ENFOQUE SOBRE COMERCIO

No. 143, Septiembre 2008


EN ESTA EDICIÓN de Enfoque sobre Comercio, Chanida Chanyapate y Jacques-chai Chomthongdi echan luz sobre la situación política en Tailandia –que realmente hace falta – y Herbert Docena analiza porqué un acuerdo trascendente entre el Frente Moro de Liberación Islámica y el gobierno filipino se desarmó en el último minuto. También escribiendo desde el punto de vista de Asia, Walden Bello analiza la crisis financiera actual con un cierto sentido de deja vu, y explica paso a paso porqué sucedió.


ASIA: LA DEBACLE FINANCIERA DE WALL STREET, VISTA DESDE ASIA

Walden Bello


TAILANDIA: LA SUPUESTA REVOLUCIÓN

Chanida Chanyapate y Jacques-chai Chomthongdi


FILIPINAS: EN POS DE UN MEMORANDO DE AUTODETERMINACIÓN

Herbert Docena


EEUU: ABC DE LA DEBACLE FINANCIERA DE WALL STREET

Walden Bello



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http://www.focusweb.org/focus-on-trade-number-143-september-2008.html

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ASIA: LA DEBACLE FINANCIERA DE WALL STREET, VISTA DESDE ASIA

por Walden Bello*


Para muchos, la crisis de Wall Street es una reiteración, aunque a una escala mucho mayor de la crisis financiera asiática que trajo a pique las economías vibrantes de los “tigres” del Este. La escandalosa falta de regulación de Wall Street nos trae a la memoria la terrible eliminación de los controles de capital que aplicaron los gobiernos del este asiático, bajo la presión del Fondo Monetario Internacional y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Aquella situación fue el detonante de un tsunami del capital especulativo que invadió los mercados asiáticos y que luego retrocedió dramáticamente después que se derrumbaron los astronómicos precios de los inmuebles y los valores de la bolsa.


La propuesta del Secretario del Tesoro Paulson de una gigantesca operación de rescate de los disminuidos titanes de Wall Street le recuerda aquí a la gente los miles de millones de dólares que el FMI puso sobre la mesa luego de la crisis del 97, diciendo que era para asistirnos, cuando el destino del dinero, en realidad, era salvar a los inversionistas extranjeros.


Así que en Asia, tanto los gobiernos como los actores financieros son escépticos sobre el parloteo de Washington de volver a una regulación del sector financiero, y aunque aquí los bancos centrales y los fondos soberanos tienen las arcas llenas de efectivo, los gobiernos actúan con cautela para no ser arrastrados por la vorágine de Wall Street. Entre los fondos oficiales del Este Asiático, solamente Temasek de Singapur y la Corporación de Inversiones China se han puesto a las órdenes. Temasek inyectó más de US$4 mil millones a Merril Lynch hace unos pocos meses, peo solo después de un duro regateo. CIC invirtió US$5 mil millones en Morgan Stanley el pasado mes de diciembre, pero rechazó la petición desesperada de este banco problematizado que le reclamaba que aumentara su participación accionaria en la firma. Aunque inicialmente fue considerado un potencial salvador, el Banco de Desarrollo Coreano rechazó las propuestas de Lehman Brothers una semana antes de su histórica caída en bancarrota.

Billones de dólares de fondos asiáticos, públicos y privados, se están volcando en firmas y propiedades estadounidenses, mientras los cinco grandes compradores asiáticos dan cuenta de más de la mitad de toda la inversión extranjera en los instrumentos de deuda del gobierno estadounidense. Los fondos provenientes de Asia se han vuelto propulsores claves del gasto público y el consumo de la clase media estadounidense, dos elementos que se han transformado en las fuerzas motrices de la economía del país. Con tanta de la riqueza de Asia dependiente hoy de la estabilidad de la economía estadounidense, no es nada probable que se produzca un movimiento precipitado para abandonar las acciones de Wall Street ni los bonos del Tesoro estadounidense.


A nivel nacional, sin embargo, la preocupación es creciente y los defensores de los consumidores, las ONG y la academia exigen más transparencia respecto a en qué medida el sistema bancario local está expuesto a los activos tóxicos de Wall Street. En Filipinas, grupos de la sociedad civil convocan a prohibir el comercio de derivados, y llaman a volver a aplicar los controles de capital y a renegociar ahora la enorme deuda externa del país, aprovechando un momento en que los bancos internacionales están en posición de debilidad.


En toda Asia, por otra parte, hay resignación ante la inevitabilidad de la profundización de la recesión en Estados Unidos y la probabilidad de que tenga efectos de gran magnitud en Oriente: Estados Unidos es el destino más importante de las exportaciones chinas, y China importa materia prima y bienes intermedios de Japón, Corea y el Sudeste Asiático para fabricar los productos que luego envía a Estados Unidos. A pesar que hace apenas unos meses se hablaba de la posibilidad de desacoplar el destino económico de Asia del de Estados Unidos, hoy la mayoría de los observadores considera que ambas economías conforman una cadena de eslabones enlazados unos con otros, al menos en el corto y mediano plazo.

 

Ahora, una mayor integración regional es ampliamente vista como un antídoto saludable para una integración mundial que se ha salido de control. Algunos elementos de cooperación económica regional ya están funcionando, tal es particularmente el caso del llamado “ASEAN Más Tres” un grupo que reúne a la Asociación de Países del Sureste Asiático (ASEAN por sus siglas en inglés) más China, Corea y Japón en un mecanismo que busca facilitar el intercambio bilateral de fondos, ante la eventualidad de una crisis financiera. Este acuerdo en su momento podría transformarse en un fondo monetario regional pleno.


Por otra parte, los movimientos sociales y las ONG, si bien en teoría apoyan la integración regional, desconfían de un proceso monopolizado por las elites de los gobiernos que consideran no responden ante la ciudadanía. Insisten que la participación activa de la sociedad civil debe ser un elemento central en la conformación de estos agrupamientos regionales.


*Walden Bello es profesor de sociología de la Universidad de Filipinas, autor de Dilemmas of Domination (Holt), presidente de Freedom from Debt Coalition, y analista del instituto con sede en Bangkok Focus on the Global South. Este artículo apareció por primera vez en The Nation (en Internet) el 24 de septiembre de 2008.


