ENFOQUE SOBRE COMERCIO

No. 150, Enero 15 de 2010

En esta edición de Enfoque sobre Comercio, Walden Bello analiza el papel de China en las negociaciones sobre el clima que tuvieron lugar en Copenhague, Shalmali Guttal le toma el pulso a la OMC diez años después de Seattle, y dos participantes nos informan de la Marcha de año nuevo por la Libertad de Gaza.

CHINA: EL PRINCIPE DE DINAMARCA

Walden Bello

ENFERMA PERO VIVA: LA OMC DIEZ AÑOS DESPUÉS DE SEATTLE

Shalmali Guttal

LA CONVOCATORIA POR “CAMBIO DE SISTEMA, NO CAMBIO CLIMÁTICO” UNE AL MOVIMIENTO MUNDIAL

Declaración de ¡Justicia Climática Ya! sobre la COP 15

LECCIONES DE LA MARCHA POR LA LIBERTAD DE GAZA

Walden Bello

LA MARCHA POR LA LIBERTAD DE GAZA: EN MEDIO DEL PANDEMONIO REGIONAL

Javad Heydarian

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CHINA: EL PRÍNCIPE DE DINAMARCA

por Walden Bello*

(Publicado por primera vez en Foreign Policy in Focus, 20 de enero de 2010)

Casi un mes después de la debacle de la conferencia de Naciones Unidas sobre el clima celebrada en Copenhague (Conferencia de las Partes o CoP 15), provoca rabia y escarnio dilucidar quién hizo naufragar las conversaciones.

En muchas de las noticias, el Presidente Barack Obama es presentado como una figura que valerosamente intenta rescatar una conferencia condenada al fracaso, o como un jefe de Estado bien intencionado pero cuyas manos están lamentablemente atadas por las condiciones de la política estadounidense.

Buena parte de los medios de comunicación ha sustituido a Washington por Beijing como el villano del drama en curso en torno al clima. China efectivamente cometió errores en Copenhague, pero la imagen de los medios que coloca a Beijing como el culpable del fracaso de las negociaciones no se ajusta a la realidad ni es justo. Como Hamlet, el conflictuado Príncipe de Dinamarca de Shakespeare, China quedó atrapada entre múltiples corrientes cruzadas en Copenhague. Su incapacidad para capear esa situación la condujo a una de sus mayores derrotas diplomáticas en muchos años.

El j’accuse británico

Inmediatamente después de finalizadas las conversaciones, Ed Miliband, el secretario de energía y cambio climático británico, acusó a China de vetar un acuerdo para una reducción global del 50 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero al 2050 o de reducciones del 80 por ciento para los países desarrollados, “a pesar que el acuerdo contaba con el apoyo de una coalición de países desarrollados y de una vasta mayoría de los países en desarrollo”.

Muchos activistas del clima probablemente podrían haber tomado esta declaración de Miliband simplemente como parte del juego de buscar al culpable después del controvertido final de una conferencia crucial, de no haber sido porque fue secundado –y en detalle- por Mark Lynas de The Guardian, un diario británico que habitualmente es crítico de las políticas de Washington, Londres y otros gobiernos de los países del Norte. Lynas describe así la escena de una reunión nocturna clave de algunos países elegidos, en una carrera contra reloj ante la inminencia del fin de la conferencia:

Lo que vi me impresionó profundamente. El primer ministro chino, Wen Jinbao, no se dignó a asistir a las reuniones personalmente, sino que envió un funcionario de segundo rango de la cancillería a sentarse enfrente al propio Obama. Todos aquellos que culpan a Obama y a los países ricos en general deben saber lo siguiente: fue el representante chino quien insistió en que las metas de los países industrializados, previamente acordadas como una reducción del 80 por ciento para 2050, quedaran fuera del acuerdo. “¿Por qué no podemos mencionar ni siquiera nuestras propias metas?” cuestionó Angela Merkel visiblemente enojada. El primer ministro australiano, Kevin Rudd, estaba tan enojado que golpeó su micrófono. También el representante de Brasil señaló la falta de lógica de la posición China. ¿Por qué los países ricos no anuncian al menos esta reducción unilateral? El delegado chino dijo que no, y yo quedé pasmado, viendo como Merkel levantaba sus manos en un gesto de desesperanza y concedía el punto. Ahora sabemos por qué –porque China apostaba, acertadamente, a que la responsabilidad por la falta de ambición de los acuerdos de Copenhague recaería sobre Obama”.

Esta narración de cómo un funcionario de la cancillería china de rango relativamente bajo vetó la inclusión expresa de reducciones unilaterales ofrecida por los líderes de los países del Norte es realmente espeluznante. Pero hay algo que la nota del The Guardian olvida mencionar: la reunión fue una de varias reuniones no oficiales a las cuales Obama convocó a un número reducido de países, aparentemente con el apoyo de Dinamarca, con el objetivo de imponerle un acuerdo a la conferencia sobre el clima; y que la redacción de esa declaración fue, en realidad, una violación de los procedimientos y procesos acordados para la conferencia.

En qué se equivoco China

En donde China se equivocó no fue tanto en oponerse a la enumeración de las cifras de emisiones, sino en haber aceptado concurrir a esos cónclaves semi-secretos en los que Obama y un pequeño grupo de jefes de Estado pretendieron redactar unilateralmente una declaración. China sin duda sabía que estas reuniones, en las que participaban los líderes de algunos países del Norte elegidos- así como los de Brasil, Sudáfrica e India- lesionaban el proceso de las Naciones Unidas. En los días previos a la cumbre de Copenhague, China había escuchado a sus aliados del mundo en desarrollo exponer y denunciar la existencia de una iniciativa encubierta de Dinamarca que quería convocar una conferencia paralela con una veintena de países para imponer desde allí un “texto danés” no autorizado que planteara las prioridades y la agenda sobre el clima favorecidas por los países desarrollados.

Quizá no es una coincidencia que la mayoría de los países invitados por Dinamarca fueran los participantes del “Foro de las principales economías sobre energía y clima” convocado originalmente por el entonces presidente estadounidense George W. Bush y relanzado antes de la reunión de Copenhague por el Presidente Obama, supuestamente para “facilitar un diálogo sincero entre las principales economías desarrolladas y en desarrollo”. Pero para varios observadores del Sur, el propósito real del foro de las principales economías y de la conferencia paralela danesa era introducir una cuña entre los países en desarrollo más avanzados y los más pobres, menos adelantados y más vulnerables.

¿Dudas?

Habiendo participado en las reuniones exclusivas convocadas por Obama, es probable que China entendiera que no podía otorgar mucha legitimidad a una declaración realizada por esos ámbitos, ya que esto ofendería a la mayoría de los países en desarrollo marginados de estas reuniones, notoriamente similares a las reuniones de la “Sala verde” que congregan a los pesos pesados del comercio internacional durante las conferencias ministeriales de la Organización Mundial del Comercio. Probablemente en la consideración de estos antecedentes está la explicación de la ausencia del Primer Ministro Wen Jiao Bao en esta reunión final donde se pretendía terminar la redacción de la declaración, y su sustitución por un funcionario de rango relativamente bajo. Es precisamente ésta la reunión de la cual fue testigo Mark Lynas. China bloqueó la declaración de cifras de reducciones voluntarias de emisiones, que estaba pensada para prestarles a los grandes contaminadores del clima un barniz de responsabilidad mundial sin implicar obligaciones significativas, porque no quiso probablemente otorgarle demasiada preponderancia a un documento redactado por fuera y de manera paralela a la conferencia oficial.

Al participar de las reuniones y de la redacción de la declaración no autorizada, China se expuso por decisión propia a un serio revés diplomático. Ansioso de eludir las culpas del fracaso de una conferencia que había sido anunciada como la más importante de nuestros tiempos, el Norte pudo acusar santurronamente a China por el bloqueo de las cifras y “probar” así que China era culpable de haber arruinado la conferencia, y eso fue exactamente lo que hizo Miliband de Gran Bretaña. Al mismo tiempo, muchos negociadores de los países en desarrollo y observadores confirmaron sus sospechas de que China sostiene una agenda de prioridades a su propio servicio que no es coherente con la del Sur global. Después de todo, China participó de las reuniones de Obama y en la redacción de una declaración política no autorizada, que el destacado intelectual indio Praful Bidwai describió como una “sucia confabulación” entre el Norte liderado por EE.UU. y los grandes contaminadores del Sur liderados por China. A pesar de las respuestas punto por punto de Beijing a tales acusaciones, la percepción general que quedó es que la culpa del fracaso de las negociaciones fue de China.

Los dirigentes chinos deben sentirse muy frustrados de ser acusados como los villanos de Copenhague. Después de todo, justo antes de la conferencia, Beijing prometió que reduciría las emisiones de dióxido de carbono por unidad de producto bruto interno en un 40-45 por ciento para 2020, tomando como punto de partida los niveles de 2005. Sus normas de eficiencia de consumo de combustibles para los automotores son hoy más estrictas que las de Estados Unidos. Es el líder mundial en el desarrollo de la energía solar. Incluso Thomas Friedman –que no es precisamente un idólatra de China—habla del “salto verde” de China y de cómo el gobierno chino está decidido a resolver el desafío energético “con fuentes más limpias generadas a nivel nacional para que su economía sea en el futuro menos vulnerable a los altibajos de la oferta y para no contaminarse hasta la muerte”.

El verdadero villano

Si hubo un gobierno que efectivamente saboteó la reunión, fue el de Estados Unidos. Los negociadores estadounidenses dejaron claro ante el mundo, incluso antes de Copenhague, que Washington todavía no estaba dispuesto a asumir compromisos vinculantes, después de haber evadido las reducciones de emisiones exigidas por el Protocolo de Kioto durante más de una década. Utilizando como excusa la oposición del Senado estadounidense, los negociadores de Obama sistemáticamente echaron por tierra cualquier esperanza de lograr el acuerdo vinculante que la opinión pública mundial esperaba se produjera en Copenhague. Después de ser avergonzado por los compromisos realizados por otros países, Washington finalmente se comprometió a una reducción voluntaria de sus emisiones de gases de efecto invernadero del orden del 17 por ciento respecto de los niveles de 2005. Pero otros países consideraron la oferta de Washington como un chiste, ya que traducida a niveles de 1990 significa una reducción nimia de apenas el 4 por ciento.

