El debate que tuvo lugar luego de la presentación en Montevideo del libro de Guillermo Foladori «Por una sustentabilidad alternativa» se caracterizó por su profundidad, seriedad y la combinación, no fácilmente resuelta, entre la experiencia cotidiana de militantes y profesionales y una reflexión más abstracta sobre las causas y tendencias de la crisis ambiental. Ese debate puede resumirse a tres ejes temáticos.

El «ambientalismo» supera ampliamente a los movimientos que adscriben tradicionalmente a esa «etiqueta». Este fue uno de los planteos centrales de Karin Nansen, de REDES-AT, cuestionando el supuesto de Foladori, quien caracteriza a los movimientos ambientalistas como movimientos de consumidores.

Ante la definición del lugar desde donde actúan los movimientos ambientalistas a nivel global, Nansen plantea, por un lado, la necesidad de analizar con mayor detenimiento el «ecologismo de los pobres» (según Martínez Alier) especialmente en los países del Sur.

Los movimientos sociales que pueden incluirse en esta categoría (campesinos, indígenas, comunidades afectadas por el «desarrollo») verifican una creciente conciencia de que lo que está en discusión es un modelo de reproducción social donde los recursos naturales o bienes públicos están siendo apropiados por las corporaciones y países centrales.Los casos de Bolivia y Uruguay en la lucha contra la privatización del agua y por una gestión pública, participativa y sustentable fueron mencionados como ejemplos de esta situación.

Asimismo, y dentro del mismo eje temático, emergió la dificultad de identificar quiénes son los sujetos sociales a los que refiere la propuesta del autor de que el ambientalismo debería ser incorporado como bandera de lucha de «los trabajadores» pues -diría Foladori- las causas últimas de la degradación y la contaminación radican en las lógicas de acumulación de capital en los procesos productivos y no en la pautas de consumo.

Aquí se expresó que en el marco de las condiciones del mercado laboral precarizado, flexibilizado y desregulado, no es tan simple visualizar a quienes tienen una relación permanente con los procesos de trabajo y la producción, aunque la categoría del trabajo continúa siendo central desde un punto de vista político e identitario. La pregunta sobre si en las experiencias de fábricas recuperadas la temática ambiental cruza la discusión sobre procesos de producción y gestión empresarial quedó planteada para una futura discusión.

Lenguaje y conocimiento académico
Un tema importante fue la clarificación conceptual de algunos términos teóricos y también instrumentos metodológicos. La palabra «desarrollo» estuvo en el centro del debate, así como la necesidad de desnaturalizar categorías de análisis.

Sobre los indicadores de sustentabilidad, se planteó la necesidad de entender el contexto de uso, el modelo teórico que da origen a su definición, y es allí donde radica su validez o no. No hay neutralidad ideológica en los indicadores científicos.

Y aquí estuvo el otro nudo de debate: ¿qué ha hecho la ciencia institucionalizada en la investigación y propuesta para la transformación sustentable del medio ambiente? Fuertes críticas a la academia local -aunque no exclusivamente- a partir de algunas ideas que el libro plantea de que la ciencia ha monopolizado el discurso ambientalista global y entonces es necesario una lucha al interior de los centros de producción de conocimiento.

El caso de la forestación y las plantas de celulosa en Uruguay fue señalado como paradigmático en este eje. Finalmente, se hizo explícita mención al papel de las ciencias sociales en la discusión y la necesaria trascendencia de las fronteras disciplinarias para poder comprender en su complejidad la cuestión ambiental.

¿Por casa cómo andamos?
Como es natural, además de los casos puntuales que ya se mencionaron, la pregunta que los participantes se hicieron fue cómo se está avanzando hacia una «sustentabilidad alternativa» en nuestro país.

El panorama no fue muy alentador, reconociendo que algunos avances que los distintos agentes sociales son capaces de conocer y apreciar en otros países, encuentra en Uruguay obstáculos singulares para su puesta en práctica. Entre ellos, fue señalada enfáticamente la falta de orientación desde el gobierno, por ignorancia, negligencia u otros motivos que habrá que seguir analizando siempre desde una visión integral y no sectorial de la cuestión ambiental.

Javier Taks *
Carlos Santos **
19 de diciembre de 2005

* (Instituto Casa Bertolt Brecht)
** (REDES-AT)