ENFOQUE SOBRE COMERCIO

Número 154, noviembre 2010

Esperábamos que esta edición pudiera llegar antes del comienzo de la COP16 en Cancún, no obstante, se nos interpusieron problemas técnicos con el administrador de la lista (que habitualmente es absolutamente confiable) sumados al caos general previo a las negociaciones sobre el clima, e impidieron que esto fuera posible. Sin embargo, estos artículos siguen siendo relevantes, en especial el que escribe Pablo Solón ya que Bolivia es presentada como el villano de la historia de Cancún, simplemente porque defienden su posición. Habrá nuevos análisis sobre los resultados finales de la COP16 en nuestro próximo número.

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LAS NEGOCIACIONES SOBRE EL CLIMA: NO DEBEMOS PERMITIR UN CANCÚN DEL “NO SE PUEDE”

Pablo Solón



EL ÚLTIMO PRODUCTO DE EXPORTACIÓN DE MÉXICO Y EL CAMINO A CANCÚN

Larry Lohmann

REFLEXIONES SOBRE CHINA Y EL CAMBIO CLIMÁTICO CAMINO A CANCÚN

Dale Jiajun Wen

LUCHANDO CONTRA LA CATÁSTROFE: LA NUEVA POLÍTICA DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Brendan Smith

PARTICIPANDO EN EL FORO MUNDIAL DE EDUCACIÓN EN RAMALLAH

Aditi Bhaduri

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Esta edición de Enfoque sobre Comercio está disponible para descargar en la página www.redes.org.uy en 4 formatos: OpenOffice.org (.sxw y .odt), PDF y HTML. Para suscribirse o dejar de estar suscrito, dirigirse a pablo.cardozo@redes.org.uy . Consultar ediciones anteriores en www.redes.org.uy


También puedes descargar el original en inglés, Focus on Trade, directamente en:

http://www.focusweb.org/focus-on-trade-number-154-december-2010.html

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LAS NEGOCIACIONES SOBRE EL CLIMA: NO DEBEMOS PERMITIR UN CANCÚN DEL “NO SE PUEDE”

Pablo Solón*

(Publicado en guardian.co.uk, martes 30 de noviembre de 2010)

Al inicio de las negociaciones sobre el clima en Cancún esta semana, la frase dominante y reiterada en los medios y entre algunos negociadores es “bajas expectativas”. Me pregunto de quiénes son las expectativas de las que hablan. ¿Piensan que el millón de personas que habitan en la ciudad boliviana de El Alto, que enfrentan problemas crecientemente crónicos de suministro de agua a raíz de la desaparición de los glaciares, tienen bajas expectativas? ¿Creen que los pobladores de las islas del Pacífico que pronto verán desaparecer sus hogares por el aumento del nivel del mar tienen bajas expectativas? Yo creo que la mayor parte de la humanidad exige y tiene altas expectativas de que los líderes políticos actúen y detengan el cambio climático desenfrenado.

Toda esta retórica sobre las “bajas expectativas” no es más que una estrategia de un pequeño grupo de países industrializados, que buscan evadir y ocultar sus propias obligaciones de actuar. Juegan con el futuro del planeta. Si las negociaciones de Cancún se lanzan a la mar sin viento que insufle sus velas, nadie se enojará si no avanzan. Lamentablemente, en vez de reaccionar con consternación y reprobación moral, gran parte de los medios e incluso algunas organizaciones ambientalistas suscriben esta actitud cínica de los poderosos. El año pasado, tuvimos un Copenhague sin esperanzas y un fuerte sentimiento de repudio público ante la inacción de los países más ricos. Este año ¿será un Cancún del “no se puede” y de los gemidos?

La evidencia del cambio climático es muy visible y está muy presente a nuestro alrededor. Se puede ver diariamente en las pantallas de la televisión de los habitantes de los países ricos –inundaciones en Pakistán, ola de calor en Rusia, derretimientos sin precedentes de las nieves del Ártico. En Bolivia, mantenemos una lucha cotidiana para lidiar con condiciones del tiempo cada vez más inestables, con recursos muy limitados. Este año la sequía que azotó todo el territorio boliviano nos obligó a implementar un plan de emergencia de asistencia alimentaria para cubrir las necesidades de cientos de miles de personas. Cuando vemos a nuestras altas montañas andinas, reverenciadas como espíritus “apus” por los pueblos indígenas, perder sus picos nevados, sentimos la pérdida visceral de nuestra cultura y nuestra historia.

Cada año que transcurre sin que actuemos, solo empeora una crisis que ya es grave –y esto significa que cualquier medida que tengamos que tomar deba ser aún más radical. No obstante, cuando pensamos en cómo romper este bloqueo en Cancún, siempre nos enfrentamos al mismo obstáculo: los Estados Unidos. No solo es el país que tiene la mayor responsabilidad histórica por las emisiones de carbono, sus líderes políticos son además los que están menos dispuestos a actuar. Mientras países en desarrollo como China imponen cortes de electricidad para cumplir con sus metas climáticas, en Estados Unidos muchos siguen discutiendo todavía si existe o no el cambio climático.

Pero desafortunadamente la responsabilidad de Estados Unidos va mucho más allá de su inacción; lo que efectivamente ha hecho es sabotear cualquier avance en las políticas internacionales sobre cambio climático. En Copenhague y en el año que ha transcurrido desde entonces, han sido los principales instigadores detrás de los intentos para terminar con el protocolo de Kioto, el único mecanismo vinculante sobre cambio climático. En su lugar, se dedican a acosar, arengar e insistir en que cualquier negociación sobre el clima debe basarse en el “Acuerdo” no vinculante de Copenhague, lo que implica un retroceso grave en la lucha contra el cambio climático. Los estudios de Naciones Unidas sobre los compromisos hechos hasta ahora en el marco del Entendimiento de Copenhague muestran que las temperaturas podrían subir unos cuatro grados –un nivel que según muchos científicos tendría consecuencias desastrosas para la vida humana y nuestros ecosistemas. Los países como el mío que se han negado a aceptar esta sentencia de muerto han visto como Estados Unidos les ha retirado la financiación para el clima.