Si Obama y sus negociadores tenían razón en temer un contragolpe duro de la derecha si hacían aparecer a Estados Unidos como demasiado ambicioso es una cuestión debatible. De todos modos, la diplomacia de Washington se aseguró que la conferencia de Copenhague estuviera muerta antes de empezar. Es fácil imaginar el resentimiento de Beijing ante el empuje de Obama que consiguió generar una victoria en el campo de las relaciones públicas a través de una declaración con una retórica altisonante a partir de compromisos voluntarios insignificantes y respaldados por tan poco compromiso efectivo.



El problema del crecimiento de China

Aunque China no fue el villano de Copenhague, sí jugó el papel de cómplice. Participó de las reuniones en los encuentros no oficiales de los ricos y poderosos propiciados por Obama, incluso mientras intentaba al mismo tiempo liderar el agrupamiento del “G77 y China” en el proceso formal de Naciones Unidas. Las demandas contradictorias de estos dos roles ponen de manifiesto la situación paradójica de China en el mundo: es simultáneamente un país en desarrollo y una superpotencia económica con una huella de carbono enorme. Su impacto económico y ecológico en el mundo es hoy más grande que el de la mayoría de los países desarrollados, pero su liderazgo y población siguen viéndose a sí mismos como parte del mundo en desarrollo.

En 2009, China desplazó a Estados Unidos como primer mercado mundial de automóviles y a Alemania como el mayor exportador. Se prevé que este año se transforme en la segunda economía mundial, desplazando a Japón, y se estima que para el 2030 habrá desplazado a Estados Unidos del primer lugar.

El crecimiento de China ha sido tan acelerado en las últimas dos décadas que, según señala el analista Zachari Karabell, “nada menos que 300 millones de personas integran la clase media o media alta según cualquier definición, y esa cifra es equivalente a la población de Estados Unidos y la Unión Europea”. No obstante, cientos de millones de personas en la China rural viven en la pobreza, con un ingreso promedio de US$285 por año. Su aspiración colectiva es salir de la pobreza y del hambre, y Beijing teme que el costo a pagar si esto se frustra será infernal.

Llevar a una porción cada vez mayor de su población al nivel de clase media para evitar el descontento es por lo tanto la meta principal del liderazgo chino. Sólo se puede cumplir con esta meta, desde su punto de vista, si se sigue avanzando en la senda del crecimiento alto, el cual depende del carbón, al menos en el corto plazo. China es hoy el mayor consumidor mundial de carbón, y el uso del carbón le otorga el dudoso honor de ser el mayor emisor de gases de efecto invernadero del planeta. Tal como señalara Richard Heinberg “si bien China está transformándose rápidamente en el líder mundial de las tecnologías de energía renovable, no hay ninguna perspectiva realista de que pueda prescindir del carbón si no abandona sus altas tasas de crecimiento del PBI”.

La posición oficial de China, en la etapa previa a Copenhague, era que la reunión debía terminar con un acuerdo legalmente vinculante que comprometiera a Estados Unidos y a los otros países industrializados que son lo que han contribuido con el 80 por ciento del dióxido de carbono acumulado en la atmósfera, a reducciones profundas de sus emisiones de gases de efecto invernadero, y al mismo tiempo limitara la acción exigida a los países en desarrollo, como la propia China, a metas voluntarias. No obstante, la estrategia china de crecimiento alto dependiente del carbón es tan desestabilizadora, que incluso si la COP13 hubiese logrado un acuerdo que especificara reducciones obligatorias para los países desarrollados, la presión sobre Beijing para que aceptase reducciones obligatorias similares habría crecido, puesto que ya desplazó a Japón como la segunda mayor economía mundial y está acercándose a Estados Unidos. Y la presión no vendría solo del Norte sino también del Sur.

Su fijación inequívoca con el crecimiento acelerado, que es el eje en torno al cual giran tanto su política interna como su política exterior, es lo que motiva a China a tratar de posponer tanto como sea posible el día en que tendrá que aceptar límites obligatorios a sus emisiones de gases de efecto invernadero. Por eso, el débil acuerdo emanado de Copenhague y pergeñado por Obama y cuyo objetivo central era ser funcional a los Estados Unidos, también sintoniza con los intereses visibles de Beijing.

Pero el planeta no puede esperar. Y la idea de que es posible brindarle el estilo de vida de la clase media estadounidense al grueso de la población mundial sin provocar una crisis climática es una ilusión peligrosa. Hasta que no tenga el coraje de apartarse finalmente del camino del desarrollo de alto crecimiento iniciado y liderado por el Norte y que es mundialmente desestabilizador, Beijing estará condenado al papel de Hamlet en la política mundial en torno al clima. Continuará exigiendo flexibilidad como país en desarrollo, mientras sigue confabulando encubiertamente para desactivar cualesquier medidas climáticas severas que puedan obstruir su ascenso como superpotencia económica. El mundo no está en condiciones de permitirse la puesta en escena de esta tragedia en el escenario mundial.

* Walden Bello es diputado de la Cámara de Representantes de Filipinas en representación del Partído de la Acción Ciudadana (Akbayan), presidente de la Freedom from Debt Coalition, y analista del Instituto Focus on the Global South con sede en Bangkok.

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DECLARACIÓN DE !JUSTICIA CLIMÁTICA YA! SOBRE LA COP 15

La convocatoria por “cambio de sistema, no cambio climático” une al movimiento mundial

El “acuerdo” corrupto de Copenhague pone en evidencia la brecha que existe entre las demandas de los pueblos y los intereses de las élites

La tan esperada Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático celebrada en Copenhague terminó en un acuerdo fraudulento, diseñado por Estados Unidos y tirado sobre la mesa de la Conferencia en el último minuto. El “acuerdo” no fue aprobado, tan sólo “se tomo nota” de él, importando una absurda invención parlamentaria prevista en este caso para dar cabida a los intereses de Estados Unidos y permitirle a Ban Ki-moon anunciar el ridículo “Tenemos un acuerdo”.

La conferencia de Naciones Unidas fue incapaz de producir soluciones para la crisis del clima, ni siquiera logró avances mínimos en pos de dichas soluciones. Por el contrario, las negociaciones fueron una traición para las naciones empobrecidas y a los Estados insulares, para vergüenza de las Naciones Unidas y el gobierno danés. En una conferencia pensada para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero se habló muy poco sobre reducciones de emisiones. Los países ricos y desarrollados siguieron dándole largas a cualquier iniciativa tendiente a establecer reducciones profundas y obligatorias de las emisiones, trasladándole en cambio la carga a los países menos desarrollados, sin dar muestras de voluntad de hacerse cargo de las reparaciones por los daños que ellos mismos han causado.

La coalición Climate Justice Now! (¡Justicia Climática Ya!) se mostró unida en esta COP15 junto a otras redes en el reclamo por un Cambio de Sistema, No al Cambio Climático. En contraposición, la propia conferencia de Copenhague sobre el clima demostró que las soluciones reales, por oposición a las falsas soluciones del mercado, no van a ser adoptadas hasta que podamos superar el injusto sistema político y económico imperante.

Los gobiernos y las elites empresariales reunidos en Copenhague no hicieron ningún intento para colmar las expectativas de la población mundial. Las soluciones falsas y las grandes empresas cooptaron de manera absoluta el proceso de las Naciones Unidas. A la elite mundial le gustaría privatizar la atmósfera por medio de los mercados de carbono; talar los bosques, montes y praderas que aún quedan en el mundo, violando los derechos de los Pueblos Indígenas y acaparando tierras; promover tecnologías de alto riesgo para reestructurar el clima; convertir bosques reales en plantaciones de monocultivos de árboles, y suelos agrícolas en sumideros de carbono; y completar el cercamiento y privatización de los Bienes Comunes. Virtualmente todas las propuestas discutidas en Copenhague estaban movidas por el deseo de crear oportunidades de lucro y no el de reducir las emisiones, e incluso las pequeñas sumas de financiamiento prometidas podrían terminar siendo destinadas a pagar por la transferencia de tecnologías riesgosas.

En Copenhague, las únicas discusiones sobre soluciones reales fueron las que tuvieron lugar en el seno de los movimientos sociales. Justicia Climática Ya!, Climate Justice Action y Klimaforum09 articularon muchas ideas creativas e intentaron exponerlas en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Clima, a través de la Declaración de los Pueblos de Klimaforum09 y de la Asamblea de los Pueblos para Recuperar Poder. Entre las delegaciones nacionales, las de los países del ALBA y de muchos países africanos y AOSIS fueron en general receptivas a los mensajes del movimiento por justicia climática, planteando la necesidad de que se pague la deuda climática, que se establezcan fondos de mitigación y adaptación fuera de las instituciones neoliberales como el Banco Mundial y el FMI, y que el aumento de la temperatura mundial se mantenga por debajo de 1,5 grados.

Las Naciones Unidas y el gobierno danés fueron funcionales a los intereses de los países ricos industrializados, excluyendo nuestras voces y las voces de los menos poderosos de todo el mundo, e intentando silenciar nuestro reclamo de que se hablara de soluciones reales. No obstante, nuestras voces se hicieron cada vez más fuertes y más unidas cada día a lo largo de las dos semanas de la conferencia. Cuanto más fuerte nuestra presencia, más disfuncionales, represivos y antidemocráticos los mecanismos previstos por las Naciones Unidas y las autoridades danesas para la participación de la sociedad civil, a semejanza de lo que ocurre generalmente en la OMC y Davos.