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LA SUPUESTA REVOLUCIÓN

por Chanida Chanyapate y Jacques-chai Chomthongdi*


Los acontecimientos de los últimos meses en Tailandia han desconcertado a muchos, no sólo en el exterior sino en la propia Tailandia. Un número grande de manifestantes, compuesto principalmente por hombres y mujeres de mediana edad, ocuparon los terrenos de la Casa de Gobierno bajo las pancartas de la Alianza Popular por la Democracia (People’s Alliance for Democracy - PAD), exigiendo la remoción del Primer Ministro Electo Samak Sundravej y de su Partido, el Partido del Poder Popular (People’s Power Party – PPP). Ambos bandos –el PAD y el PPP- reclaman para sí la representación de la voluntad popular, e hicieron públicas opiniones sobre el fenómeno que oscilan entre los dos extremos: “la tiranía de la minoría” según Thitinan Pongsudhirak (Bangkok Post, 1 de septiembre de 2008) o “la tiranía de la mayoría” según Sutthichai Yoon (The Nation, 11 de septiembre de 2008).


Entre los movimientos sociales y las ONG tailandesas que han construido su credibilidad oponiéndose a la dictadura y promoviendo la democracia participativa, y que en el pasado utilizaron las movilizaciones callejeras para presionar a las autoridades y publicitar sus demandas, ha habido mucho debate interno sobre qué posición tomar. Se han organizado diferentes foros públicos de discusión para ayudar a la sociedad a encontrar caminos que permitan destrabar esta situación política de punto muerto. Este artículo resume estas discusiones y acciones que hemos mantenido aquellos de nosotros que nos encontramos en el medio de una furibunda batalla verbal que con altas y bajas ha predominado la mayor parte de los últimos dos años.


A comienzos de 2006, en el pico de la campaña contra el primer ministro Thaksin Shinawatra, el Comité Coordinador de ONG sobre Desarrollo (NGO-COD)- la principal red de ONG y organizaciones populares del país –visiblemente apoyaba al PAD. Miembros claves de NGO-COD se aliaron a varios de sus amigos y adherentes que se transformaron en líderes del PAD, haciendo discursos en los estrados del PAD. El principal objetivo era generar conciencia pública sobre temas trascendentes para la mayoría. Estos eran las políticas del gobierno de Thaksin, incluidos los efectos de la liberalización del comercio sobre los pequeños agricultores y los productores, la privatización del acceso de los pobres a la energía y el agua, las patentes y el acceso a los medicamentos, etc, y su impacto en las personas comunes. Resultó evidente que los partidarios del PAD, que por momentos superaban los cien mil, estaban dispuestos rápidamente a valorar estos análisis más progresistas, entre otras cosas porque alimentaban el fuego de su lucha para sacar a Thaksin.


FTA Watch, una coalición de ONG, académicos y movimientos sociales en la cual Focus participa, se había revitalizado después del triunfo de la lucha por detener físicamente la sexta ronda de negociaciones del tratado de libre comercio entre Tailandia y Estados Unidos, dos meses antes de la conformación del PAD. La aparición del PAD representó una nueva oportunidad para desenmascarar el libre comercio y ampliar sus argumentos contra las futuras negociaciones de un TLC.


Como respuesta al PAD, unos 8.000 pobladores de las regiones del norte y el noreste, autodenominados “la Caravana de los Pobres por la Democracia” avanzaron motorizados en tractores para acampar en un parque en las afueras de Bangkok en apoyo a Thaksin y su decisión de realizar una elección inmediata como manera de poner fin a las protestas del PAD. Su llamamiento era simple: dejemos que la democracia sea la que marque el curso. Sus argumentos, que hasta el momento su gente estaba satisfecha con lo que habían obtenido del gobierno de Thaksin, es decir, acceso a créditos procedentes de los fondos para los poblados de un millón de baht, títulos sobre las tierras para los ocupantes de reservas de bosques degradadas, y un programa de salud universal de treinta baht, y su voluntad de garantizar que las dos cabezas de ganado por hogar se entregaran tal como se había prometido. Este movimiento tuvo su lugar para expresarse en un foro organizado por Focus en la Universidad de Chulalongkorn durante el momento pico de la confrontación.


Un hecho interesante fue que una de los 15 líderes de la Caravana de los Pobres era además líder de la Asamblea de los Pobres (AoP por sus siglas en inglés), de la Provincia Roj-Et. Si bien la posición oficial de la AoP –una coalición de movimientos sociales— era de no involucramiento en lo que consideraban una contienda de las elites políticas, su líder decidió buscar una nueva plataforma desde donde hacer oír sus opiniones.


Cuando el gobierno de Thaksin optó por llamar a elecciones inmediatas en abril de 2006 en busca de un nuevo mandato, el electorado del país se dividió. Aunque los principales partidos de oposición boicotearon la elección, doce millones votaron por el partido Thai Rak Thai de Thaksin y diez millones simplemente votaron “no” para expresar su oposición.


Aunque se lo justificó como una acción para impedir un baño de sangre generalizado entre los partidarios pro y anti Thaksin y como un llamado a la unidad nacional, el golpe de Estado militar del 19 de septiembre de 2006 fue un intento obvio del bloque de poder, incluidos los militares, la burocracia y la judicatura leal al Rey, de eliminar el poder acumulado no sólo por Thaksin sino también por todos los defensores visibles del partido. A pesar que algunos sectores acogieron con agrado el golpe, Focus no fue el único que lo denunció como “un retroceso lamentable en el proceso de democratización del país”.


Tras las elecciones de abril de 2006, la justicia condenó al Partido Thai Rak de Thaksin por quebrantar la ley al tratar de ganar las elecciones de cuerpo de electores sin oposición (que requerían un número mínimo de votos para ser válidas). En el marco legal del momento, esto habría conducido a la disolución del partido Thai Rak Thai. Pero, aplicando de manera retroactiva una disposición de la constitución provisoria de 2006 redactada por un comité designado por los militares después de cometida la ofensa, se proscribió de la actividad política a todos los 111 ejecutivos del partido por un período de cinco años.


En el Foro Social tailandés en octubre de 2006, miles de activistas, incluidos militantes de ONG, campesinos y trabajadores, se reunieron y marcharon en contra del gobierno militar, llamando a una reforma política y social progresista. Inmediatamente se abrieron varios foros de debate sobre los contenidos de la nueva constitución a lo largo de la mayor parte del año 2007. En general, se entendió que éstos tenían una expresión independiente tanto del PAD como de la Caravana de los Pobres y de otros grupos pro-Thaksin.