Importa recordar que ya vivimos una situación similar antes. En las negociaciones de Kioto en la década de 1990, la UE propuso metas relativamente ambiciosas de reducción de las emisiones del 15 % para el 2010, y argumentó correctamente en ese momento que la acción a nivel nacional debía ser el medio principal para alcanzar esas metas. Al principio Estados Unidos se opuso a cualquier meta o cronograma, luego presionó para bajar las metas generales para los países desarrollados a reducciones del 5% para 2012, e insistió en admitir el uso de mecanismos fraudulentos de comercio de carbono para el cumplimiento de las metas. Su acoso triunfó, pero se entregó todo a cambio de nada ya que el senado estadounidense no ratificó el protocolo, y en 2001, el Presidente Bush se retiró formalmente. El resto del mundo retrocedió para involucrar a Estados Unidos, pero aun así no actuaron.

No podemos permitir que esto vuelva a pasar. Está mal que un puñado de senadores estadounidenses tengan de rehenes al resto de la humanidad. Si Estados Unidos no puede hacer lo correcto, debe dar un paso al costado. Entre tanto, los bloques de los países desarrollados, como la UE, deben dejar de esconderse detrás de la intransigencia estadounidense. Ellos deben comprometerse urgentemente a una reducción del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2017.

Hace unos meses, en este mismo año, Bolivia organizó la Cumbre Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, que reunió a más de 30.000 personas provenientes de 140 países con el propósito de avanzar en la formulación de propuestas efectivas para enfrentar el cambio climático como respuesta al fiasco de Copenhague. Fue una instancia inspiradora por la pasión y el compromiso de los delegados, y porque se centró claramente en cómo enfrentar el problema del cambio climático y sus causas profundas. A menudo, el intenso lobby de las grandes corporaciones desplegado en las conferencias de Naciones Unidas sobre el Clima determina que éstas terminen más preocupadas por inventar nuevos mecanismos de mercado para generar más dinero que por detener el cambio climático. Contra estos intereses tan poderosos, Bolivia cree que el único camino para salvar al planeta y sus pueblos es la presión popular masiva. Debemos insistir ante nuestros líderes políticos en que nosotros tenemos las más altas expectativas para Cancún, ya que lo que está en juego es nada menos que el futuro de nuestros nietos y nuestro planeta depende de ello.

* Pablo Solón es el Embajador de Bolivia ante Naciones Unidas.

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EL ÚLTIMO PRODUCTO DE EXPORTACIÓN DE MÉXICO Y EL CAMINO A CANCÚN

Larry Lohmann*

Pregunten a cualquiera en México cuáles son los productos de exportación más famosos en estos días y la respuesta probablemente estará acompañada de una sonrisa irónica y un movimiento de ojos señalando el norte: gente y drogas

Hoy el país tiene un nuevo producto de exportación, que es también legado del neoliberalismo y del hábito de los países del norte de externalizar sus problemas en el Sur global: los derechos de contaminación

Desde 2006, México ha estado embarcando derechos de contaminación con destino a España, el Reino Unido, Suiza, Francia, Japón y Holanda. Las empresas que compran estos derechos –productoras de energía como Iberdrola o Electrabel, por ejemplo, o fábricas de cemento como CEMEX- se ven liberadas de sus obligaciones legales de reducir su contaminación con dióxido de carbono en el marco de la legislación del clima japonesa o europea. Como los derechos de contaminación que vende México son baratos, las empresas ahorran millones y logran diferir su acción contra el calentamiento global por años.

Los derechos de contaminación de México también son una commodity de moda en los mercados financieros. Los bancos privados como BNP Paribas y Credit Suisse y otros intermediarios y empresas de comercio exterior como Cargill, AgCert y Gazprom Marketing & Trading, compran los derechos de contaminación de México para especular con ellos y venderlos a terceros. ¿Y por qué no? Los precios son volátiles, se puede hacer mucho dinero. Y si el mercado mundial de derechos de contaminación con gases de efecto invernadero se vuelve tan grande como algunos creen (billones de dólares) ningún operador de Wall Street o de otros centros financieros puede permitirse quedar fuera.

¿Cómo funciona el comercio? La idea es simple. Si en el marco de la legislación europea o japonesa se deben reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y los países industrializados no quieren pagar los costos que esto implica, ¿por qué no hacer reducciones donde es más barato, en los países como China o México? Las industrias en esos países pueden hacer dinero entonces vendiendo las reducciones al Norte.

¿Quién se beneficia en México? Bueno, si usted es una industria sucia, tendrá muchas emisiones para reducir y puede hacer mucho dinero. Así que no sorprende que dos decenas de gigantescas granjas porcinas operadas por Granjas Carroll de México, una filial de Smithfield Farms de Estados Unidos, obtengan ganancias extras capturando el metano que produce el excremento de cerdo, y quemándolo. Y como el metano es un gas de efecto invernadero mucho más peligroso que el dióxido de carbono, la quema de apenas una tonelada de metano en Puebla o Veracruz habilita a que se vendan derechos de contaminación que permiten liberar 20 toneladas de CO2 en Europa.

Si por casualidad, usted produce una sustancia que es un gas de efecto invernadero aún más potente, usted -y los consultores provenientes de Estados Unidos, Europa o Japón que uno contrata- puede ganar aún más dinero. Tomemos por ejemplo a Quimobásicos de Nueva León, el mayor exportador de derechos de contaminación de México. Simplemente destruyendo unos pocos miles de toneladas de un subproducto gaseoso denominado HFC-23, Quimobásicos está listo para vender derechos de contaminación por más de 30 millones de toneladas de CO2 a Goldman Sachs, EcoSecurities y la empresa generadora de electricidad japonesa J-Power. Esto le cuesta a la empresa algo así como 3 pesos por tonelada de CO2 “equivalente”, que con los precios actuales le puede significar -a la empresa o al intermediario al cual le vende- una colocación final de 200 pesos por tonelada.