La participación de los movimientos sociales estuvo limitada en toda la conferencia, y fue drásticamente recortada en la segunda semana. Varias organizaciones de la sociedad civil vieron incluso como sus credenciales de admisión eran revocadas a medio camino en el transcurso de esa semana, mientras que las corporaciones empresariales seguían cabildeando ininterrumpidamente dentro del Bella Center.

Afuera de la Conferencia, la policía danesa amplió el marco represivo con una prohibición generalizada al derecho de libre expresión, y arrestando y golpeando a miles de personas, entre ellos delegados de la sociedad civil a la conferencia sobre el clima. Nuestro movimiento se sobrepuso a la represión, y nuestras voces se alzaron en protesta una y otra vez. Nuestras manifestaciones, organizadas en conjunto con los sindicatos, movimientos y ONG daneses movilizaron más de 100.000 personas en Dinamarca a favor de la justicia climática, en tanto que en todo el mundo los movimientos sociales reunían otros cientos de miles de personas en manifestaciones locales por la misma causa. A pesar de la represión del gobierno danés y de la exclusión de la que fuimos víctimas de manos de las Naciones Unidas, el movimiento por el cambio del sistema y en contra del cambio climático es hoy más fuerte que cuando arribamos a Dinamarca.

Aunque fue un fracaso en lo que se refiere a avanzar hacia soluciones justas y equitativas para el clima, Copenhague ha marcado un momento de inflexión en la batalla por la justicia climática. Los gobiernos de las elites no tienen ninguna solución para ofrecer, pero el movimiento por justicia climática dispone de una visión sólida y de alternativas claras. Copenhague será recordada como un evento histórico para los movimientos sociales mundiales. Será recordada junto con Seattle y Cancún, como un momento álgido en el que las agendas diversas de muchos movimientos sociales confluyeron y se fortalecieron, reclamando con una sola voz sí al cambio de sistema y no al cambio climático.

La coalición Justicia Climática Ya! convoca a los movimientos sociales de todo el mundo a movilizarse en apoyo a la justicia climática.

Seguiremos adelante con nuestra lucha no sólo en las negociaciones sobre el clima, sino también en las calles y en todos los terrenos, en pos de la aplicación de soluciones genuinas, que abarcan:

- dejar los combustibles fósiles en el subsuelo e invertir en cambio en fuentes de energía limpia, apropiadas, energéticamente eficientes, seguras, renovables y en manos de las comunidades.

- la drástica reducción del consumo excesivo, primero y fundamentalmente en el Norte, pero también entre las elites del Sur.

- enormes transferencias financieras del Norte al Sur, basadas en la reparación de las deudas climáticas contraídas, y sujetas al control democrático. Los costos de la mitigación y la adaptación se deben cubrir a partir de la reorientación de los presupuestos militares, la aplicación de impuestos progresivos e innovadores y la anulación de la deuda.

- la conservación de los recursos fundada en una concepción de derechos que permita efectivizar los derechos a la tierra de los Pueblos Indígenas y promover la soberanía de los pueblos sobre la energía, los bosques, la tierra y el agua.

- la agricultura y la pesca de carácter familiar y sustentable y la soberanía alimentaria de los pueblos.

Estamos comprometidos en la construcción de un movimiento diverso –a nivel local y mundial- para crear un mundo mejor.

Justicia Climática Ya!

Copenhague, 19 de diciembre de 2009

www.climate-justice-now.org

con el apoyo de las siguientes organizaciones y personas, al 23 de enero de 2010:



Organizaciones

Afrika Kontact, Dinamarca

Aitec-IPAM, Francia

Alianza Mexicana por la Autodeterminación de los Pueblos-AMAP, México

Alternatives International

Anti Debt Coalition (KAU), Indonesia

Asamblea de Huehuetenango por la defensa de los recursos naturales, Guatemala

Asia Pacific Movement on Debt and Development/Jubileo Sur

Asia Pacific Research Network (APRN)

ATTAC Germany Working Group on Energy, Climate and Environment, Alemania

Attac Malmö, Suecia

ATTAC, Francia

ATTAC, Alemania

ATTAC, Japón

ATTAC, Suiza

Balochistan Climate Change Alliance, Pakistán.

Belarusian Social Forum, Bielorrusia

Camp for Climate Action, Reino Unido

Campaign Against Climate Change (CCC) Trade Union Group, Reino Unido

Carbon Trade Watch

Centre for Civil Society Environmental Justice Project, University of KwaZulu-Natal, Durban, Sudáfrica

Centre for Environmental Justice, Sri Lanka

Centro de Estudios Internacionales (CEI), Nicaragua

Climat et justice sociale, Bélgica

Climate-change-trade-union-network, Reino Unido

Committee for the Abolition of Third World Debt (CADTM)

Confederazione dei Comitati di Base (COBAS), Italia

Consejo de los pueblos del occidente de Guatemala por la defensa del territorio, Guatemala

Convergencia de Movimientos de los Pueblos de las Américas (COMPA)

Corner House, Reino Unido

Corporate Europe Observatory

DICE Foundation, India

Down To Earth, Indonesia/Reino Unido

Energy and Climate Policy Institute (ECPI), Corea del Sur

Enhedslisten/the Red-Green Alliance, Dinamarca

Escuela de Pensamiento Ecologista, Guatemala

ESK Sindikatua, País Vasco

Euromarches/Marches européennes

Europe solidaire sans frontières (ESSF), Francia

Fair, Italia

Family Farm Defenders, EEUU

FelS-Klima AG (Für eine linke Strömung), Alemania

FERN

FOCO Foro Ciudadano de Participación por la Justicia y los Derechos Humanos, Argentina

Focus on the Global South, Tailandia, Filipinas e India

Food First/Institute for Food and Development Policy, EEUU

Amigos de la Tierra Internacional (FoEI)

Colectivo de Amigos de la Tierra (FoE) de Sydney, Australia

Amigos de la Tierra (FoE) de Bélgica Flamenca y Bruselas, Bélgica

Amigos de la Tierra (FoE), Suecia

Galiza Non Se Vende

gegenstromberlin, Alemania

Global Alliance for Incinerator Alternatives (GAIA)

Global Exchange, EEUU

Global Forest Coalition and Friends of the Siberian Forests, Rusia

Global Justice Ecology Project, EEUU

Greater Boston United for Justice with Peace (UJP), EEUU

Hacktivist News Service, hns-info.net

Alianza Social Continental, en las Américas

HOPE, Pakistán

Indian Social Action Forum (INSAF), India

Indonesia Fisherfolk Union/ Serikat Nelayan Imdonesia (SNI), Indonesia

Institute for Social Ecology, EEUU

Internationale Socialister, Dinamarca

Jubileo Sur - Internacional

Jubileo Sur - Asia/Pacific Movement on Debt and Development (JSAPMDD)

Klimabevægelsen (Movimiento por el Clima), Dinamarca

KlimaX, Dinamarca

La Vía Campesina

Labour, Health and Human Rights Development Centre, Nigeria

Les Amis de la Terre, Francia

Linksjugend['solid], Alemania

Living Seas, Dinamarca

Massachusetts Coalition for Healthy Communities, EEUU

Massachusetts Forest Watch, EEUU

Mémoire des luttes, Francia

Movement Generation: Justice and Ecology Project, EEUU

Movimiento Mexicano de Afectados por las Represas (MAPDER), México

National Fishers Solidarity Movement, Sri Lanka

National Network for Immigrant and Refugee Rights (NNIRR), EEUU

Otros Mundos, Chiapas-Amigos de la Tierra(FoE), México

Pacific Indigenous Peoples Environment Coalition

Peoples Movement on Climate Change (PMCC)

Plymouth Trades Union Council, Reino Unido

Polaris Institute, Canadá

projecto270, Portugal

Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio (RMALC), México

Red Mexicana de Afectados por la Minería (REMA), México

REDES-Amigos de la Tierra (FoE), Uruguay

Renewable Energy Centre (REC), Sudáfrica

Rising Tide North America

SmartMeme, EEUU

Socialist Workers Party, Gran Bretaña

Steering Committee of Green Left, Reino Unido

Sustainable Energy & Economy Network, Institute for Policy Studies, EEUU

Texas Climate Emergency Campaign, EEUU

Thai Working Group for Climate Justice, Tailandia

The Laboratory of Insurrectionary Imagination, Reino Unido

Red Latinoamericana contra los Monocultivos de Árboles (RECOMA)

The Respect Party, Reino Unido

Timberwatch Coalition, Sudáfrica

Transnational Institute (TNI)

Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo-UCIZONI, México

United for Justice and Peace, Greater Boston, EEUU

Urgence Climat 13, Francia

Utopia, Francia

VOICE, Bangladesh

Walhi, Amigos de la Tierra (FoE), Indonesia

World Development Movement, Reino Unido

Zukunftskonvent, Alemania



Personas

Alex Callinicos, Profesor de Estudios Europeos, Kings College, Londres, Reino Unido

Beth Adams, Massachusetts, EEUU

Chris Baugh, Secretario General Adjunto, Sindicato de Servicios Públicos y Comerciales, Gran Bretaña

Clive Searle, Secretario Nacional, The Respect Party, Reino Unido

Corinna Genschel, Committee of Basic Rights and Democracy, Alemania

Dave Bleakney, representante nacional del Sindicato de Trabajadores Postales de Canadá, Canadá

David Hallowes, Durban, Sudáfrica

Dr Isabelle Fremeaux, Birkbeck College, Reino Unido

Elana Bulman, Reino Unido

Francine Mestrum, Global Social Justice, Bélgica

Graham Petersen, National Environment Officer, University and College Union, Reino Unido

Inger V. Johansen, Enhedslisten/the Red-Green Alliance, Dinamarca

Jessica Bell, People for Climate Justice, Canadá

John Jordan, Reino Unido

Jonathan Neale, Reino Unido

Jurgen Kraus, coordinación de la caravana desde la OMC hasta la COP15

Kirsten Gamst-Nielsen, Dinamarca

Laura Grainger, Jóvenes Amigos de la Tierra (FoE)

Marie-France Astegiani-Merrain, vice/Présidente d'ADEN, Francia

Matthew Firth, funcionario representante, asuntos ambientales, Sindicato de Empleados Públicos de Canadá

MK Dorsey, Dartmouth University, EEUU

Nicola Bullard, Australia

Patrick Bond, University of KwaZulu Natal

Pete Sirois, Maine, EEUU

Professor Andrew Dobson, Keele University, Reino Unido

Rebecca Sommer, representante de la NGO Society for Threatened Peoples International, con estatus consultivo en el ECOSOC de la ONU y participante del Consejo de Europa.