FTA Watch estuvo a la cabeza de una campaña específica por la inclusión en la constitución de un artículo que exigía la participación pública y la aprobación parlamentaria previas en caso de cualquier negociación de un tratado o asociación comercial con países extranjeros. Cuando se puso a consideración de la ciudadanía el proyecto constitucional en el plebiscito de agosto de 2007, miembros del Comité Coordinador de ONG, incluido FTA Watch, decidieron oponerse por la simple razón de que en su conjunto, la nueva constitución le daba más poder a los militares, la judicatura y la burocracia que a la gente común. NGO-COD y FTA Watch también unieron fuerzas con las ONG independientes más grandes y grupos de trabajadores y agricultores en un bloqueo de protesta contra las reuniones finales de la Asamblea Nacional Legislativa instalada por los golpistas, que se apuraba a sancionar distintas medidas legislativas, en particular la Ley de Seguridad interna, considerada violatoria de los derechos humanos. El argumento esgrimido era que una vez aprobada la nueva constitución y estando ya programadas las elecciones, no había necesidad de que una asamblea no electa aprobara apresuradamente leyes que se podían dejar para que la asamblea a ser electa las procesara debidamente un mes más tarde.


Entre tanto, varios defensores de Thaksin se unieron a un grupo de activistas anti-golpe para conformar el Frente Unido por la Democracia Contra la Dictadura (UDD por sus siglas en inglés) para organizar manifestaciones contra los militares y el gobierno instalado por el golpe. Entre otras cosas llamaron además a votar contra la nueva constitución.


Sin embargo, la constitución fue aprobada con una mayoría de alrededor del 60% en agosto de 2007, después de un esfuerzo propagandístico descomunal a su favor, realizado por los militares y el gobierno que estos habían instalado. Aunque la nueva constitución fue diseñada para impedir el retorno de Thaksin al poder, las elecciones de diciembre de 2007 significaron la vuelta de Thaksin. Con un nombre nuevo, el Partido del Poder Popular (PPP), Thaksin ganó las elecciones con la misma base de miembros, los mismos parlamentarios, los mismos dirigentes y las mismas sedes, y casi el mismo logotipo que el partido Thai Rak Thai, ahora liderado por Samak Sundaravej, un veterano político elegido por Thaksin, conjuntamente con las esposas, parientes y parientes políticos de los 111 ejecutivos del Thai Rak Thai proscritos. Pero aunque obtuvo el mayor número de escaños en el parlamento, no fueron suficientes para conformar el gobierno por sí mismo.


Cuando quedó en evidencia que el primer objetivo de la nueva coalición de gobierno era enmendar la nueva constitución para revertir la prohibición impuesta al partido Thai Rak Thai, el PAD que había estado dormido durante el gobierno provisorio instalado por el golpe volvió a movilizarse para impedir esta movida. El Comité Coordinador de ONG y sus redes, sin embargo, adoptaron una posición diferente argumentando que cualquier enmienda debía seguir un proceso de debate popular incluyente y ser aprobada por un plebiscito.


Aunque el gobierno de Samak retiró su propuesta de enmiendas constitucionales, el PAD subió la apuesta, incorporando a sus demandas la remoción de SAVAK y su gobierno “títere”. Tanto Samak como los líderes del PAD convocaron a todo el pueblo a tomar partido en esta contienda. Después de ocupar una intersección importante durante semanas, el PAD declaró su intención de avanzar en pos de la ‘batalla final’ y ocupar la Casa de Gobierno.


La respuesta de las ONG y las organizaciones populares por primera vez en la historia fue dividida. La NGO-COD de la Región Sur declaró abiertamente su apoyo al PAD mientras a nivel nacional y en otros comités regionales se decidió lo contrario. Varios sindicatos de empresas estatales y varios grupos de comunidades rurales también se unieron al PAD, mientras otros permanecieron escépticos.


En el último conteo, la mayoría silenciosa políticamente neutra que se niega a tomar partido ganó en Bangkok, donde el PAD se pensaba más fuerte, llegando al 60% en tanto que el PAD recibió el 20,5% y el gobierno de Samak el 19,6%. En la provincia nororiental de Nakhon Ratchasima, que se pensaba era una zona pro-Thaksin, la mayoría silenciosa fue incluso más mayoritaria llegando al 65,8%, en tanto el PAD y el gobierno obtuvieron el 17,7% y el 16,5% respectivamente (las encuestas de ABAC y de la Universidad de Rajabhat informaron estas cifras en el Bangkok Post, el 8 de septiembre de 2008).


El PAD en su actual constitución se autodenomina la “fuerza de la pureza”. Es un grupo heterogéneo formado por parte de la clase media de Bangkok identificada con Sondhi Limthongkul, empresario y figura mediática, y Chamlong Srimuang un político anteriormente retirado y líder de una corriente budista minoritaria. Además están los seguidores del líder del sindicato de empresas estatales Somsak Kosaisuk. A esto hay que agregarle las organizaciones comunitarias del Este, Noreste y Sur del país vinculadas de manera laxa a la Campaña por Democracia Popular liderada por Piphob Thongchai y Suriyasai Katasila, y finalmente un académico que se ha transformado en político opositor, Somkiat Pongpaibun, conocido durante mucho tiempo por su papel de asesor de la Asamblea de los Pobres.


No es difícil entonces entender que los objetivos a largo plazo del PAD no estén expresados de manera coherente, y que incluso a veces aparezcan versiones contradictorias. Lo que queda claro es el enfoque acérrimamente nacionalista del PAD de reafirmar su adhesión a la nación, la monarquía y la religión. Hablan de una “misión sagrada” de erradicar del país el “demonio de la política del dinero” que representan Thaksin y sus asociados en el “régimen Thaksin” (Anuncio No. 20 del PAD) que ha sido heredado por Samak y el Partido del Poder Popular. Pero ambos bandos tienen algo en común: siguen arrojándose acusaciones mutuas de lesa majestad sin ninguna consideración.


Muchos pueden concordar respecto del problema del dinero en la política. Esto opera a nivel de la compra de votos, principalmente en las áreas rurales, aunque el análisis de la clase media de estos hechos es bastante somero. También trabaja a nivel de la compra de ministros. Esto fue una práctica obvia durante el gobierno de Thaksin que reclutaba políticos locales como empleados pagos de una compañía de la cual él era el Director Ejecutivo.


Pero muchos tienen reservas asimismo respecto del modelo de la “nueva política” que propone el PAD como antídoto al problema.