No es entonces de asombrar que las empresas y los países en todo el mundo intenten encontrar la forma de ser sucios, para luego hacer dinero limpiando. Tampoco es de asombrarse que el nuevo mercado no beneficie justamente a los que son verdaderamente “verdes”. Las comunidades que viven con estilos de vida bajos en carbono, o que luchan para mantener a las empresas contaminantes o industrias extractivas fuera de sus territorios, no son lo suficientemente sucias como para poder sacar ganancias del comercio. Tampoco tienen el dinero para aceitar los engranajes del aparato regulatorio y contratar costosos consultores, tan necesarios para hacerse un lugar en el nuevo mercado.

En los hechos, el Mercado de derechos de contaminación, por el contrario, perjudica a esas comunidades. En el istmo de Tehuantepec, muchas comunidades indígenas han entregado sus tierras a empresas constructoras de granjas eólicas provenientes de España y México por poco dinero, sin saber que esas empresas probablemente harán muchos millones, no solo con la generación eléctrica, sino además utilizando o vendiendo derechos de contaminación en Europa.

¿Qué papel le cabe a la próxima cumbre del clima de Naciones Unidas en Cancún en todo esto? No esperemos que sean muchos los gobiernos que se sumen al llamado a poner fin a este comercio de contaminación tan destructivo. Después de todo las Naciones Unidas, ayudaron a crear este mercado en 1997 en Kioto, y son muchos los que obtienen ganancias con él.

En realidad, es posible que las negociaciones de Cancún empeoren incluso la situación, al permitir que se venda carbono de los bosques nativos en el mercado de contaminación. Esto podría generar lo una red de Pueblos Indígenas calificó como “potencialmente el acaparamiento de tierras más grande de la historia”.

Habiendo tanto en juego, las protestas que converjan en Cancún en diciembre se vuelven aún más importantes. Estemos atentos.

* Larry Lohmann trabaja con The Corner House, una organización de solidaridad e investigación con sede en Reino Unido, y colaboró en el libro El Mercado de Emisiones: cómo funciona y por qué fracasa.

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REFLEXIONES SOBRE CHINA Y EL CAMBIO CLIMÁTICO CAMINO A CANCÚN

Dale Jiajun Wen*

Cuando preparaba un artículo para un público de Estados Unidos, un colega estadounidense me hizo varias preguntas muy buenas en relación a China y el cambio climático. Lo que sigue son mis respuestas personales a estas preguntas en mi calidad de investigadora independiente de China.

¿Qué piensa usted qué compromisos espera el pueblo chino que asuma la delegación estadounidense en Cancún? ¿Cuáles son los principales objetivos de la delegación china aquí en Cancún?

Los chinos esperan que Estados Unidos honre la Convención y el Plan de Acción de Bali, que el gobierno de Estados Unidos firmó. No debemos olvidar que la CMNUCC en su Art. 3.1 especifica que los países industrializados deben liderar la lucha contra el cambio climático.

El pueblo chino se pregunta si Estados Unidos dejará de utilizar a China como excusa para su propia inacción tal como se expresa claramente en una carta abierta que han firmado académicos y grupos ecologistas chinos. http://campaigns.item.org.uy/?q=en/node/1978

aquí queremos enfatizar que China no es ni debe seguir sirviendo de excusa para la inacción continuada de Estados Unidos, especialmente en la medida en que China está avanzando con esfuerzos serios. Estados Unidos, que es el país más rico del mundo y el mayor contaminador histórico del planeta, debe cumplir con sus obligaciones en el marco de la CMNUCC y el Plan de Acción de Bali. Exigimos a Estados Unidos que respete y contribuya al proceso de Naciones Unidas, en vez de socavarlo y transformarse en escudo para que detrás suyo se oculten otros países del Anexo 1.

A pesar de la retórica del Presidente Obama que habla de un compromiso constructivo sobre cambio climático, Estados Unidos sigue siendo el único país del Anexo 1 que no ha ratificado el Protocolo de Kioto. No ha establecido una legislación nacional efectiva sobre el clima y ha ofrecido asumir compromisos de reducción muy insignificantes para 2020 –apenas del 3 al 4% por debajo de los niveles de 1990. Y por el contrario, ha buscado distraer la atención respecto de sus omisiones, en parte centrando la atención en China, a pesar de que su retraso en muchas medidas de reducción de emisiones es mucho mayor que el de China, tal como explicáramos antes”.

La reciente petición 301 realizada por el Sindicato de Trabajadores del Acero estadounidense que pone en entredicho las políticas chinas de energías renovables, apuntaló la impresión de buena parte de la opinión pública china de que Estados Unidos no tiene una preocupación real por el clima, y que solo lo usa como herramienta para hostigar a China cuando lo considera conveniente. La inconsistencia de la política del clima y del comercio estadounidense es demasiado obvia para ser ignorada.

En Bali, se le solicitó a Estados Unidos que “liderara o dejara de obstruir el camino”. Para ser justos, debemos reconocer que el gobierno de Bush dio un paso al costado y permitió que el mundo avanzara con el Plan de Acción de Bali. Ahora es tiempo, una vez más, de pedirle que “deje libre el camino si no puede liderar”. Los últimos dos años del Presidente Obama, y especialmente la elección legislativa realizada a mitad de mandato, ponen en evidencia que Estados Unidos no se asumirá compromisos en materia de cambio climático (y menos aún un papel de liderazgo), por lo menos en los próximos tiempos. El gobierno estadounidense debe ser honesto y reconocer que no puede liderar, no en este momento, y debe dejar libre el camino para permitir que el resto del mundo avance en la implementación del Plan de Acción de Bali. La arquitectura global del clima y la ambición mundial son más importantes que cualquier pretensión de liderar que se quiera presentar ante la opinión pública nacional.

¿Cuáles son los objetivos más flexibles (las que se pueden negociar) y cuáles son los más firmes (las que no se pueden negociar)?

El principio de la “responsabilidad común pero diferenciada” es muy importante para la población china. Los que han visitado Beijing y Tianjin pueden tener la impresión de que China ya es un país desarrollado. La alta concentración de riqueza en las ciudades y un desarrollo no equilibrado tienden a producir en la gente esa ilusión. Sin embargo, como persona que también trabaja en temas agrícolas, visito de manera rutinaria poblados que no tienen agua corriente. Por ejemplo, el pasado mes de agosto, visité a un amigo que es productor orgánico en la provincia de Hubei, en el condado de Hengshui, que queda a sólo 3 horas en tren de Beijing. Este poblado cuenta con agua potable pero sólo una vez cada 5 días. Esto es lo que significa para mí el “derecho al desarrollo”: algún día mi amigo productor rural podrá y deberá tener agua en su canilla todo el tiempo. En una carta abierta al gobierno de China http://campaigns.item.org.uy/?q=en/node/1975), ONG ecologistas y académicos chinos solicitan al gobierno que defienda con firmeza el principio de la “responsabilidad común pero diferenciada” en las negociaciones internacionales.