Indigenous Peoples Department, EEUU

Richard Greeman (académico socialista)

Roger Leisner, Radio Free Maine, EEUU

Ruth Reitan, University of Miami, EEUU

Tony Staunton, Reino Unido

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ENFERMA PERO VIVA: LA OMC DIEZ AÑOS DESPUÉS DE SEATTLE

por Shalmali Guttal*

La séptima Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) finalizó como empezó: con una sensación de decaimiento e incertidumbre. Las declaraciones sobre la importancia de una conclusión rápida de la Ronda de Doha para el Desarrollo (RDD) por parte de varios ministros de comercio y en el Resumen del Presidente durante el cierre del plenario, no fueron convincentes. Por el contrario, fue palpable el nerviosismo entre los delegados de los gobiernos y el personal de la Secretaría de la OMC por la credibilidad y relevancia de la OMC y su programa de globalización liderada por las empresas transnacionales, ante la profundización de las crisis de la economía real, la agricultura y el clima. Cada palmadita en la espalda que los delegados y el personal le dieron a la OMC fue atemperada por declaraciones sobre la necesidad de que los miembros de la OMC respeten el multilateralismo, los compromisos asumidos anteriormente, el mandato de desarrollo de la Ronda de Doha, la transparencia, el criterio inclusivo y las necesidades especiales de los Países Menos Adelantados (PMA) y las Economías Pequeñas y Vulnerables (EPV).

Credibilidad, relevancia y visión son precisamente tres condiciones de las que carece la OMC en esta coyuntura. Desde su creación en 1995, muchas organizaciones de agricultores, sindicatos de trabajadores, funcionarios gubernamentales, académicos y analistas de la sociedad civil han señalado reiteradamente los peligros que entraña la liberalización impulsada por la OMC para las economías nacionales y el medioambiente.

Mientras la atención de la opinión pública mundial se centra en la urgencia de encontrar soluciones a las múltiples crisis que enfrentamos y decenas de miles de personas se reúnen en Copenhague para encontrar caminos para evitar una catástrofe climática, la OMC aparece como muy poco relevante, por cierto. En la medida en que la desregulación incontrolada, la liberalización y la producción destinada a la exportación -los callejones sin salida que impone la OMC- son ampliamente reconocidas como causas fundamentales de las crisis económica, alimentaria y climática que padecemos, ciertamente la OMC no es un ámbito creíble al cual recurrir por soluciones. No ofrece ninguna visión alternativa ni ningún paradigma del comercio fundado en criterios de desarrollo sustentable. Y si una de las instituciones mundiales más poderosas no es capaz de ofrecer soluciones creíbles para enfrentar las crisis más duras de nuestros tiempos ¿qué tan relevante puede ser?

La falta de confianza en que el sistema de comercio de la OMC y la Ronda de Doha sean capaces de sacar al mundo de las crisis fue expresada de diferentes maneras por delegados de los gobiernos, movimientos sociales y analistas de la sociedad civil. “Desde el punto de vista de la sustentabilidad ambiental, el comercio mundial se ha vuelto profundamente disfuncional”, señalaba Walden Bello de Focus on the Global South. “La OMC ha sido un factor central del aumento de las emisiones de carbono derivadas del sector de transporte...Concluir con éxito la Ronda de Doha nos llevaría más cerca de un cambio climático incontrolable”.(1)

Según Indra Lubis de La Vía Campesina, “La crisis económica y alimentaria fortalece la convicción de Vía Campesina de que la gobernanza mundial tiene problemas graves. Tenemos que cambiar el sistema imperante que nos ha gobernado a través de las Instituciones Financieras Internacionales y la OMC – es muy destructivo y es completamente errado”.

En la declaración de prioridades del sindicalismo mundial para la séptima reunión Ministerial, la Confederación Sindical Internacional señala que:

Pese a las inquietudes expresadas por millones de trabajadores y trabajadoras reclamando justicia comercial en el mundo entero, sigue sin abordarse debidamente en la OMC el crecimiento, el desarrollo o la creación de un empleo pleno, decente y productivo, basado en el respeto de los derechos de los trabajadores/as y de otros derechos humanos. La crisis financiera y económica mundial ha planteado dudas adicionales respecto a los beneficios potenciales de la liberalización del comercio, generando temores bien fundados de que la liberalización, en un período de creciente desempleo, podría profundizar aún más la crisis e incrementar la penuria social”.(2)


Según Nathan Urumba, Director Ejecutivo del Southern and Eastern African Trade Information and Negotiations Institute (Instituto para la Información y Negociación Comercial de África del Sur y del Este - SEATINI) y Embajador de Uganda ante la OMC entre 1996 y 2004: “el comercio de la OMC no puede resolver la crisis económica con los acuerdos que se están negociando actualmente. Los países deben liberalizar el comercio después de haber llegado a cierto grado de desarrollo e industrialización: la liberalización es posterior al desarrollo y no viceversa. Para muchos países africanos, el desarrollo es una prioridad más importante que la conclusión de la RDD”. Los puntos de vista de Urumba coinciden con los de Hicham Badr, Embajador de Egipto y coordinador del grupo de África, quien declaró en una entrevista a IPS que “si tenemos que elegir entre una ronda (que concluya rápidamente) y una ronda exitosa, preferimos una ronda exitosa en la que el desarrollo siga siendo tema central del paquete”. (3)

Los países en desarrollo constituyen la mayoría de los 153 miembros de la OMC y representan al menos el 80 por ciento de la población mundial. Pero hasta hoy, la institución se ha demostrado incapaz de responder a sus diversas prioridades de desarrollo, tanto política como estructuralmente.

¿Continuismo?

En su blog, el último día de la Conferencia Ministerial, el Director General de la OMC Pascal Lamy escribió:

Los miembros de la OMC querían una ministerial “normal” –la tuvieron. Esta conferencia fue diferente de las anteriores. No hubo sorpresas. No fue un evento grandioso y multitudinario, con miles de periodistas, disposiciones costosísimas y noches de insomnio”. (4)

Pues sí, en muchos sentidos la séptima Conferencia Ministerial fue “normal”. Poco es lo que parece haber cambiado en la sustancia, la política y el proceso de las negociaciones de la OMC desde que se la creó en 1995. Hay problemas relativos al desarrollo, pendientes desde hace largo tiempo y de importancia crítica para los países en desarrollo (algunos puestos sobre la mesa desde 1997) y que están incluidos en el programa de trabajo de Doha, pero que siguen siendo dejados de lado, en particular por Estados Unidos (EEUU) y la Unión Europea (UE). Entre ellos, la implementación de los compromisos tendientes a corregir los desequilibrios pasados y actuales, el trato especial y diferenciado, la resolución del tema de los subsidios y la política de precios del algodón, y las disposiciones particulares para los PMA y las Economías Pequeñas y Vulnerables. Por el contrario, los países en desarrollo afrontan demandas excesivas de las naciones ricas que quieren obtener de ellos mayor acceso a sus mercados para sus productos agrícolas e industriales y para sus empresas de servicios, sin ofrecerles prácticamente nada a cambio. En su comunicado Ministerial del 29 de noviembre, el G33 señala:

Expresamos nuestra preocupación ante las tendencias recientes de retractarse de compromisos asumidos en el largo proceso de negociación del paquete equilibrado y duramente peleado que hoy está sobre la mesa. También señalamos que este paquete ya posee un énfasis en el acceso al mercado, en particular para aquellos países de los que se espera liderazgo pero que todavía siguen insistiendo en obtener un número desproporcionado de flexibilidades”. (5)

También fue “normal” quién estuvo a cargo de las negociaciones. Personas estrechamente vinculadas a la OMC señalaron que esta Ministerial no era de negociaciones debido a que Estados Unidos no está en condiciones de negociar; mientras tanto, no obstante, les sigue exigiendo a los países en desarrollo que brinden “acceso significativo al mercado” en todos los sectores, sin reducir como contrapartida sus propios subsidios agrícolas y a las exportaciones, ni recortar los enormes paquetes de rescate de sus entidades financieras privadas. La UE está haciendo más o menos lo mismo, y mientras Estados Unidos no regrese a la mesa de negociaciones, puede proseguir con sus demandas de acceso al mercado a través de los Acuerdos de Asociación Económica (EPA por sus siglas en inglés) y los Tratados de Libre Comercio (TLC).

Urumba enfatizó que la Secretaría de la OMC y su Director General (DG) han intentado también dirigir las negociaciones de comercio desde los tiempos del ex Director General Mike Moore, bajo cuya vigilancia se inició la Ronda de Doha. Los subsiguientes DG han querido asociarse a la conclusión de una Ronda o al inicio de una nueva. “La Secretaría de la OMC ha venido postergando esta reunión con la esperanza de que se pueda lograr un acuerdo sobre comercio y que la reunión Ministerial pueda utilizarse para concluir la Ronda de Doha. Pero eso no ocurrió, y por ello esta es una reunión ministerial “normal””. Los ministros tenían que reunirse. La carta fundacional de la OMC –el Acuerdo de Marruecos que estableció la creación de la OMC— estipula que la Conferencia Ministerial se debe reunir con una periodicidad de al menos una vez cada dos años.