Para romper el sistema de patronazgo dominado por los caudillos locales compradores de votos, la idea del PAD consiste en reducir el número de representantes electos directamente por las circunscripciones geográficas sustituyéndolos por ‘representantes públicos’ elegidos por circunscripciones ocupacionales o grupales.


Es una preocupación extendida cómo se puede poner esto en práctica preservando el principio del derecho electoral universal e igualitario. Primero existe confusión en cuanto a cómo se elegirán representantes por ocupación o grupo. ¿Serán designados, como dejan entrever las primeras comunicaciones del PAD? De ser así, ¿quiénes los designarán? ¿O acaso van a ser electos? Y en este caso ¿cómo se impedirá que vuelva a aparecer el problema de la política del dinero? Esto sin mencionar la tarea imposible en lo inmediato de clasificar a la población por ocupación.


Si la raíz del problema de la democracia tailandesa es la compra de votos, como lo plantea el PAD, seguramente el proceso para resolver el problema debe comenzar por investigar su razón de ser y por proponer soluciones para la gente supuestamente culpable de vender su voto, no privándoles de su derecho a votar ni disminuyendo el peso de sus votos.


En el mes de julio, la esposa de Thaksin, Podjaman, fue sentenciada a tres años de cárcel por evasión fiscal, en el primero de una serie de juicios por corrupción contra la familia de Thaksin y políticos del Thai Rak Thai. Ella y Thaksin quedaron luego libres bajo fianza y abandonaron el país. Algunos activistas quieren aprovechar el sentimiento de triunfo colectivo por este hecho para tomar el atajo de un nuevo comienzo político destronando a los cohortes políticos de Thaksin de una vez por todas. Pero muchos sienten temor por los sentimientos nacionalistas y monárquicos que parecen guiar las ideas de cambio político del PAD, entre otras razones, porque estos cambios probablemente resulten más regresivos que progresistas.


El PAD ha utilizado tanto un poder mediático como una organización sin precedentes para lograr que tíos, tías y padres, y en última instancia jóvenes estudiantes sacrifiquen la comodidad de sus hogares para acampar en las calles y los terrenos cercanos a la Casa de Gobierno. Sin embargo, muchos no pueden aceptar su creencia incuestionable, reforzada por pronunciamientos diarios de sus principales líderes, de que es suya la fuerza del bien y que cualquiera que esté en su contra es por consiguiente irremediablemente malo. Esto refleja en espejo la pasión que el autoritario Thaksin inspiraba en sus seguidores.


El polvo y el ruido de la batalla de palabras y amenazas de violentos choques han ahogado la voz de una minoría que intenta proponer una agenda de reforma política más progresista, incluyendo un proceso participativo de base más amplia. Visto durante largo tiempo como un enemigo por los partidarios de Thaksin, tan pronto como esta parte de la sociedad civil cuestiona, o simplemente interpela al PAD, inmediatamente es víctima de ataques virulentos sistemáticos desde el estrado del PAD y a través de sus medios de prensa y televisión.


Independientemente de lo que se piense sobre su táctica, el PAD ha constituido un paso notable en la sociedad tailandesa: ha hecho oír su voz opositora contra el monopolio del Estado en manos de políticos con intereses creados, y ha generado un espacio para cuestionar la legitimidad del gobierno. El hecho que el PAD haya sido capaz de ocupar la Casa de Gobierno durante un mes, obligando al Primer Ministro y al gabinete a trabajar en otra parte, que los líderes del PAD puedan ignorar las citaciones a juicio, y que incluso bajo las disposiciones de Estado de Emergencia, las fuerzas de seguridad se hayan mostrado reacias a moverse en su contra, lleva a la conclusión de que no le faltan partidarios y simpatizantes tácitos, especialmente en lugares clave de los centros de poder. Pero mientras el PAD puede gozar del apoyo secreto de los poderosos y privilegiados, lo que carece es de la voz de los pobres y los desposeídos.


La prueba para saber si el PAD puede instigar cambios positivos no depende de cuánto tiempo es capaz de ocupar la Casa de Gobierno, sino de cómo puede generar un proceso de reforma social y política más incluyente. La nueva política requiere de nuevos procesos que no sean dictados por un grupo, sino que garanticen igualdad de participación a todos los grupos de orientación independiente.


* Chanida Chanyapate es la coordinadora de Focus on the Global South y Jacques-chai Chomthongdi es investigador asociado. Ambos trabajan en la sede y programa de Focus en Tailandia.


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FILIPINAS: EN POS DE UN MEMORANDO DE AUTODETERMINACIÓN

por Herbert Docena*


A comienzos de agosto, el gobierno filipino y el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI) estuvieron a punto de firmar un acuerdo importante que podría haber acercado a ambas partes al fin de una guerra que lleva ya más de tres décadas. Los moros, la minoría islámica que habita al sur de Filipinas, han estado luchando contra el gobierno central para lograr una mayor autonomía desde la década de 1970. Pero el acuerdo, que enfrentó una gran oposición, pronto se desarmó.


Filipinas ha mantenido a los moros dentro de su Estado a la fuerza: contra su voluntad, los moros, que ya habitaban sus propios estados del sur, fueron incorporados a comienzos del siglo XX por colonizadores estadounidenses y sus socios filipinos del norte, a lo que se constituyó como el Estado nación de Filipinas. (1) Las tierras de los moros y los Pueblos Indígenas (PI) fueron declaradas propiedad filipina, sin su consentimiento. Decenas de miles de hectáreas se vendieron o arrendaron a empresas extranjeras o filipinas. Dominado por los grandes terratenientes filipinos que buscaban una salida para las crecientes demandas de redistribución de la tierra en el norte, el gobierno filipino aplicó programas de reasentamiento masivos que alentaron y empujaron a millones de campesinos empobrecidos y sin tierras hacia la región donde vivían los moros y los PI. Las leyes discriminaron a los moros y a los pueblos indígenas: en la década de 1920 por ejemplo, cada empresa podía ser propietaria de hasta 1.024 hectáreas de tierra, los colonos cristianos podían reclamar hasta 16 hectáreas cada uno, pero a los no cristianos sólo se les podían asignar cuatro hectáreas. (2)

Pero no fueron los colonos los más beneficiados. A fines de la década de 1980, más de la mitad de las tierras de la región estaban en manos de un puñado de dueños de plantaciones, empresas multinacionales, y concesionarios madereros que extrajeron los recursos de la zona pero se llevaron las riquezas fuera de la región. (3) En un momento dado se estimó que la región producía la mitad de los productos exportados por Filipinas. Entre tanto, los moros se habían convertido en los más pobres de un país pobre. El 80% de la población mora no tiene tierras; tienen la expectativa de vida más corta, la tasa de alfabetización más baja, y el menor acceso a la educación, la salud y otros servicios en el país. Si antes constituían la mayoría de la población de la región, hoy sólo dan cuenta de menos de la quinta parte. (4)