En el plano de las políticas nacionales, le solicitan al gobierno que tome medidas más concretas para reducir el consumismo y el rápido aumento de emisiones en algunas áreas urbanas que se han desarrollado a gran velocidad: incluyendo un impuesto más alto al combustible, una política de precios escalonados para la electricidad, el establecimiento de metas de reducción de emisiones absolutas para las áreas desarrolladas y con altos niveles de emisión, etc. También piden al gobierno que fortalezca la cooperación Sur-Sur en materia de intercambio de tecnología y cooperación, mitigación y adaptación, planificación de desarrollo bajo en carbono, etc, y que aumente el financiamiento y el apoyo tecnológico a los países menos adelantados. En esencia, le piden al gobierno que defienda el principio de “responsabilidad común pero diferenciada” en las negociaciones internacionales, y que lo ponga en práctica tanto en sus políticas nacionales como internacionales. Todo esto no es sólo para beneficio de China sino en el mejor interés de todo el mundo en desarrollo. El público chino espera y exige a la delegación china que juegue un papel fuerte y constructivo en la defensa de los intereses del G77.

El gobierno chino también ha dejado claro que no aceptará que se vincule el financiamiento para el clima a la transparencia, tal como lo expresara recientemente Huang Hikang el representante especial del Ministro de Relaciones Exteriores de China para las negociaciones sobre cambio climático http://www.alertnet.org/thenews/newsdesk/TOE6AI077.htm

Como observador de una ONG, percibo claramente la forma sesgada en que el gobierno de Estados Unidos y los medios tratan el tema de la denominada transparencia, otro campo en el que se usa a China como cortina de humo para distraer la atención de los problemas reales, en particular los que se refieren a las metas de mitigación de los países desarrollados. China se toma muy en serio sus metas. En los últimos meses, en el impulso final para lograr la meta de eficiencia energética nacional del 11avo plan quinquenal, no solo se cerraron varias fábricas, sino que se realizaron apagones en varias zonas residenciales (se puede consultar un informe sobre este tema en: http://www.scmp.com/portal/site/SCMP/menuitem.2af62ecb329d3d7733492d9253a0a0a0/?vgnextoid=6431783438a2b210VgnVCM100000360a0a0aRCRD&ss=&s=News).

¿Ha habido acaso algún país del Anexo 1 que haya realizado apagones para cumplir con sus metas del Protocolo de Kioto? Sin embargo, la mayor parte de la discusión sobre la transparencia en los medios occidentales presume la culpabilidad china. Por supuesto discusiones e insinuaciones de este tipo socavan la confianza entre el Norte y el Sur.

¿El 12avo plan quinquenal incluye la orientación para un programa de “tope y comercio” en China?

En el 12avo plan quinquenal se incluyen una serie de mecanismos posibles para lograr las metas energéticas y de intensidad de carbono, entre ellos:

El gobierno chino no ve al sistema de tope y comercio y al impuesto al carbono como medidas mutuamente excluyentes. Se están explorando activamente ambos junto a otras opciones.

Se debe destacar además que el sistema chino de Comercio de Emisiones propuesto, es un sistema de carácter nacional basado en las metas nacionales de reducción de la intensidad energética y no está ligado a medidas de reducción de emisiones legalmente vinculantes a nivel internacional.

¿El Mercado financiero chino tiene la madurez para implementar de manera exitosa un programa de tope y comercio?

Esta es justamente la pregunta equivocada. No debemos olvidar que son las instituciones financieras “maduras” e “innovadoras” de Wall Street las que nos han llevado a esta crisis financiera. Para poder diseñar un mercado de carbono con integridad financiera y ambiental, tenemos que analizar con honestidad los distintos programas de tope y comercio, sus éxitos y fracasos. Un programa de tope y comercio que funciona bastante bien es el sistema de comercio de lluvia ácida. Cubre un universo mucho más pequeño de entidades, no está dominado por los especuladores financieros (en gran parte de los años, la mayoría del comercio en dióxido de azufre se dio entre entidades relacionadas, a saber, empresas de electricidad), y nunca experimentó problemas significativos con la condición de equilibrio del mercado (ver detalles en: http://www.epa.gov/AIRMARKET/progress/ARP_2.html). El Sistema de Comercio (ETS) de la UE funciona en parte, pero tiene muchos más problemas que el sistema de comercio de lluvia ácida. No obstante a pesar de esta evidencia, algunos proponentes del comercio de carbono sostienen que es imperativo asegurar la liquidez para el funcionamiento del mercado y argumentan a favor de grandes mercados con una participación ilimitada de las instituciones financieras. Una de mis principales preocupaciones ahora es que con el cierre programado de la Bolsa del Clima de Chicago (CCX) a fines de este año, parte de los mercaderes del carbono que queden sin trabajo en Wall Street se vayan a China a intentar vender su “pericia” al gobierno chino. Sus recomendaciones políticas, con una envoltura discursiva ecológica, bien pueden ser las recetas para generar una burbuja de carbono de alto riesgo, en vez de apuntar a crear mercados de carbono estables con integridad ambiental y financiera. Espero que el gobierno chino tenga la sabiduría y la voluntad política de resistir las presiones de las instituciones financieras mundiales a la hora de diseñar sus mercados de carbono.

* Académica y activista china, Dale Wen trabaja en temas de justicia social y desarrollo sustentable. Si bien reconoce los avances materiales positivos que ha generado en China su rápida industrialización, ha sido crítica de sus consecuencias ambientales y de la brecha creciente que se ha generado entre ricos y pobres, y defiende un paradigma de desarrollo alternativo con mayor sustentabilidad ambiental y equidad social.