Pero algunos analistas de la sociedad civil señalaron que esta Ministerial era necesaria para garantizar que los países en desarrollo no abandonasen las negociaciones cediendo a la presión popular interna de sus respectivas ciudadanías. Tony Clarke del Instituto Polaris observó que “La OMC tiene muy poco para exhibir, comparado con el entusiasmo con el cual fue iniciada por las elites económicas; ha fracasado en el logro de los objetivos que se suponía cumpliría. La razón de ser de esta Ministerial es simplemente reforzar la confianza de los gobiernos del Sur en la OMC en el escenario actual de profundización de las crisis. Lamy está intentando generar las defensas que la OMC necesita para mantener a los gobiernos alineados y dentro de la institución. Está intentando revivir y reconstruir los compromisos ideológicos de los países con el capitalismo y el neoliberalismo”.

Pero incluso si la Ministerial hubiese sido una reunión de negociaciones, los ministros de comercio de los países en desarrollo no habrían podido vender el paquete de la negociación actual al volver a sus países. Enfrentados hoy a tasas crecientes de desempleo y creciente inseguridad financiera, fluctuaciones en los precios de los alimentos, y a una profundización de la crisis agropecuaria, los delegados no pueden defender un nuevo acuerdo de comercio a menos que este proteja el ahorro nacional, el empleo, las fuentes de alimentos, los medios de vida y el medioambiente de sus propios países, contra los peligros de una liberalización y una desregulación incontroladas.

Los comunicados ministeriales del G20 y el G33 expresan la frustración ante el doble discurso que continúa imperando, uno para los países desarrollados y otro para los países en desarrollo en lo que respecta a las políticas financieras y económicas, y por la manera como los países desarrollados manipulan las reglas de la OMC para proteger sus economías, pese a que al mismo tiempo presionan por una mayor liberalización y desregulación en los países en desarrollo. Respecto de la agricultura el G33 sostuvo que:

Instamos a los Miembros de la OMC a tener en cuenta que en la mayoría de los países en desarrollo predomina la agricultura de subsistencia, y que por eso es necesario asegurar los medios de sustento de la población rural. La crisis actual pone en evidencia la vulnerabilidad del sistema agrícola y la necesidad de salvaguardar en todo el mundo los medios de vida de los más pobres y vulnerables en la agricultura. La crisis también ha colocado al tema de la seguridad alimentaria en lo más alto de la agenda mundial de prioridades. El comercio de bienes agrícolas tiene que ser calibrado en vistas de la presión que ejercen las ayudas internas altamente distorsionantes y los subsidios a la exportación”. [6]

El G20 a su vez se refirió incisivamente a las enormes diferencias de capacidad que existen entre los países pobres y los países ricos para enfrentar la crisis económica.

La crisis ha mostrado los riesgos que presentan todas las formas de prácticas proteccionistas, incluidos los abultados subsidios distorsionantes del comercio que aplican los países desarrollados. Sin los medios para brindar paquetes de estímulo o programas de respaldo financiero, los países en desarrollo resultan desproporcionalmente afectados y son quienes pagan las consecuencias de cualquier erosión de la confianza en la estabilidad del sistema multilateral de comercio”. (7)

Los representantes de la sociedad civil europea señalaron que los delegados de comercio de la UE también tendrían dificultades para promover un nuevo acuerdo de comercio en sus respectivos países. Según Alexandra Strickner de ATTAC Austria, “La gente está muy decepcionada con la falta de democracia imperante en nuestros países. En muy poco tiempo se destinaron miles de millones de euros para salvar a los bancos, pero los gobiernos sostienen que no hay dinero para resolver los problemas que realmente preocupan a la gente, como el desempleo y la inversión pública en salud y educación. La gente siente que los representantes electos no representan sus intereses, sino los intereses de las elites financieras. Más de un año después del inicio de la crisis financiera seguimos sin contar con una reglamentación operativa y práctica de las finanzas”.

Desarrollo: el eslabón perdido

Como una manera de rechazar las demandas de mayor acceso al mercado que tratan de imponerles los países desarrollados y capturar algunos beneficios de la ronda (aunque sean muy magros), los países en desarrollo insisten en que el desarrollo debe seguir siendo el elemento central de la Ronda de Doha y que las negociaciones deben tener “resultados equilibrados y favorables al desarrollo”. Pero no están dispuestos a reconocer que el desarrollo nunca estuvo realmente en el centro del llamado Programa de Doha para el Desarrollo.

Estados Unidos y la Unión Europea no pudieron lanzar una nueva ronda de liberalización del comercio en la tercera Conferencia Ministerial de la OMC en Seattle en 1999 debido a la rebelión tardía de los delegados de los países en desarrollo contra la Ronda Uruguay y por las manifestaciones masivas en las calles, con participación de campesinos, ambientalistas, trabajadores, activistas anti-VHI y otros movimientos de la sociedad civil. Los ataques al World Trade Centre del 11 de septiembre de 2001 proporcionaron a EE.UU. y la UE la oportunidad que necesitaban para presionar a los miembros de la OMC y conseguir su adhesión para una nueva ronda de negociaciones comerciales. Durante la cuarta Conferencia Ministerial de Doha en noviembre de 2001, los países en desarrollo fueron sometidos a una gran presión moral para colocarse hombro con hombro con Estados Unidos en su lucha contra las amenazas terroristas y por el rescate de la economía mundial; algunos países en desarrollo recibieron ofrecimientos de paquetes de ayuda masiva para aceptar el lanzamiento de una nueva ronda, mientras otros fueron amenazados con acciones punitivas si se resistían. El resultado fue la Ronda de Doha para el Desarrollo, que según Bello y Malig “poco tenía que ver con el desarrollo y todo que ver con expandir el acceso de los países desarrollados a los mercados de los países en desarrollo”. (8)

Según Clarke, “Doha fue una operación interna completamente controlada. El 11 de septiembre hizo más para aniquilar la resistencia masiva creciente contra la OMC que cualquier otra cosa”.

Los países en desarrollo también acordaron lanzar una nueva ronda a condición que los problemas del desarrollo fueran abordados como prioritarios frente a las negociaciones sobre nuevos compromisos de acceso a mercados y nuevas reglas. La amarga experiencia de haber sido presionados, chantajeados y amenazados con una nueva ronda de comercio en Doha llevó a muchos países en desarrollo a nuclearse en alianzas como el G20 y el G33, las que a su vez conformaron coaliciones con los países africanos y los PMA para generar una resistencia efectiva –al menos por un tiempo- contra las demandas excesivas y las tácticas intimidatorias de Estados Unidos y la Unión Europea. La Ronda de Doha se estancó en 2003 ante un nuevo fracaso de la quinta Conferencia Ministerial en Cancún a raíz de la rebelión de los delegados de los países en desarrollos dentro de la conferencia y de las masivas protestas populares afuera. Fue revivida con un nuevo paquete de negociación (el llamado ‘marco de julio’) y nuevas tácticas de negociación en el mes de julio de 2004 (donde India y Brasil tuvieron un papel de liderazgo), preparatorios de la Conferencia Ministerial de 2005 en Hong Kong.

El contenido del paquete de Doha ha venido empeorando desde sus inicios en 2001, con Estados Unidos y la UE negándose a realizar recortes significativos de sus subsidios agrícolas y a la exportación, bloqueando los intentos de los países en desarrollo de utilizar el Mecanismo de Salvaguardia Especial (MSE) y los Productos Especiales (PE) para proteger efectivamente sus sectores agrícolas de las avalanchas de importaciones, y, al mismo tiempo, exigiendo mayor acceso al mercado en agricultura, industria (NAMA) y servicios. Y a medida que las negociaciones avanzan, las nuevas reglas que se proponen para la OMC y las nuevas demandas de acceso al mercado han planteado nuevos problemas relacionados con el desarrollo, que se suman a la lista de temas pendientes asociados al desarrollo que no han sido resueltos y que los países en desarrollo hace tiempo vienen reclamando que se atiendan.

Según Afsar Jafri de Focus on the Global South, “las condiciones que se le han adosado al MSE en el texto de diciembre de 2008 están pensadas para que las salvaguardias resulten inútiles en caso de avalanchas de importaciones. El actual Mecanismo de Salvaguardia Especial constituye una “red de seguridad” extremadamente débil para millones de hogares rurales de bajos ingresos y pobres en recursos, que tienen muy escasa capacidad para absorber las fluctuaciones de precio y sobrevivir la inundación de sus mercados con productos agrícolas importados. Estas disposiciones condicionadas no responden a la demanda original del G33 que exigía un “mecanismo de salvaguardia especial “efectivo, práctico y operativo”. Pero los países desarrollados han elaborado disposiciones de salvaguardia especial (SGE) más flexibles y prácticas para ellos mismos, que no tienen ninguna de esas condiciones engorrosas que les impida su funcionamiento efectivo”.

Extrañamente, sin embargo, ningún país en desarrollo está dispuesto a señalar que no hay en los hechos ningún “desarrollo” en la Ronda de Desarrollo de Doha y a abandonar las negociaciones totalmente. Hacerlo sería arriesgarse a cargar con el peso de la culpa por el fracaso del comercio multilateral, una responsabilidad que ningún gobierno quiere asumir.





La gente vs la OMC

La creación de la OMC en 1995 fue anunciada por las elites políticas y económicas del mundo como el triunfo del capitalismo en la era de la pos-guerra fría, en la que las grandes empresas transnacionales podrían transformarse sin ningún tipo de trabas en mundiales, y en la que nada podría detener el movimiento de capitales a su antojo. La OMC tenía más herramientas de disuasión y coerción, más garra y más acuerdos que el GATT, y estaba pensada para funcionar a través de un sistema de toma de decisiones centralizado que podía ser puesto al servicio de los grandes actores del comercio. Pero la OMC ha sido por lejos menos efectiva que lo que previeron sus creadores, debido a las contradicciones internas y a las limitaciones del propio capitalismo, e igualmente, debido también a la oposición de la gente en todo el mundo que se resiste a dejar que el gran capital empresarial dicte el rumbo de sus vidas.