Aterrorizados por las milicias apoyadas por los políticos dueños de tierras y las fuerzas de seguridad del gobierno, acorralados en una porción cada vez más estrecha de la región, pero crecientemente conscientes de su penuria colectiva, los moros contraatacaron. A comienzos de la década de 1970 se alzaron en armas contra el gobierno filipino. Con apoyo público prácticamente universal entre la población mora, la lucha tomó el carácter de un movimiento popular insurgente por la liberación nacional. Aunque mal armados y mal entrenados, los moros se las ingeniaron para colocar en una encrucijada al ejército filipino apoyado por Estados Unidos. Sobrevinieron las conversaciones de paz. Momentáneamente los moros dejaron las armas y su apuesta a un país independiente a cambio de la promesa de mayor autonomía –promesa que el gobierno filipino ha roto de manera reiterada al conceder sólo poderes limitados a los moros, estableciendo un acuerdo de autonomía que se ajusta a los términos fijados por los filipinos.


El Memorando de Acuerdo sobre los Dominios Ancestrales (MOA-AD por sus siglas en inglés), resultado de la última ronda de negociaciones entre los moros y el gobierno, podría haber roto con esa historia de promesas incumplidas. Sin embargo, habiendo desatado una oposición estridente y generalizada, el acuerdo ha sido abandonado unilateralmente por el gobierno filipino. Las posibilidades de un acuerdo de paz nunca parecieron tan lejanas desde la década de 1970: A pesar del cambio de posición del gobierno, sin embargo, los moros quieren que las negociaciones de paz continúen; el gobierno por su parte dice ahora que reasumirá las conversaciones sólo si los moros se desarman. En otras palabras, si se rinden. Sin embargo, para el gobierno es imperativo, nuevamente, mantener a los moros dentro de Filipinas. Ahora que la puerta de la negociación se les cerró en la cara, a los moros no les queda otra opción que la resistencia.


Para aquellos que luchamos por la paz con justicia, nuestro deber no termina en simplemente impedir un estallido bélico general o convocar a un cese al fuego, si ese cese al fuego no hace más que perpetuar un estatus quo en el cual los Moros siguen siendo obligados a ser parte de Filipinas a punta de cañón. Nuestro deber es sencillamente defender una solución a largo plazo que aborde y termine la opresión histórica que sufre el pueblo moro. Ninguna solución llevará a la paz si ésta no es justa, y no será justa si no plantea el derecho de los moros a su autodeterminación. Aunque plantear ese derecho no sea suficiente para resolver el problema, no habrá ninguna solución real si esto no se consigue.


Visto desde el precipicio de una conflagración bélica general, la visión ofrecida por el MOA-AD aparece más precisa y más clara. Aunque ya se lo haya liquidado, sus propuestas y principios –no importa si se mantiene su nombre o no- podrían todavía resucitar el moribundo proceso de paz.


Un Estado dentro del Estado

El MOA-AD avizora la creación de la llamada Entidad Jurídica Bangsamoro (BJE por sus siglas en inglés), aunque efectivamente no la crea. La BJE se describe como un “Estado dentro de un Estado” o un “sub-Estado” que establece una relación asociativa con Filipinas. (6)


Esta entidad gobernante debe ejercer una “autoridad y responsabilidad compartida” con el gobierno filipino sobre un territorio específico: la zona que cubre la actual Región Autónoma del Mindanao Musulmán (RAMM); varias municipalidades que votaron para ingresar al RAMM en un plebiscito en 2001 pero que no lograron transformarse en parte del RAMM; más otras 735 aldeas cuyos residentes serán consultados si desean ser parte del territorio en un plebiscito a ser realizado en 12 meses a partir de la firma del MOA. Habría otra categoría, que abarca unas 1.500 aldeas, que se propone reciban asistencia socioeconómica del gobierno y después de 25 años, se consultará también a sus residentes si desean unirse a la BJE. (7)


La BJE tendrá su propia “ley fundamental”, sus propias fuerzas de seguridad, su propio sistema fiscal y financiero, y sus propias estructuras políticas y administrativas, incluidos los servicios civiles, electorales, judiciales, educacionales y otras instituciones. Podrá enviar misiones comerciales y firmar acuerdos económicos con otros países. Se le permitirá ejercer mayor autoridad sobre los recursos de su territorio como los minerales, el petróleo, el gas natural, etc., y tendrá poder para otorgar concesiones o celebrar acuerdos para la extracción de recursos. Las regalías provenientes de la explotación de esos recursos se dividirán de la manera siguiente: 75% para el gobierno de la BJE y 25% para el gobierno filipino.


Una solución de concesiones mutuas

A pesar que el MOA-AD no satisface el objetivo original de los moros de establecer un Estado independiente, va más lejos –y es más específico- que cualquiera de los acuerdos anteriores en otorgarles un autogobierno más amplio. Políticamente, la BJE tendrá más poder que el que tiene actualmente el RAMM, que es una entidad gubernamental creada como parte de acuerdos de paz anteriores, pero que tiene un mandato con potestades muy limitadas. Más que preparar el camino para la autodeterminación de los moros, el RAMM terminó siendo aún más erosionado por el gobierno, y más adelante fue dominado por poderosos clanes y jefes guerreros favorecidos por el gobierno filipino.