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LUCHANDO CONTRA LA CATÁSTROFE: LA NUEVA POLÍTICA DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Brendan Smith*

[Publicación original en el sitio:: http://www.huffingtonpost.com/brendan-smith/fighting-doom-the-new-pol_b_782723.html]

No soy ambientalista. Pero lo único en lo que pienso en estos días es en la crisis del clima.

Admito que he llegado tarde a la temática. Hace muy poco que me he empezado a dar cuenta de lo que otros han reconocido hace décadas: la crisis del clima no es, en su esencia, un problema ambiental. De hecho, no se trata de un “tema”, es una amenaza existencial para cada ser humano y cada comunidad del planeta. Amenaza cada empleo, cada economía del mundo. Amenaza la salud de nuestros hijos. Amenaza nuestro acceso a los alimentos y al agua. El cambio climático continuará alterando al mundo tal como lo ha conocido nuestra especie en los últimos tres mil de años.

Como cultivador de ostras y activista político desde hace mucho tiempo, los efectos del cambio climático sobre mi vida no me serán ajenos ni impersonales. El aumento de los gases de efecto invernadero y de las temperaturas del océano bien puede que me obliguen a abandonar mi granja de 60 acres en los próximos cuarenta años. Desde Francia al estado de Washington, los cultivadores de ostras ya hemos advertido la muerte masiva de larvas de ostras y el afinamiento de las conchas que la ciencia ha pronosticado hace tiempo. Puedo ver las nubes de tormenta que anuncian un futuro catastrófico.

Pero mi alter ego político es extrañamente menos pesimista. En vez de deprimirme, la crisis climática sorpresivamente me ha hecho sentir más esperanza que la que he sentido en los últimos veinte años como militante progresista. Después de décadas de reflujo del progresismo es un sentimiento extraño. Pero estoy hechizado por la sospecha de que la crisis que se avecina puede ser la primera oportunidad que hemos tenido en generaciones de modificar de manera radical el paisaje político y construir una sociedad más justa y sustentable.

EL PODER DE LA CATÁSTROFE

El movimiento progresista moderno en Estados Unidos, tradicionalmente ha fundamentado su organización en la política de la identidad y el altruismo. Se organiza a un grupo afectado –minorías, gays, personal de limpieza o mujeres—y luego se hace un llamado al público en general a apoyar su causa –reforma de las prisiones, matrimonio homosexual, derechos laborales o aborto—en base a una combinación de buena voluntad, culpabilidad liberal y persuasión moral. Esta estrategia ha sido efectiva en algunos momentos. Pero no hemos logrado aunar estos mini-movimientos en una fuerza que sea lo suficientemente poderosa como para llevar adelante una reforma social amplia. Se necesita mucha gente para cambiar la sociedad y nuestra estrategia actual nos ha llevado a ser pocos y con poco poder.

Los elementos más importantes de mi vida política –en contraposición al cultivo de ostras- han estado marcados por algunos triunfos en algunas batallas estrechas a menudo transitorias, pero en una permanente pérdida de la guerra más grande. Veo los resultados en cada dirección que miro: el crecimiento de la pobreza y el desempleo, dos guerras, el avance de la derecha, el declive de la sindicalización, el fracaso de la legislación sobre el clima en el Senado y de Copenhague, la dominación generalizada a manos de los intereses corporativos. La lista es interminable. Hemos perdido; es el momento de admitir que nuestra estrategia ha sido demasiado tibia y de tomar un nuevo rumbo.

Pero esta vez puede ser diferente. Lo que resulta tan prometedor de la crisis del clima es que debido a que no se trata de un “tema” experimentado por un fragmento desfavorecido de la población, abre la oportunidad para una nueva forma de organización del progresismo. Salvo por la aniquilación nuclear, la humanidad nunca antes enfrentó una amenaza tan universal, donde todos nuestros futuros están tan inextricablemente vinculados entre sí. Esta universalidad es la que ofrece la argamaza del interés común necesaria para construir un movimiento. Podríamos literalmente golpear en todas las puertas del planeta y hallar en cada una a alguien que, consciente de ello o no, tiene un interés vital en enfrentar a la crisis climática uniéndose a un movimiento por la sustentabilidad. Con toda la humanidad enfrentando este futuro aciago, finalmente podemos reunirnos bajo una bandera y contar nuestros futuros miembros no en miles, sino en millones, e incluso miles de millones.

Pero como ex Zar de los Empleos Verdes de la Casa Blanca, Van Jones dijo al New Yorker en 2009: “El desafío es transformarlo en un movimiento de todos, de manera que si tus principales íconos son Juan el de los abdominales y Juan el plomero, que se transformen en Juan el de la energía solar, o el chico de la esquina se deshaga de su pistola y agarre una pistola de enmasillar”. La crisis del clima nos está llevando a aguas desconocidas y nuestra estrategia política debe dirigirse hacia la construcción de un movimiento climático que sea un movimiento de todos”.

Permítanme utilizar un ejemplo personal. Como cultivador de ostras de Long Island Sound, mi estilo de vida está amenazado por el aumento de los gases de efecto invernadero y de las temperaturas del océano. Si la crisis del clima no se detiene mis ostras morirán y mi granja se acabará.

Para salvar mi medio de sustento tengo que involucrarme políticamente en algún nivel. Normalmente, me reuniría con otros cultivadores de ostras para hacer lobby ante los funcionarios del gobierno estatal y federal y realizaría una o dos protestas. Puede ser que encontrara posibilidades de hacer algunas pocas alianzas. Pero seguiríamos siendo un grupo pequeño, con poco poder, y nuestras quejas sobre la pérdida de puestos de trabajo caerían en oídos básicamente poco sensibles, al haber tantos que sufren tanto y de tan diversas formas. ¿Y qué le pediríamos al gobierno que hiciera ante el problema? ¿La adquisición de la empresa o beneficios de desempleo? ¿Capacitación en otra área? De todas formas las ostras se morirán y perderemos la granjas.

Para salvar nuestras vidas y formas de sustento necesitamos llegar a la raíz del problema: detener las emisiones de gases de efecto invernadero. Y detener las emisiones nos exige unirnos en un movimiento con el poder necesario para desmantelar la economía de los combustibles fósiles y a la vez construir una economía verde.