Según Lubis, “Cuando se creó la OMC, los países del Sur no sabían donde se metían. Muchos delegados del Sur (como los indonesios) no hablaban ni leían inglés y fueron incapaces de negociar a favor de sus pueblos. Hoy los delegados saben cómo son las cosas, saben cómo negocian los países del Norte para obtener lo que quieren”.

Lubis también destaca el nivel fortalecido de conocimientos que han acumulado los movimientos campesinos, que ha sido clave en la construcción de la resistencia popular contra la liberalización del comercio de los productos agrícolas y los alimentos. “Hace 10 años, Vía Campesina tenía la clara convicción de que algo estaba mal en el sistema mundial y empezó a reclamar “Fuera la OMC de la Agricultura y la Alimentación”. Luego, comenzó a autoeducarse en los temas del contexto mundial y en cómo inciden las políticas internacionales sobre las condiciones nacionales y locales. A medida que los impactos negativos del neoliberalismo comenzaron a sentirse en diferentes países, los temas que planteaba la Vía comenzaron a ser entendidos por las organizaciones de agricultores y otros grupos sociales en muchos países. La gente empezó a entender los vínculos entre lo que les estaba ocurriendo en sus propias vidas y el comercio de la OMC, y comprendieron que debíamos unirnos para luchar contra la OMC a nivel internacional. Juntos también resolvimos que no alcanzaba solo con luchar contra algo, que además debíamos pelear por algo, y elegimos el paradigma de la soberanía alimentaria”.

Según Clarke, la resistencia en América del Norte contra la OMC fue potenciada por el éxito de la campaña para derrotar el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) en el período 1997-1998. “El AMI fue una voz de alarma gigante, un llamado a despertar al hecho que la arquitectura de la economía mundial en el mundo pos-bipolar estaba cambiando y que teníamos que unirnos internacionalmente para atascar esa maquinaria. La gente uso la victoria contra el AMI como base y se unió para derrotar a la OMC en Seattle”.

Estas experiencias se reflejan en los movimientos sociales y en las coaliciones de la sociedad civil en todo el mundo. No sólo fueron los propios actores de la sociedad civil y los movimientos sociales los que se educaron en materia de OMC, capitalismo, neoliberalismo y globalización dirigida por las empresas transnacionales, sino que además comenzaron a educar a la opinión pública, a los representantes electos, legisladores, elaboradores de políticas y delegados a las negociaciones comerciales. Hoy la resistencia social contra la OMC y la globalización dirigida por las empresas transnacionales ocurre a múltiples niveles, atraviesa diferentes sectores, es informada y es estratégica.

Entre los elementos particularmente importantes de la resistencia popular contra la OMC y la hegemonía del capital se cuentan las acciones de los grupos sociales y ciudadanos que construyen alternativas democráticas y sustentables a los sistemas económico-financieros dominantes. Las organizaciones de agricultores y trabajadores, las asociaciones de la sociedad civil, los estudiantes, las comunidades indígenas y los movimientos sociales han entendido que no pueden confiar en sus gobiernos para que resuelvan las crisis que hoy enfrenta el mundo. Deben involucrarse de manera directa en la identificación y la puesta en práctica de soluciones, y en hacer el trabajo político que garantice que estas soluciones sean sistémicas, sustentables y justas.

Para Lubis es urgente que los movimientos sociales comiencen a construir alternativas sistemáticas en cada nivel. “No podemos simplemente esperar que las instituciones mundiales cambien. La gente también debe cambiar. Por eso, en muchos lugares, los miembros de Vía Campesina ya están trabajando en estructuras y procesos políticos y económicos alternativos, como por ejemplo, cooperativas comunitarias integradas por productores y consumidores. En Ecuador, hay miembros de Vía que ocupan cargos oficiales a nivel local y sub-regional y están intentando poner en práctica los principios de justicia económica y social”.

Según Strickner, hay conciencia creciente entre diversos sectores de Europa de que la gente en el Norte consume en exceso y derrocha recursos que no les pertenecen por derecho, y que al hacerlo les están negando a otras personas y comunidades en otras partes del mundo la posibilidad de sobrevivir. La gente, en particular la gente joven y los estudiantes, analizan de manera crítica su estilo de vida, su consumo de energía y alimentos, e intentan generar prácticas alternativas. “La gente en Europa ansía un sistema político y económico diferente, democrático, un sistema que les permita participar en la toma de decisiones. La construcción de alternativas desde las bases ayuda a que las personas entiendan cómo pueden cambiar los sistemas y no volver a la edad de piedra –también pueden contrarrestar la falsa propaganda que difunden los defensores del sistema actual”.

Pero muchos activistas de la sociedad civil argumentan que los niveles y las formas de resistencia existentes deben pasar a niveles superiores, ampliar su espectro sectorial y ciudadano e intensificarse en función de los nuevos desafíos y amenazas. Según Clarke, “este es un momento histórico increíble y la resistencia de los pueblos debe estar a la altura de los acontecimientos. Hoy estamos en una etapa en que el capitalismo está en graves problemas y, en consecuencia, también lo están sus instituciones como la OMC. El capitalismo está en crisis debido a las crisis que él mismo ha provocado; no hay ninguna posibilidad de que el capitalismo de la talla frente a la crisis climática. Si se desata una resistencia como la que vimos en 1999, podríamos hallarnos frente a la posibilidad de un nuevo orden mundial”.

Por más ineficaz que sea y a pesar que apenas se mantiene a flote, la OMC seguirá siendo una amenaza para el bienestar de los pueblos del mundo y el medioambiente, siempre que nuestros gobiernos sigan sosteniendo el mito de que la OMC puede ofrecer una salida a las crisis actuales y dar lugar al desarrollo. El sistema de la OMC no sólo es incapaz de promover el pensamiento creativo necesario para enfrentar los desafíos del momento, sino que, lo que es peor aún, suprimirá el surgimiento de otros sistemas, espacios y procesos más adecuados para dar pie a nuevas formas de producción, de consumo y de vida. Es tiempo de que nuestros gobiernos le cierren las puertas a la OMC y la dejen descansar para siempre.

* Shalmali Guttal trabaja con Focus on the Global South y estuvo en Ginebra en la reunión ministerial de la OMC. Para contactarse con ella, escribir a s.guttal@focusweb.org

Notas

1.http://www.fpif.org/fpiftxt/5420

2.http://www.ituc-csi.org/IMG/pdf/Final_-_Statement-WTO-19-11-09.pdf

3.http://ipsnews.net/africa/nota.asp?idnews=49527

4.http://www.wto.org/english/thewto_e/minist_e/min09_e/blog_e.htm

5.http://www.tradeobservatory.org/library.cfm?refID=106985

6.http://www.tradeobservatory.org/library.cfm?refID=106985

7.http://www.tradeobservatory.org/library.cfm?refid=106987

8.http://www.fpif.org/fpiftxt/5441

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LECCIONES DE LA MARCHA POR LA LIBERTAD DE GAZA

por Walden Bello*

Este artículo fue publicado por primera vez en Foreign Policy in Focus, el 2 de enero de 2010

A las 8 AM el miércoles 30 de diciembre, ocupé mi asiento en el autobús que nos llevaría desde el centro de la ciudad de El Cairo hasta la Franja de Gaza.

La noche anterior, Medea Benjamin, co-fundadora de Code Pink, el organizador principal de la Marcha por la Libertad de Gaza (GFM por su sigla en inglés) me había pedido que encabezara la delegación de 100 personas, representativa de los 1362 manifestantes que habían convergido en el Cairo para ir hasta la Franja de Gaza. El motivo de esta “designación” era mi condición de miembro de la Cámara de Representantes de Filipinas.

El plan original había sido que todos los participantes de la GFM se integraran a una marcha organizada por grupos de la sociedad civil en la Franja de Gaza, a realizarse el 31 de diciembre. Unas semanas antes de la fecha programada, sin embargo, el gobierno egipcio no dio autorización para que la GFM ingresara a la Franja de Gaza a través del cruce de Rafah. Para impedir que los manifestantes ingresaran a El Cairo, canceló todos los permisos que había obtenido la GFM para reunirse en diferentes edificios de la ciudad. Los motivos del gobierno no estaban muy claros, pero la negativa tenía que ver aparentemente con la voluntad del gobierno de no provocar a Israel y con las malas relaciones de Egipto con la organización islámica Hamas que controla la Franja de Gaza.

La marcha fue víctima de la ‘realpolitik’ regional e internacional.

Solución de compromiso

Fuese como fuere, los organizadores no cancelaron la marcha, abrigando la esperanza de que con la llegada a El Cairo de manifestantes provenientes de 42 países, el gobierno egipcio cedería y le permitiría a la marcha ingresar a la Franja de Gaza. La vida les dio la razón. Dos días de presión que incluyeron una acampada frente a la Embajada de Francia, que fue tolerada, por no decir encubiertamente apoyada por el personal de la embajada, y una marcha al World Trade Center donde se encuentra la sede de las Naciones Unidas, fueron determinantes para que el gobierno egipcio buscara un arreglo a través de Susan Mubarak, la esposa del presidente del país. La solución: una delegación de 100 personas sería autorizada a cruzar la frontera e ingresar a la Franja de Gaza. En estas circunstancias, muchos, incluido yo mismo, consideramos que eso era lo máximo que íbamos a conseguir, y la gente asociada a Code Pink, el grupo que ofició de principal organizador de la marcha, empezó a seleccionar a 100 personas para componer la delegación, tomándose mucho trabajo para garantizar que la misma fuera equilibrada en términos de representación por país y organización.