Como signo de la aceptación de los moros de los cambios demográficos que tuvieron lugar a partir de las políticas de reasentamiento auspiciadas por el gobierno, sin embargo, el territorio de la BJE será más pequeño que lo que era en la “patria” originalmente reclamada por los moros -e incluso menos que el área que supuestamente iba a ser destinada a la autonomía mora, de acuerdo a lo prometido en el Acuerdo de Trípoli de 1976 celebrado entre el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI) y el gobierno. Aunque está propuesto que el territorio cubra más poblados que los correspondientes al RAMM, su inclusión no está para nada asegurada: es de esperar que el gobierno, con todas las ventajas que tiene, haga todo lo posible para ganar el plebiscito que está previsto. En el interior de lo que quede como territorio gobernado por la BJE, nadie puede ser desalojado: el MOA-AD establece que se respetarán los derechos de propiedad existentes; lo que significa que las tierras otorgadas previamente por el gobierno a colonos y empresas –así como las tierras reclamadas por las comunidades de PI- no serán expropiadas. (8)


En otras palabras, el MOA-AD es un documento donde ambas partes hacen concesiones. Contrariamente a la opinión general de que el acuerdo es “demasiado bueno para ser cierto” –que el gobierno está siendo demasiado generoso- el MOA, exige en realidad más a los moros que al propio gobierno filipino. El gobierno filipino no perderá más que una fracción de control político y económico sobre una pequeña parte del territorio filipino todavía indefinida –el gobierno aún ejercerá “autoridad y responsabilidad compartidas” en dicho territorio, y los alcances de estos aspectos recién se establecerán en un acuerdo final- y no habrá expropiación de ninguna propiedad ni de personas físicas ni de empresas”. Los moros, por otra parte, no sólo dejarán atrás su reclamo sobre más tierras o su participación en los recursos ya extraídos; también dejarán de lado su sueño de un país propio.


Con el respaldo de los moros

A pesar que les exige realizar más concesiones, los moros han expresado su disposición a aceptar la solución intermedia que propone el MOA-AD. En realidad, el acuerdo está siendo impulsado por el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI), la organización más grande y más poderosa del movimiento de liberación moro en la actualidad –y apoyada además por otras organizaciones moras, que incluyen a las que no se alinean ideológicamente con el FMLI, conjuntamente con otros grupos no moros integrados también por cristianos inmigrantes y comunidades de Pueblos Indígenas. (9)


Aunque la directiva del FMLI tiene reputación de ser conservadora –muchos de sus líderes provienen de una clase terrateniente- no es necesario ser partidario del FMLI para reconocer que el pueblo moro, al igual que cualquier otro pueblo, tiene derecho a la autodeterminación. Independientemente de lo que uno piense de las posiciones políticas del FMLI, no puede negar que es representativo de las aspiraciones de los moros. Como indicador del apoyo que recibe entre la población mora, que se estima ronda los 4 o 5 millones, el FMLI ha demostrado ser capaz de movilizar al menos un millón de personas –y posiblemente más- en sus asambleas. No hay otro grupo en Mindanao, o incluso en toda Filipinas, que pueda igualarlo. Y, tal como empieza a entender el propio gobierno filipino, no habrá ningún arreglo negociado posible ni sustentable con los moros sin la participación del FMLI. Según el portavoz del Frente moro, Eid Kabalu, “el MOA-AD es el mejor de los acuerdos hasta ahora, porque aborda directamente la raíz del problema: la patria del pueblo Bangsamoro.” (10)


Este entusiasmo, obviamente, no es necesariamente compartido por todos los moros. Hay otros dentro del FMLI, en particular entre los ulama, que se dice que no estarían satisfechos con algunas de las disposiciones del MOA, y que sostienen que lo que se logra no es suficiente. Algunos líderes moros, según se informa, no están dispuestos a abandonar completamente su apuesta a la independencia total. Aunque no está claro qué tanto apoyo tiene esta opinión dentro de las filas del FMLI –ya que las mismas no se han hecho públicas—es de esperar que conciten más adhesiones si las conversaciones de paz vuelven a fracasar. Lo que está claro a esta altura, es que tanto la dirección del FMLI como las bases de la organización están comprometidos con un acuerdo negociado y solamente ellos –y no el gobierno ni ninguna otra organización mora en la actualidad – cuentan con la legitimidad para poder congregar a la mayoría de sus compatriotas detrás de cualquier solución.


La otra organización mora grande –aunque cada vez más marginada y fraccionada- el Frente Moro de Liberación Nacional (FMLN), está aparentemente dividido en torno a esta cuestión: algunos de sus principales dirigentes han señalado su apoyo al acuerdo, mientras que otros, como el fundador del FMLN Nur Misuari, ha dejado constancia de sus cuestionamientos. El problema, sin embargo, no parece radicar en que el MOA-AD no implique un avance en la autodeterminación del pueblo moro. Por el contrario, la objeción surge aparentemente de la aprehensión que se tiene respecto del futuro del acuerdo anterior realizado por el FMLN con el gobierno, el cual –en la medida en que generó una autonomía muy recortada- está hoy considerado generalmente como un fracaso.


Aunque el FLMI obviamente quedará en una posición ventajosa si se concreta la BJE, sus portavoces han repetido enfáticamente que los líderes de los futuros organismos de gobierno serán decididos por todos los moros –y no solo por el FLMI. Y aunque los dirigentes del FMLI han dicho que quieren establecer un “Estado islámico” en su patria, la visión del FMLI sobre cómo será ese Estado es bastante vaga; en realidad su posición sobre este punto ha sido inconsistente. El fundador del FLMI ha señalado que este tema solo se decidirá más adelante. (11)


Suponiendo que los moros efectivamente tengan éxito y logren una mayor autonomía de gobierno, cómo se gobiernen a sí mismos es un tema que deberán continuar resolviendo entre ellos: bien podría suceder que los moros ricos y con tierras, muchos de los cuales ya integran el FMLI, solamente sustituyan o estén en connivencia con los actuales gobernantes filipinos para seguir oprimiendo al pueblo moro. Pero tal como los filipinos –para citar al ex Presidente filipino Manuel Quezon- deberían poder elegir “un gobierno que funcione como el diablo, pero a cargo de filipinos, y no uno que funcione como el paraíso, pero a cargo de los americanos”, lo mismo debería aplicarse a los moros.


Esta vez, sin embargo, teniendo en cuenta la forma en que han gobernado al país los filipinos, puede ser que la elección resulte entre un gobierno que gobierne como el diablo a cargo de los moros, y otro que ya está gobernando como el diablo pero con los filipinos a cargo. En cualquier caso, los moros no están predestinados a la perdición: bien puede que en los hechos estén mejor si dirigen su propio gobierno, si es que se les da la oportunidad de hacerlo. En este momento, los que buscan solidarizarse con la lucha por la emancipación de los moros dentro de la sociedad mora, pueden contribuir más a esa causa si apoyan la lucha de los moros por la emancipación de la dominación filipina.


Pragmatismo interesado

Una solución puede ser justa, no porque satisface lo que quiere el agresor, sino porque apunta a solucionar lo que la víctima merece y espera. Es el gobierno filipino que anexó a los estados moros sin el consentimiento de sus pueblos, por tanto no es él quien tiene derecho a dictar los términos de la solución para la parte agraviada. El equilibrio no se logra por imponer concesiones iguales a dos partes desiguales; se obtiene buscando la solución requerida para generar un equilibrio deseado que hoy no existe.