Abordar una meta tan grande me exige apoyar cada esfuerzo, por más pequeño o remoto que sea, que apueste a detener los gases de efecto invernadero y a avanzar en la transición hacia una economía verde. Debo juntarme con mis colegas cultivadores de otras y unirme a los estudiantes que bloquean las nuevas plantas de generación eléctrica alimentadas con carbón, y al mismo tiempo luchar por una transición justa para los trabajadores del carbón; debo unir mis fuerzas a otros trabajadores ecológicos del mundo que exigen financiamiento público para la generación de empleos en el sector de las energías limpias, y oponerme al salvamento de bancos y corporaciones.

Debo apoyar las luchas del movimiento obrero en China y en el resto del mundo para dejar atrás la pobreza a través de una ruta “verde y no sucia”. Tengo un interés personal en estas batallas tan diversas, y no por altruismo político, sino porque mi propio sustento y comunidad dependen de que detengamos los gases de efecto invernadero y el cambio climático.

En otras palabras, el tesoro oculto en la crisis del clima es que necesito a los otros y que los otros me necesitan. Estamos unidos por la misma historia de crisis y lucha.

Algunos integrantes del movimiento por la sustentabilidad han aprovechado el poder de este presagio de un futuro aciago para tejer juntos nuevas historias y nuevas alianzas en torno al cambio climático. Hay grupos en Kentucky que están complementando sus esfuerzos para evitar la destrucción de las cimas de las montañas por parte de la minería del carbón, organizando a los miembros de las cooperativas eléctricas rurales en las campañas por la “Nueva Energía” para obligar a una transición de los combustibles fósiles a energías renovables –y crear empleos en el proceso. Los sindicatos policiales en Canadá, reconociendo que sus integrantes serán los primeros en tener que responder cuando haya un desastre climático, se han contactado con los sindicatos de Nueva Orleans para garantizar que no se repitan las tragedias que sucedieron al Katrina. Artistas, chefs, agricultores, mecánicos de bicicletas, diseñadores y otros se alían en un gran “movimiento verde de artesanos”, cuyo objetivo central es la construcción de comunidades sustentables y vibrantes. Los organizadores de los movimientos de inmigrantes, preocupados por la posibilidad real de que las tensiones raciales aumenten a raíz de la llegada masiva de millones de refugiados ambientales provenientes de países vecinos, están educando a sus integrantes sobre las razones por las cuales la crisis climática es tan importante.

Mi esperanza es que en el correr de los próximos años podamos reunir a un número creciente de estas luchas tributarias de la crisis del clima. Nuestro poder no surgirá de una larga lista de preocupaciones temáticas o de los auspiciantes de los eventos –lo intentamos en la reciente marcha del 2 de octubre en Washington DC: “Una nación que trabaja junta” con poco impacto. Con el ascenso de la auto-organización, nuestro poder tampoco surgirá de los partidos políticos organizados jerárquicamente, típicos de las pasadas décadas, ni de organizaciones del tipo hágalo usted mismo. Lo que pasará es que cultivadores de ostras, al igual que yo, movidos por la necesidad de salvar nuestras vidas y nuestras formas de sustento, saltaremos a las barricadas con otros para enfrentar los efectos de la crisis del clima. Uniremos nuestros mini-movimientos bajo la bandera de la crisis común, la visión común y la lucha común. Estaremos luchando juntos y emergeremos como una fuerza con la que no se podrá jugar.

ESTA VEZ TENEMOS UNA ALTERNATIVA

Soy también cautamente optimista porque esta vez hay una alternativa. Mi generación llegó a la mayoría de edad después de la caída del comunismo, y como resultado nos criamos escuchando sólo una versión de la historia. Reconocemos que el neoliberalismo ha devastado la sociedad, pero aparte de las nostálgicas apuestas al socialismo ¿cuál ha sido la alternativa? Cuando la globalización se tragó el planeta, exigimos salarios dignos y mejor vivienda para los más pobres en nuestras comunidades; luchamos contra las condiciones de trabajo infames en China; hicimos lobby por nuevas leyes sobre la financiación de las campañas y la gobernanza corporativa. Pero se trata apenas de parches que sumados no logran mostrar una alternativa real al sistema actual de libre mercado y anti-estado. El no haber podido imaginarme nunca como sería una alternativa progresista implicó que nunca pudiera estar plenamente confiado en que las respuestas progresistas constituían soluciones viables.

Pero cuando escucho las soluciones que se proponen para la crisis del clima, mi mente se aclara. Puedo trazar la lógica y avizorar la maquinaria de nuestra alternativa. Y sorprendentemente me suena a una respuesta de sentido común ante la continua agresión del libre mercado que vivimos: Enfrentamos una emergencia mundial de proporciones catastróficas. El fundamentalismo de mercado empeorará las cosas en vez de resolver la crisis. Necesitamos, por el contrario, reorientar nuestras instituciones y nuestros recursos económicos en pos de resolver la crisis, reemplazando la actual economía basada en el carbono por otra economía verde sustentable. Y por definición, para que una economía sea sustentable debe intentar resolver una amplia gama de problemas que desde hace mucho sufre la gente común en su vida cotidiana y que van del desempleo y la pobreza, a la falta de acceso al cuidado de la salud o a la vivienda.

Durante años he ido a los saltos de campaña en campaña, pero el marco de esta nueva respuesta progresista a la crisis del cambio climático representa hoy una hoja de ruta para mi estrategia política. Me ayuda a identificar a mis oponentes –las compañías de carbón, y sus acólitos políticos, por ejemplo –al igual que a una variedad muy diversas de aliados. Fija mi agenda política, que va desde la creación de millones de nuevos empleos verdes a la construcción de viviendas ecológicas accesibles a las comunidades de bajos ingresos. Finalmente siento la suficiente confianza en mis coordenadas para hacerme a la mar.

LA ERA DE LA POLÍTICA DE CRISIS

Si bien la creación de una nueva economía verde tiene sentido en teoría, es difícil de imaginar a nuestro afianzado sistema político aceptando siquiera una modesta reforma, qué decir una total transformación de la economía de carbono. Pero sospecho que esto cambiará en los próximos años, frente un futuro en el que reinará una cascada de crisis políticas más que un equilibrio político.

