología y los fondos necesarios para que puedan producir de forma limpia.
REDES – Amigos de la Tierra Uruguay considera, contrariamente a lo que piensa el gobierno, que los Mecanismos de Desarrollo Limpio son una falsa solución al cambio climático y por eso no son una alternativa seria. Además de los mecanismos implementados en Uruguay y mencionados antes, las grandes represas y la captura y almacenamiento de carbono en las plantaciones de monocultivos forestales son otros proyectos enmarcados en los MDL del Protocolo de Kioto.
Consideramos que en realidad son instrumentos para los países ricos para comprar su derecho a seguir contaminando: es una forma de librarse de sus obligaciones de reducción de emisiones locales.
Además, muchos de los proyectos enmarcados en los MDL están provocando daños ambientales y sociales devastadores en diversas partes del mundo: desplazamiento de poblaciones rurales, falta de consulta a las comunidades locales, violaciones a sus derechos humanos, inundaciones de inmensas áreas de tierras, ocupación de territorios indígenas, procesos de deforestación, graves pérdidas en la biodiversidad, entre otros.
La crisis climática ha llegado a tal punto de gravedad que es inaceptable la aplicación de mecanismos mediante los cuales los países industrializados sigan sin reducir domésticamente sus emisiones. Los MDL son una forma de compensación en el Sur de los países del Norte por sus emisiones locales, y no implican por tanto reducciones de gases contaminantes.
La lucha por la justicia climática
La gran bandera de la “justicia climática” levantada por los movimientos, organizaciones y redes sociales en Bali en la COP 13 ha demostrado en Poznan su fuertísimo proceso de consolidación a lo largo de un año.
La red Justicia Climática Ya, constituida hace un año en Bali por agrupaciones sociales de diversas partes del mundo, ha seguido trabajando y avanzando en su proceso de construcción en torno a esta consigna de lucha política. Allí confluyen movimientos campesinos, indígenas, de pescadores, organizaciones ambientalistas, organizaciones no gubernamentales, grupos de jóvenes, redes de mujeres, entre otros, y en ese marco entra también REDES – Amigos de la Tierra Uruguay y Amigos de la Tierra Internacional.
El sábado se celebró a nivel mundial el Día de Acción Global por la Justicia Climática y en Poznan se realizaron movilizaciones en el marco del reclamo mundial por Justicia Climática Ya. Nuevos movimientos en Europa, Asia y otras regiones están confluyendo bajo el reclamo de la “justicia climática”.
Esta bandera conlleva el reconocimiento de que los países industrializados tienen una inmensa deuda ambiental con los estados del Sur, por el desarrollo que durante más de 150 años han tenido en base al abuso de los combustibles fósiles: gas, carbón y petróleo.
Esa explotación exagerada y egoísta, consolidada con el sistema capitalista neoliberal, ha dejado graves consecuencias sociales y ambientales a los países ricos en esos bienes naturales, muchos de ellos ubicados en el Sur global. Luego de más de un siglo y medio, los países del Norte siguen azotando con sus exploraciones y explotaciones de hidrocarburos en países en desarrollo, en beneficio propio, de las corporaciones transnacionales, de las instituciones financieras internacionales que los bancan económicamente y de las clases dominantes de los países del Sur. La promesa del desarrollo nunca se cumplió para las grandes mayorías poblaciones de nuestros estados.
Gran parte de la deuda adquirida por el Norte es climática y por tanto esos estados deben pagarla. Por eso deben reducir drástica y urgentemente sus emisiones de gases de efecto invernadero, financiar económicamente la adaptación y mitigación del cambio climático en el Sur y transferir la tecnología necesaria para la producción sustentable en los estados de esa zona del mundo. Pero estas obligaciones del Norte no pueden ser realizadas en forma de préstamos y mucho menos como obras de caridad: se trata simplemente del pago de su deuda climática.
Los movimientos y organizaciones sociales que alrededor del mundo luchan por la justicia climática rechazan la gran mayoría de las soluciones que hasta ahora se han planteado a nivel internacional para enfrentar la crisis. Entre ellas se encuentran: las plantaciones de árboles para captura y almacenamiento de carbono, el comercio de bonos de carbono, los agrocombustibles, los transgénicos, las centrales nucleares y las inmensas represas. Amigos de la Tierra Internacional expresa que se trata de “falsas soluciones”, en tanto mecanismos de mercado que sólo buscan favorecer a las grandes corporaciones transnacionales, las instituciones financieras, los gobiernos de los estados ricos (que se evitan las reducciones domésticas) y las clases dominantes en el Sur. Estos mecanismos son formas de privatización de la naturaleza y de mayor mercantilización de los bienes naturales.
Las redes sociales proponen, en cambio, energías alternativas, limpias y renovables (solar, eólica, marítima), la soberanía alimentaria, que ponga énfasis en la agricultura campesina y familiar, en pequeña escala, dedicada a los mercados nacionales y en base a otras formas de producción como la agroecológica y la orgánica. Promueven además otras maneras de comercialización de los alimentos, de forma justa y sustentable, para evitar los transportes exagerados. El sector transportes es uno de los principales en emisiones de gases contaminantes.
Los movimientos y organizaciones sociales promueven además la soberanía energética, que devuelva a los pueblos la capacidad de decidir sobre las fuentes de energía que quieren utilizar, en qué van a usar la energía, de qué forma y en qué cantidades, siempre poniendo el foco de atención en las comunidades locales.
Demandan también mayor uso del transporte público, mejoras en ese medio para que funcione de forma más sustentable, impuestos a la importación de combustibles fósiles, y dejar los hidrocarburos bajo suelo en varias regiones, entre otras medidas.
Se trata, claramente, de un fuerte cuestionamiento al modelo de producción y consumo del sistema capitalista neoliberal, dominado por las corporaciones transnacionales y sus asociados políticos y económicos en todo el mundo. Por eso los movimientos sociales luchan para devolver el poder a las poblaciones, con nuevas formas de entendimiento de la relación ser humano-medio ambiente. Se trata, para terminar, de una lucha por la justicia, social, ambiental, climática, justicia al fin.