Dicho eso, el MOA es en efecto innovador al demostrar que el gobierno filipino puede en realidad ofrecer mucho más en la mesa de negociación que lo que previamente dijo que podría. Distanciándose palpable e inauditamente de su indeclinable posición del pasado, ahora resulta que crear un “Estado dentro de un Estado” para los moros, por ejemplo, está dentro del reino de lo posible, al menos como idea entre algunos miembros del gobierno. No es ya más la demanda ridículamente absurda que se consideraba era en el pasado.


Esta supuesta “generosidad” ha llevado a algunos a declarar que el acuerdo fue una trampa: si es “demasiado bueno para ser cierto”, solo puede ser porque fue “pensado para fracasar”. (12) El gobierno, según esta lógica de razonamiento, deliberadamente acuerda prometer cosas que no tiene intención de cumplir, supuestamente para colocarse como la parte magnánima que está dispuesta a ello, pero que no logra concretarlo como resultado de trabas constitucionales y el previsible surgimiento de una fuerte oposición. Esto entonces le abriría supuestamente la puerta de atrás a un cambio constitucional y/o provocaría una lucha a gran escala, avivando gran respaldo público a favor de una guerra contra los moros – o incluso convirtiéndose en pretexto para declarar la ley marcial—permitiéndole a ella (Arroyo) de ese modo prorrogar su mandato.

Sin aceptar que el gobierno está siendo realmente generoso, este escenario de “guerra” es problemático, porque da por sentadas las siguientes premisas que son cuestionables: que Filipinas está en condiciones de seguir adelante con la guerra contra los moros, que esa guerra será para su beneficio, y que esa guerra no desestabilizará el propio gobierno de la Presidenta.


Hasta ahora, la guerra le ha costado miles de millones de pesos a un gobierno que tiene dificultades financieras y al que le pesan mucho estos costos; los soldados mal pagos y desmoralizados están empantanados peleando una guerra prolongada con otros grupos armados resurgentes. Si la escala de la guerra aumenta, el gobierno perderá aún más millones, que de otra manera hubiera podido destinar a otros gastos. Perderá soldados que podría haber mandado a luchar contra otros “enemigos” –todo por una guerra que no es seguro que gane.


Por otra parte, los negociadores del gobierno podrían no haber sido concientes de que ceder en los temas territoriales y de gobierno puede llegar a ser una apuesta sumamente peligrosa: al reconocer, y consiguientemente aceptar, la legitimidad de las demandas clave de los moros, el gobierno ha preparado el camino para que esas demandas se consoliden como el núcleo mínimo de las demandas de los moros en futuras negociaciones. Si el plan maestro del gobierno al comienzo fue realmente prolongar la lucha, entonces acordar en el MOA-AD –sólo para hacer entrar a los moros- ha sido a todas luces fundamentalmente contrario a su propia postura –no precisamente a la de los moros. Intencionalmente o no, el gobierno ha ampliado los límites de lo que resulta aceptable.


Una explicación alternativa para tanta “generosidad” podría ser otra más pragmática aunque no menos interesada: los líderes filipinos, al igual que sus sostenes en Estados Unidos, se dieron cuenta que no están en condiciones de seguir la guerra sin arriesgarse a que aumenten las probabilidades de una derrota a manos de diversos enemigos contra los que luchan de manera simultánea; que evaluaron que los beneficios generales de una solución negociada superarían los costos; y que hayan aceptado que un país con mayor grado de estabilidad, con menos distracciones por la guerra en un frente y con sus cofres menos desangrados, podría estabilizar mejor el gobierno de la Presidenta.


En otras palabras, bien pudiera ser que algunos sectores del gobierno Filipino se hayan dado cuenta que, por su bien, es mejor llegar a un arreglo con los moros –no porque apoyen la autodeterminación del pueblo moro sino porque favorece la protección de sus propios intereses. Que el gobierno posteriormente abandonara el acuerdo no necesariamente implica que ésa fue su intención todo el tiempo, sólo que prevalecieron otros intereses más mezquinos –el dominio de los políticos y grandes terratenientes locales, el apoyo de algunos grupos comerciales preocupados por sus inversiones, la lealtad de los generales de derecha y pro-norteamericanos, la necesidad de impedir que políticos de la oposición tradicional consiguieran el apoyo de sectores chauvinistas de los medios, la iglesia y el público.


Con estos intereses fogoneando los prejuicios contra los moros y el chauvinismo filipino, no hay que sorprenderse del rechazo que causó de entrada aparentemente el MOA-AD entre una buena parte de la población filipina. Condicionados por los medios, el sistema educativo y la sociedad mayor para ver a los moros con sospecha, a la mayoría del pueblo filipino de lo ha mantenido deliberadamente ignorante de la situación de marginación que vive el pueblo moro. Y sin embargo, informados de lo que está en cuestión, concientes de la historia, y empoderados para tomar posición en las negociaciones del gobierno, es posible que la mayoría filipina probablemente defienda con decisión una resolución justa de la guerra. A diferencia de algunos oficiales militares guerreristas pro-estadounidenses, no tienen en juego ni carreras que construir, ni contratos militares con los cuales enriquecerse –solamente tienen para ganar mejores relaciones con sus hermanos y hermanas moros. A diferencia de los Piñols y los Lobregats, no tienen tierras que proteger, sólo un futuro de paz para ganar. (13)


Solidaridad dividida

Mientras muchos moros, que supuestamente apoyan en su mayoría al FMLI, ven en el MOA un paso adelante en su lucha por la autodeterminación, quienes ya profesan apoyo por la lucha de los moros –en la izquierda y en el movimiento por la paz—se han visto en dificultades para respaldarlo. Varias coaliciones por la paz y partidos y movimientos sociales con orientación de izquierda, se han atrevido a salir en contra de la ola popular que rechaza el acuerdo. Otros han sido más ambiguos: no han expresado categóricamente su oposición ni su apoyo al MOA, pero sus declaraciones han tenido el efecto de desacreditar aún más el acuerdo. Intencionalmente o no, esto contribuyó a generar una opinión pública hostil contra una propuesta que los propios movimientos moros quieren que se firme.