Es probable que estemos entrando en una era de políticas de crisis en la que cada desastre ambiental creciente –desde la escasez de agua a huracanes, o de incendios a brotes de enfermedades- pondrá al descubierto la impotencia de las instituciones políticas existentes y del actual sistema económico. En los próximos 40 años solamente, los científicos pronostican que habrá un estado permanente de sequía en todo el suroeste de Estados Unidos y que las muertes a raíz de enfermedades relacionadas con el clima se duplicarán. Como expresara Danny Thompson, el secretario y tesorero de AFL-CIO Nevada en Las Vegas Review Journal, esta crisis hídrica cada vez más grave podría ser “el fin del mundo” que podría “ponernos patas para arriba, y no sé cómo nos recuperaríamos de eso”.

Como si eso no fuera suficiente, estas crisis se producirán en un contexto de una economía mundial que ha entrado en una espiral descontrolada. Cada huracán, sequía o recesión hará que las encuestas de opinión y los políticos se mezan de derecha a izquierda y viceversa. Pensemos lo rápido que cambió el debate, aunque sólo transitoriamente, como resultado del Katrina, el desastre de BP y la crisis financiera.

Como dice la frase famosa del jefe de personal de la Casa Blanca Rahm Emmanuel: “Nunca deje que una crisis seria pase sin aprovecharla... Es una oportunidad de hacer las cosas que no pudo hacer antes”. Si bien enfrentar al cambio climático requiere soluciones radicales que no pueden plantearse en el clima político actual, cada desastre abre una nueva oportunidad para el avance de las agendas alternativas- tanto para la izquierda como para la derecha. Mientras los políticos debaten modestas soluciones técnicas, la gente común que sufre la desesperación que le producen las inundaciones, los incendios, las sequías y otros desastres, demandará crecientemente –y con mayor enojo- nuevas reformas fundamentales. Mientras nuestras opciones políticas en la actualidad parecen estar limitadas por las elecciones y los resultados electorales, en una era política de la crisis lo que parece poco realista y radical antes de una tormenta puede parecer una reforma de sentido común cuando se la siente aproximarse.

Mi generación fue educada en la política del eterno crepúsculo. Salvo por un rayo de esperanza durante la campaña de Obama, nuestros años estuvieron marcados por el fracaso de todas las fuerzas políticas en la sociedad –ya sea de las elites políticas o líderes de los movimientos sociales- en dar solución a los problemas que enfrentamos como nación y como planeta. Nos han dejado girando como trompos hacia el desastre.

Podemos forjar un futuro mejor. Los desastres generados por el cambio climático nos obligarán a prestar atención a ese futuro aciago. El fracaso de las elites políticas en estar a la altura de estas crisis en cascada transformará nuestro paisaje político y sembrará el campo para que crezcan los movimientos sociales. Y si nos preparamos para el caos y la larga batalla que tenemos por delante, nuestra visión alternativa se transformará en necesidad y no en imposibilidad.

Al decir de un amigo mío recientemente “Dios nos ayude, espero que tengas razón”.

* Brendan Smith es cultivador de ostras y cofundador de la Red de Trabajadores por la Sustentabildad (Labor Network for Sustainability). Para contactarlo: www.bsmith.org

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PARTICIPANDO EN EL FORO MUNDIAL DE LA EDUCACIÓN EN RAMALLAH

Aditi Bhaduri*

Un hermoso día de otoño a fines de octubre llegué a Ramallah, la capital de facto de la Autoridad Palestina en la Cisjordania. La suave luz del sol bañaba la ciudad con un brillo tibio. Volvía después de cinco años y vi señales de cambio en todas partes –en las acicaladas casas nuevas, los cajeros automáticos que no estaban allí antes, los cafés y boutiques que habían brotado en apreciable cantidad, la construcción marchando a ritmo acelerado. Estaba allí para asistir al Foro Mundial de la Educación, que este año tendría su sede en los Territorios Palestinos, en representación de Focus on the Global South, una organización comprometida con la causa palestina.

¿Por qué Palestina? Por una razón, los palestinos le dan una gran importancia a la educación. No es exagerado decir que en el mundo árabe del oeste asiático, los palestinos son los que mayor importancia dan a la educación. El pueblo palestino no tiene aún su estado nación; a diferencia de otras naciones árabes, su gente y sus tierras han sido fragmentados, aislados unos de otros.

Aun así, el diminuto territorio de Cisjordania –dividido en cónclaves gobernados por israelíes y palestinos- puede vanagloriarse de tener cuatro universidades, y Gaza, cercada y aislada del mundo, tiene una; la Universidad Bir Zeit cerca de Ramallah creó el primer departamento de estudios de género en el mundo árabe. Cuando analizamos esto en el contexto de un pueblo al que en la última década todavía no se le permitía ni siquiera desarrollar su propio programa escolar, queda claro que esto es una hazaña heroica.

Todos los que están familiarizados con la sociedad palestina saben que las cosas simples en estos territorios llevan mucho esfuerzo y tiempo; por ejemplo moverse de una ciudad a otra, o invitar un amigo, concurrir a clases o ser admitido en una escuela o colegio en otra ciudad. Y organizar un foro internacional era algo más allá de las expectativas de muchos. Llevó mucho tiempo y mucho esfuerzo y una enorme cantidad de paciencia. Se les negó la visa a muchos invitados, la Autoridad Palestina debió hacer muchas solicitudes especiales ante las autoridades israelíes para que participantes provenientes de países como Marruecos –que no tiene relaciones diplomáticas con Israel- pudieran ingresar a territorios Palestinos. Con mucho esfuerzo se logró que estos participantes obtuvieran los permisos para entrar a los territorios palestinos a través de Jordania y luego salieran por la misma ruta, sin ingresar a ningún territorio controlado por Israel. Como recordara en una reunión Mirelle Fanon –hija de Franz Fannon- la ocupación de tierras palestinas fue el (último?) ejemplo viviente de colonialismo en su sentido clásico.