Pero resultó demasiado bueno para ser cierto. El comité organizador de la GFM inicialmente aprobó el plan. Sin embargo, en una reunión que duró hasta las 4 AM, el 30 de diciembre, se rompió el consenso del comité. Una de las razones por las que esto pasó fue que el ministro de relaciones exteriores de Egipto hizo pública una declaración donde describía a las 100 personas que irían a la Franja de Gaza como los “buenos elementos” de la GFM, por contraposición a los “malos” que se quedarían en el Cairo. Para algunos, esto no era más que propaganda del gobierno que debía tomarse con calma y no permitir que perturbara el desarrollo de la misión a la Franja de Gaza. Para otros, eso ponía en duda la legitimidad de la caravana.

Confusión

Sin embargo, no hubo tiempo suficiente para comunicarles la falta de consenso a los 100 elegidos que ya habían comenzado a reunirse muy temprano, a las 6 AM cerca del Hotel Isis, junto con otros que mantenían la esperanza de poder subirse a los autobuses, al pie del puente 6 de octubre cerca de la Plaza Tahrir. A las 8 AM ya se había reunido un grupo en el punto de partida para gritar epítetos a los que estábamos en los autobuses, tildándonos de “divisionistas”, “traidores” y “colaboradores con el gobierno egipcio”. ¡Estos participantes de la Marcha por la Libertad de Gaza se manifestaban contra los que supuestamente íbamos a representarlos en Gaza! Que éramos una delegación de solidaridad que formaba parte de los esfuerzos por romper el cerco que mantiene Israel sobre la Franja de Gaza, fue algo que quedó totalmente en el olvido. De un momento a otro pasamos a ser calumniados como peones del gobierno egipcio.

Rara vez había sido testigo de un despliegue más absurdo de ingenuidad y desorientación política. Esas personas efectivamente pensaban que la nominación de una delegación de 100 personas como solución de compromiso había sido una capitulación, y que endureciendo la posición podrían lograr que el gobierno autoritario de Egipto nos permitiera a todos los 1362 presentes en El Cario ingresar marchando a la Franja de Gaza. ¿En qué planeta creían que estaban?

En ese momento se dio el colapso del liderazgo. Algunos organizadores que la noche anterior habían estado reclutándonos para integrar la delegación, nos instaban ahora a que nos bajáramos de la caravana de autobuses porque la misma “no representaba” a la Marcha por la Libertad de Gaza. Todo se hizo aún más surrealista cuando importantes líderes de dos organizaciones con sede en la Franja de Gaza y Cisjordania pertenecientes al Movimiento por el Boicot, la Desinversión y Sanciones (BDS por su sigla en inglés) y PENGON, el Colectivo de la Sociedad Civil Palestina, llamaron para disuadirnos de cruzar hacia la Franja de Gaza porque eso “dividiría al movimiento”.

Hasta ese momento, yo había estado discutiendo con los exaltados que presionaban para que nos bajáramos de los autobuses, diciéndoles que iba a la Franja de Gaza como un acto de solidaridad entre el pueblo de Filipinas y el pueblo de la Franja de Gaza y Palestina. Pero cuando los líderes de la GFM en El Cairo y sus contrapartes en la Franja de Gaza nos dieron la espalda, decidí que seguir el viaje en el autobús ya no era viable. La caravana quedó huérfana, había sido denunciada por la GFM y quedó desautorizada por algunos de sus organizadores, y los 65 que continuaron el viaje a la postre no representaban a nadie más que a sí mismos y se enfrentaban a una recepción incierta en la Franja de Gaza.

Lecciones

El 31 de diciembre, el día que se suponía marcharíamos en Gaza, las muy reducidas fuerzas de los manifestantes de la marcha valientemente realizaron acciones en diferentes puntos de El Cairo, que fueron fácilmente contenidas por las fuerzas de seguridad egipcias. De todas formas, estas manifestaciones que incluyeron una animada marcha de varios centenares de personas al mediodía en la Plaza Tahrir y una ceremonia con velas encendidas a media noche, captaron la atención de los medios internacionales y demostraron que el pueblo de la Franja de Gaza no había sido olvidado por el resto del mundo. La verdad es que gracias a la realización de diversas marchas ese mismo día en la propia Franja de Gaza, en Israel y en distintas ciudades del mundo, la convocatoria al “día de romper el cerco de la Franja de Gaza” fue en general muy exitosa, a pesar del fracaso de la acción principal en Egipto, dejando en evidencia la preocupación mundial por la terrible situación que vive la población en la Franja de Gaza.

La GFM fue una idea que inspiró a mucha gente en la Franja de Gaza y en todas partes del mundo. Gente con las mejores intenciones y con gran dedicación hizo su camino hasta El Cairo con la esperanza de poder llegar a la Franja de Gaza. Organizaciones como Code Pink realizaron hercúleos esfuerzos para hacer realidad la marcha. Sin duda, reunir 1362 personas de todo el mundo en un único lugar para un evento de solidaridad con Palestina fue todo un logro en sí mismo. Y muchos de los manifestantes que llegaron a El Cairo no sintieron que su esfuerzo había sido en vano ya que sus acciones de masas, incluidas la acampada frente a la Embajada de Francia y una muy publicitada huelga de hambre, si contribuyeron efectivamente a llamar la atención de la opinión pública mundial sobre la terrible situación que vive la población de la Franja de Gaza.

A pesar de todo lo dicho y hecho, sin embargo, la realidad es que ni los manifestantes internacionales ni sus representantes pudieron ingresar a la Franja de Gaza. Cualesquiera fueran sus intenciones, el gobierno egipcio tuvo una conducta terrible y, si bien argumentó que buscaba proteger los intereses del Estado egipcio, lo cierto es que terminó poniendo en evidencia su carácter autoritario, y no fue para nada lindo. Pero uno también debe culpar a muchos de los líderes clave de la marcha por no haber educado a los manifestantes respecto de los límites de la presión de la sociedad civil en un Estado autoritario, por no haberles enseñado que una delegación de 100 personas como solución de compromiso no constituía una capitulación, sino el mejor acuerdo posible dadas las circunstancias. En lugar de asumir su compleja tarea con valentía, la mayoría de los líderes lamentablemente se dieron por vencidos en un momento crítico.

La GFM, a la que tanto habíamos apostado muchos de nosotros, no logró su objetivo. No obstante, este resultado puede generar otros eventos exitosos de solidaridad con el pueblo palestino en el futuro, en la medida en que seamos capaces de incorporar las lecciones de El Cairo. Una de las lecciones clave es que debemos dejar de lado rápidamente la ingenuidad política y aprender a equilibrar la adhesión a los principios con el pragmatismo, algo que estuvo amargamente ausente en esta ocasión. Debemos liberarnos del “todo o nada, una mentalidad que a menudo se confunde como una postura política principista y progresista pero que no lleva más que a la parálisis política.

* Walden Bello es diputado de la Cámara de Representantes de Filipinas en representación del Partído de la Acción Ciudadana (Akbayan), presidente de la Freedom from Debt Coalition, analista del Insituto Focus on the Global South con sede en Bangkok.

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LA MARCHA POR LA LIBERTAD DE GAZA: EN MEDIO DEL PANDEMONIO REGIONAL

por Javad Heydarian*

La estabilidad política es un bien escaso en la conflictiva región del Medio Oriente; de ahí que, la primera prioridad del gobierno de Mubarak sigue siendo esencialmente la misma desde hace décadas: garantizar un mínimo de estabilidad y preservar una semblanza de consenso político interno.

Nada justifica ni valida la respuesta abiertamente “cautelosa” y “restrictiva” de las autoridades egipcias a la Marcha por la Libertad de Gaza que constaba de 1400 personas provenientes de 42 países, pero eso no impide evaluar el contexto socio-político general y apreciar la enorme presión bajo la cual el gobierno egipcio se ve forzado a tomar decisiones.

Aunque Israel controla la mayor parte de la frontera con Gaza, Egipto mantiene un control “calificado” sobre la frontera de Rafah; no obstante, existe un complejo sistema de coordinación entre Israel y Egipto sobre Gaza. Según manifestara un ex primer ministro de la Autoridad Palestina en alguna charla reciente, los egipcios están extremadamente preocupados por su imagen en el mundo árabe más amplio y resienten fuertemente el hecho que muchos los consideren cómplices del cerco que ha creado Israel sobre Gaza. Al mismo tiempo, el gobierno egipcio sufre una inmensa presión, en particular de Estados Unidos, para seguir honrando el Tratado de Paz de 1979 de cara a Israel.

Egipto está además muy preocupado por la posibilidad de un éxodo masivo de refugiados provenientes de Gaza hacia territorio egipcio si se abren sus fronteras con Gaza. A medida que se acercan las próximas elecciones presidenciales, Egipto teme un resurgimiento de los elementos islamistas, así como el fortalecimiento de la alianza de hermandad musulmana Hamas, que puede poner en serio riesgo las tres décadas de reinado de un autoritarismo secular liderado por el Presidente Mubarak.

Después de la firma de la “paz fría” con Israel como resultado de las negociaciones de Camp Davis en 1978, Egipto ha evitado las confrontaciones con la que sin duda es la mayor potencia militar de la región, y profundizó sus relaciones con EE.UU. que ayudó al país a embarcarse en un proyecto de reconstrucción nacional de grandes proporciones, pero con costos considerables. Aunque la paz con Israel proporcionó a Egipto un lapso de tiempo amplio para la rehabilitación de un país golpeado por la pobreza y destruido por la guerra, en el frente político Egipto perdió el prestigio que solía ostentar como la principal potencia revisionista de la región – particularmente durante la presidencia de Nasser—y la vanguardia de la causa Árabe.

La “paz fría” con Israel ha perdurado incluso después del asesinato de Sadat en 1981; mientras las fuerzas de defensa israelíes invadían el Líbano y Palestina en los años y décadas siguientes, Egipto se mantuvo impávido y se negó a intervenir a pesar del fuertísimo reclamo internacional para que actuara e impidiera la matanza de civiles árabes inocentes.

La sociedad egipcia no es para nada monolítica; grandes sectores de la sociedad –desde la hermandad musulmana, ricos empresarios y ciudadanos comunes- apoyan la causa palestina y albergan fuertes sentimientos solidarios ante la prolongada crisis humanitaria que atraviesa Gaza.