Por eso, la realización del FME en las ciudades palestinas, incluyendo el territorio de Gaza, y en Beirut, la capital de un país donde habitan en calidad de refugiados una considerable cantidad de palestinos, tuvo un valor simbólico que va mucho más allá del derecho a la educación. Fue una clara muestra de la perenne resiliencia del corazón humano y su esperanza de justicia, una esperanza que se rehúsa a someterse, no importa cuál sea la provocación, no importa qué tan pesada sea la carga.

El FME se celebró simultáneamente en varias ciudades palestinas –Ramallah, Jenin, Nablus, Hebrón y Belén en Cisjordania, en Gaza, en Beirut en el Líbano y también en Jerusalén, y en las ciudades israelíes de Haifa, Jaffa y Nazareth, que forman parte de una Palestina indivisa, y donde hasta el día de hoy habitan grandes comunidades árabes. La idea fue conectar a todos los palestinos que, por circunstancias que les son ajenas y que están fuera de su control, viven separados entre sí por límites políticos.

Las ceremonias de inauguración y cierre fueron realizadas en Ramallah. Hubieron muy pocos participantes internacionales, la mayoría franceses, algunos marroquíes, unos pocos canadienses y muy contadas personas de otros países como España, Brasil y Perú.

Asistí a los eventos en Ramallah donde el FME comenzó con una marcha de solidaridad con el pueblo palestino a través de la ciudad de Ramallah y se convergió en el Centro Cultural Palestino. Fue una gran marcha, en la cual participaron casi todos los residentes de Ramallah y otras ciudades palestinas. Se caracterizó por la jovialidad y un espíritu elevado. Fue una manifestación de solidaridad y alegró a los palestinos saber que no están solos, el mundo los respaldó; la marcha también fue una manifestación de solidaridad interna.

Los discursos de los organizadores palestinos y de los representantes internacionales que apoyaron el evento como Perre Beaudet marcaron el tono de la inauguración. Los oradores destacaron cómo la educación en condiciones de ocupación es una educación bajo coacción y que los palestinos han seguido manteniendo sus instituciones educativas funcionando con gallardía, contra viento y marea. También se habló del papel que juega la educación en la liberación de los pueblos. El activista político y nominado a Premio Nobel de la Paz Mustafa Barghouti fue uno de los que habló en la ocasión, enfatizando que la Autoridad Palestina debe luchar para que la educación sea accesible y obligatoria para todos los palestinos.

La velada terminó con coloridas presentaciones de danzas y música a cargo de niños y jóvenes palestinos.

A partir del día siguiente el Foro ingresó de lleno a su trabajo y hubo eventos paralelos en distintas lugares a lo largo de Cisjordania, en Gaza, en el interior de Israel y en Beirut. Me hubiera gustado poder asistir a todos los eventos pero era físicamente imposible. Se conformaron paneles con oradores de distintas organizaciones e instituciones educativas. Los eventos fueron un tanto caóticos pero era algo de esperar, ya que el caos es parte integral de cualquier foro lo que los hace instancias más humanas y por eso mismo más disfrutables. Más aun, considerando que moverse entre las distintas ciudades palestinas no es fácil, a pesar de que las distancias no son muy grandes, fue prácticamente un milagro que se pudiera realizar el foro.

Las discusiones y los debates fueron de todas formas esclarecedores. Uno de los eventos de un día de duración a los que asistí en la Universidad de Belén fue particularmente inspirador. El principal debate fue sobre la calidad de la educación en los territorios palestinos hoy, las críticas a la Autoridad Palestina y una presentación sobre cómo deberían usar los palestinos los medios y el lenguaje de paz para promover una cultura de paz, tolerancia y valoración de la diversidad en la sociedad palestina. Hubo además críticas a la insuficiencia de recursos asignados a la educación, al uso de la religión para programar las mentes de los jóvenes y la falta de discernimiento, y cómo se enseña la historia; se puso énfasis en la importancia de enseñarle a los niños y jóvenes palestinos también sobre la historia y las culturas de otros pueblos, de manera que los palestinos se mantengan conectados no solo entre sí o con el mundo árabe, sino también con la comunidad mundial. Se hicieron además llamados a la democratización y la libertad de pensamiento en la sociedad palestina.

Lo que surgió en estos debates y discursos es el sentido de urgencia que siente la comunidad de los educadores respecto a la censura y el control estatal sobre la educación y la cultura en la sociedad palestina. Después de todo, pocos olvidan que una de las primeras medidas de la Autoridad Palestina después de establecida fue prohibir las obras de Edward Said en las instituciones palestinas, cuando Said era enseñado incluso en las instituciones israelíes, por no hablar, obviamente de otros países. Por otra parte, parecería haber cierto recelo respecto de lo que podría implicar desde el punto de vista cultural y educativo un gobierno de HAMAS en Cisjordania. La comunidad educativa también está consciente de estas corrientes subterráneas y fue esperanzador ver cómo estos temas se pusieron sobre la mesa y se debatieron en vez de ser barridos bajo la alfombra en un discurso palestino más amplio contra la ocupación israelí.

La ceremonia de clausura tuvo lugar en Ramallah y fue un poco más apagada que la inauguración. El FME cerró con planes de realizar una gran conferencia sobre Palestina el año próximo como parte del proceso del Foro Social Mundial. La sede y los detalles no se discutieron en profundidad pero se mencionó Marruecos como potencial sede. En el foro también se hizo referencia a la resolución y el Plan de Acción de la Conferencia sobre Una Paz Justa para Palestina que tuvo lugar en Nueva Delhi en setiembre de 2010, y despertaron gran interés. Se incluirá en el informe del FME y Al Quds, el diario arábico de mayor tiraje en los territorios, también lo publicó.

Al dejar Ramallah, los organizadores me agradecieron profusamente mi participación, y como siempre, me sentí algo culpable –volvía a mi vida normal, una vida en libertad. Ellos quedaban atrás para enfrentar los puntos de control y los retenes. Y como siempre, mi culpa estaba teñida de gratitud –no simplemente por haber disfrutado de la hospitalidad que caracteriza al pueblo palestino, sino porque una vez más pude ser testigo de la enorme resiliencia de la cual es capaz el alma humana.

* Aditi Bhaduri es responsable de comunicaciones de Focus on the Global South (India).

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