Inicialmente, después que el Presidente Sadat cerrara el trato con los israelíes, el mundo árabe intentó vehementemente aislar a Egipto; pero Egipto simplemente es demasiado grande para ser ignorado. Sigue siendo la potencia militar más fuerte y el centro cultural del mundo árabe, aunque esté muy lejos de ser lo que fuera durante el período de Nasser.

El surgimiento de nuevos actores

Cuando aparece un problema de raíces profundas –como el conflicto Palestino-israelí- y las potencias tradicionales no actúan de manera decisiva, el terreno es fértil para que surjan nuevos actores políticos. Irán ha sido el gran beneficiario del declive estadounidense en el Medio Oriente. En 2003, Irán -un país que luchó durante décadas para sobrevivir severas sanciones y recuperarse de ocho años de una guerra civil mutiladora que dañó de manera grave su infraestructura- se encontró repentinamente en una posición estratégica muy favorable. Se deleitaba con el hecho que Saddam y los Talibanes habían sido destronados, y al mismo tiempo que Estados Unidos forzaba hasta el extremo su maltrecho poderío militar para mantener sus intereses estratégicos en la región.

En cuestión de años, Irán se transformó en un actor fundamental, no sólo con respecto a la política iraquí sino además en el Líbano, Palestina y hasta cierto punto en Yemen y Afganistán. Irán pasó a ser la voz pública más crítica contra Estados Unidos, fustigando al mismo tiempo a Egipto y otros aliados de los occidentales como títeres que traicionaron la causa Palestina y la voluntad de sus pueblos. Por otra parte, Qatar, un diminuto reino pero rico en energía, se auto-catapultó a la cima de la prosperidad económica que le reportó dividendos políticos muy grandes a un país que antes merodeaba en las sombras. Qatar es hoy en día el país más rico del planeta en términos per cápita, y disfruta de una relación amistosa tanto con Irán como con Estados Unidos.

Por ejemplo, la agencia de noticias Aljazeera News es una importante institución mundial que está financiada y tiene su sede en Qatar, dándole una ventaja enorme en la política de información, que es una fuente inmensa de poder blando. Lo que fastidia a los egipcios, tal como nos lo contó un embajador, es que en los últimos años Qatar ha jugado un papel central de liderazgo de iniciativas que apuntaban a resolver el conflicto Palestino-Israelí y Sirio-Israelí, en tanto que Egipto quedó relegado a un papel secundario. Estos acontecimientos –el ascenso de Irán como potencia Shiíta, y que un pequeño Estado en el Golfo Pérsico le saque la delantera a las potencias tradicionales en el liderazgo de iniciativas importantes- no les resultan en absoluto gratos a los dirigentes egipcios.

Reconfiguraciones varias en la política palestina e israelí

Después del asesinato del Primer Ministro Rabin a manos de un ultra-religioso israelí en 1995, el proceso de Oslo y las perspectivas de paz fracasaron rotundamente, y tanto la política israelí como la palestina se derechizaron y el uso de la violencia y la fuerza pasó a ser la forma de hacer política. En 1996, el partido del Likud llegó al poder y congeló el proceso de Oslo. El Presidente Clinton no logró que la OLP e Israel concretaran un acuerdo en las conversaciones de Camp Davis (2000), mientras que Bush vaciló completamente a la hora de impulsar la materialización del plan de paz saudí (2002) y la iniciativa de acuerdos de Ginebra (2003) en la cumbre de Annapolis de 2007 que reunió a todos los actores a excepción de Irán.

Hoy en día el gobierno israelí está en manos de una coalición política derechista de línea dura encabezada por Netanyahu y Lieberamn, mientras que Hamas controla la Franja de Gaza estimulado por los resultados de las elecciones de 2006 –negándose a renunciar a la violencia contra Israel- a la vez que sigue disputándole el liderazgo palestino a Fatah.

Si bien la guerra de palabras anima los intercambios cotidianos entre los líderes israelíes y palestinos, sigue existiendo un peligro real de una nueva ronda de ofensivas militares y una escalada total del conflicto.

El movimiento pro-palestino y la Marcha de Gaza

A diferencia de los grupos de presión pro-israelíes, despiadadamente eficientes y efectivos, el movimiento mundial pro-palestino todavía está en proceso de consolidarse y aún le falta arraigar profundamente en la política y los debates de Occidente. El movimiento aparentemente no es inmune al abismo que separa los dos lados del Atlántico. Sobran testimonios sobre la falta de consenso entre los elementos progresistas estadounidenses por un lado, y los de Europa continental por el otro. Hay una divergencia notable en torno a una multitud de temas tácticos y estratégicos, incluyendo los distintos enfoques que podrían adoptar los activistas de cara a la resolución de la cuestión Palestina y la lucha en distintos frentes contra las viles políticas israelíes.

Estas divergencias dentro del movimiento les hicieron el juego a las autoridades egipcias que calificaron la marcha en su conjunto como una red floja de organizaciones dispares de la sociedad civil, cada una con sus propios enfoques y opiniones soberanas. Es de destacar que las autoridades egipcias justificaron erróneamente, si no conscientemente, sus enérgicas medidas de fuerza argumentando que los elementos más ‘militantes’ formaban parte y estaban empotrados en la coalición de la Marcha de Gaza.

Ingenuidad política vs idealismo pragmático

El idealismo y el pragmatismo son dos principios que deben coexistir en un cuidadoso equilibrio, en particular en un país como Egipto. Frente a 1400 activistas experimentados provenientes de 42 países, las autoridades egipcias enfrentaban un dilema importante. Si les permitían a los manifestantes avanzar con sus planes, siempre cabía la posibilidad que una marcha histórica tal inspirase a una masa crítica de egipcios a salir a la calle y aprovechar la oportunidad para expresar su propio malestar ante la política egipcia actual de complicidad con Estados Unidos e Israel en torno a la crisis de Gaza. Las consecuencias políticas de ese escenario factible eran de un riesgo enorme, y las autoridades integraron esa evaluación a su cálculo estratégico general.

Por otra parte, negarles totalmente el permiso a los manifestantes para que siguieran con los planes que los ministerios de Relaciones Exteriores y del Interior ya habían inicialmente autorizado, podía provocar reacción internacional de indignación y dañar seriamente la imagen de Egipto como país en “democratización” y como nación que simpatiza con el sufrimiento de sus hermanos árabes en los territorios ocupados de Palestina. En todo momento hubo negociaciones y diálogos constantes entre los líderes de la Marcha –tales como sus organizadores de Code Pink, la escritora Alice Walker, el legislador filipino Walden Bello, la ex Vice Presidenta del Parlamento de la UE Luisa Morgantini- y las autoridades egipcias, al igual que con el representante de Naciones Unidas en El Cairo. Finalmente, con la ayuda de un prestigioso líder palestino llamado Nabil Shaath, se negoció un acuerdo con la primera dama Susan Mubarak que fue aceptado en su momento por el Presidente Mubarak. En muchos sentidos era una solución de “compromiso razonable” con el Ministerio de Relaciones Exteriores egipcio. El gobierno egipcio aceptó el acuerdo y autorizó que una “delegación representativa” de unas 100 personas ingresara a territorio de Gaza.

Las fisuras al interior del movimiento llegaron a su máxima expresión cuando varios de los manifestantes frustrados describieron este acuerdo como una traición a la misión en su conjunto y presionaron a la delegación representativa a bajarse de los autobuses antes que partieran para Gaza. El resultado fue una escena lamentable de confusión, caos y confrontación. Muchos delegados cedieron a esa presión y eso significó el colapso del acuerdo. Unos pocos delegados permanecieron en el autobús y eventualmente partieron para Gaza.

En las horas y días siguientes, la lucha interna y las tensiones crecientes dejaron la imagen de un movimiento totalmente desmembrado y en estampida, a pesar de los esfuerzos denodados de muchos organizadores para mantenerlo unido e impedir que siguiera la confrontación. En los últimos días, hubo considerables intentos de manos de Code Pink --como organizadores de la marcha—y de otros para volver a reunir al movimiento y recordarle a cada uno que todos los esfuerzos apuntaban a expresar nuestra solidaridad con el pueblo de Gaza. Al acercarse el Año Nuevo, un gran número de manifestantes se reunió en la Plaza Tahrir en El Cairo, para una vigilia con velas encendidas por el pueblo de Gaza.

Gradualmente la atmósfera de serenidad y el sentimiento de dolor fueron dando paso a un profundo sentido de esperanza, a medida que los manifestantes tomaron conciencia de la larga batalla que queda por delante para la liberación de Gaza y Palestina.

La pasión y el compromiso sin renuncias son elementos esenciales del espíritu de un movimiento, pero es la comprensión lúcida del contexto político en el que se opera lo que define el éxito de nuestra misión. Podemos tener una idea clara de lo que consideramos nuestro “fin” y nuestros “objetivos”, pero tenemos que explorar el mundo sombrío de los “medios” y las “estrategias” con menta abierta y profunda sabiduría.

En última instancia, un delicado equilibrio entre una política de alianzas y construcción de coaliciones incluyente por un lado y el respeto a la viabilidad política por otro, innegablemente resultará en un aumento de la eficacia general y la cohesión organizativa interna necesarias para una acción sostenida y una incidencia efectiva. Desde una perspectiva más optimista, lo que se logró en esos nostálgicos días en El Cairo fue generar una base para el futuro, en la que las redes institucionalizadas de organizaciones pro-palestinas, delegaciones y enviados puedan contribuir a la resolución de la prolongada crisis humanitaria que sufre Gaza.

* Javad Heydarian participo en la Marcha por la Libertad de Gaza. Es especialista en política del Medio Oriente en la Universidad de Filipinas y actualmente es asistente del Legislador filipino Walden Bello, que integra la Cámara de Diputados de dicho país en representación del Partido de los Ciudadanos (Akbayan).

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