Por lo general, el punto en discusión no es si el acuerdo defiende lo suficiente los intereses de quienes ellos dicen apoyar, sino que la preocupación central ha sido que también podría beneficiar a aquellos a quienes ellos se oponen, con consecuencias e implicaciones anticipadas. Algunos temen que el MOA-AD sea algo así como un “caballo de Troya” que la Presidenta Gloria Macapagal Arroyo introdujo en las filas de la oposición para prolongar su estadía en el poder. Estados Unidos, por su parte, promovió el acuerdo, según esta visión, para afirmar sus objetivos geopolíticos en la región.


Aunque uno pueda admitir ambas premisas, la conclusión -que el MOA, incluso siendo bueno, debería ser rechazado o por lo menos no debería ser apoyado activamente- es problemática. Le impone a los Moros condiciones imposibles para lograr sus aspiraciones. Primero, que las partes con las que negocian sólo deberían tener motivos altruistas en sus negociaciones. Segundo, que el resultado de las negociaciones debería no sólo ser bueno para ellos sino además malo para el otro bando. ¿Deberían los moros esperar hasta encontrar a alguien con quien negociar que tenga sólo las más puras intenciones? ¿Es su culpa que el país que ellos ven como un poder colonial tenga una presidenta intrigante a quien la oposición –que la izquierda integra como una entre otras fuerzas—no ha logrado sacar? ¿Una solución final debe esperar hasta que se gane la revolución?


En esa conclusión está implícita la valoración de que la autodeterminación de los Moros es secundaria al objetivo de sacar a la Presidenta o socavar los objetivos estratégicos de Estados Unidos. Esto no tiene justificación, ya que en realidad, la tarea de la izquierda y de los movimientos por la paz debería ser impedir que la Presidenta Arroyo y Estados Unidos logren sus objetivos y, al mismo tiempo, apoyar las aspiraciones de los moros.


Esta posición no sólo es más principista sino que además es más estratégica. Reemplazar la administración de Arroyo por una que pueda mediar entre diferentes intereses y buscar apoyo para decisiones que promuevan el interés público más amplio –antes que pensar sólo en su supervivencia, complaciendo a tal fin a los halcones y a los Lobregats—podría ser el primer paso para establecer un gobierno con actitud negociadora y dispuesto a defender un acuerdo justo y pacífico con los moros. Mientras los moros luchan por ganar o tener más poder sobre su gobierno, nuestra tarea es cambiar el nuestro sin privar a los Moros de la posibilidad de tener el suyo. La autodeterminación de los moros no debe depender de nuestro éxito, ni ser rehén de nuestro fracaso.


Desafiar el empuje geopolítico de EE.UU. en la región implica apoyar a los muchos moros que han estado en la primera línea de la oposición a la presencia militar estadounidense en Mindanao. Es mediante el respaldo a sus demandas de autonomía que fortaleceremos su capacidad de oponerse a la agenda estadounidense para la región, que cuenta con el apoyo de Filipinas. Al hacerlo, también los ayudaremos a aislar a aquellos moros que han estado acompañando a EE.UU. en función de promover sus propios intereses o creyendo, equivocadamente, que EE.UU. apoyará su legítima causa sin imponerles condiciones muy desventajosas.


La alternativa – el rechazo explícito o implícito o el menoscabo de las legítimas aspiraciones de los moros– podría a la postre ayudar a Arroyo y a EE.UU. a lograr sus objetivos, al dejar a los moros sin otra elección que radicalizar su lucha en pos de sus propios intereses.


No es sólo la lucha de los moros

Si bien los moros son una gran minoría marginada, no han sido los únicos que han sido despojados y que han resistido. Los otros Pueblos Indígenas de la región también han sido desplazados de sus tierras, muchos de ellos forzados por las empresas madereras, de minería, las plantaciones y otros intereses empresariales corporativos que han contado con el respaldo del Estado filipino. Obligados a emigrar a tierras de Mindanao, porque las tierras del norte se mantenían en manos de unos pocos, muchos colonos cristianos siguen siendo pobres y sin tierra. Su miseria y su resentimiento son utilizados contra los moros por los grandes terratenientes y los políticos que son los que tomaron la mayor parte de sus tierras y recursos. Ninguna solución justa puede dejar de tomar en cuenta la injusticia que también se ha perpetrado contra los Pueblos Indígenas y los inmigrantes cristianos.


A través del MOA-AD, el FMLI renuncia de hecho a sus reclamos sobre zonas que consideran parte de su patria, pero que ahora son demográficamente dominadas por los inmigrantes. Es la obligación del gobierno de Filipinas garantizar que las tierras –dentro y fuera de Mindanao– se distribuyan más equitativamente a más filipinos, de manera de diluir la concentración de tierras en manos de unas pocas familias o empresas poderosas.


Dentro de la BJE, no se expulsará nadie. Como se mencionó anteriormente, se respetarán todos los derechos de propiedad y sólo se los podrá revocar con justa causa. El MOA-AD afirma explícitamente que a los Pueblos Indígenas se les dará “libre elección” en cuanto a la posibilidad de ser parte de la BJE. El acuerdo también incluye la Ley de Derechos de los Pueblos Indígenas –una ley filipina cuyo propósito es proteger los derechos de los Pueblos Indígenas a sus territorios ancestrales—entre sus referencias. Aunque algunos han expresado su oposición a la BJE, es revelador que otros grupos de Pueblos Indígenas –especialmente los que viven dentro del territorio a ser cubierto por la BJE– lo hayan respaldado plenamente. Habida cuenta de la forma en que han sido tratados por el gobierno de Filipinas, algunos incluso han afirmado que están más seguros de disfrutar de vínculos más armoniosos con los moros dentro de la BJE.


El derecho de los Pueblos Indígenas a la autodeterminación no debe ser subordinado al derecho de los moros. Al mismo tiempo, no se debe permitir que otras partes con intereses propios apelen cínicamente a los derechos de un pueblo oprimido, con el fin de privar a otro pueblo oprimido de los suyos. Ambos pueblos oprimidos perderán. Debe encontrarse una solución que garantice que todos los derechos avancen al mismo tiempo. Aunque sus disposiciones son tranquilizadoras, el MOA-AD –o acuerdos posteriores– podría ir más lejos. Por ejemplo, podría declarar explícitamente que los dominios ancestrales de los Pueblos Indígenas no sólo serán reconocidos sino protegidos contra su avasallamiento a través de la aplicación de medidas más específicas; que los Pueblos Indígenas y los no moros no serán tratados como ciudadanos de segunda clase dentro de la BJE, en tanto gozarán de igualdad de derechos y tendrán los mismos privilegios y acceso a los mismos servicios que los moros; que de igual manera, los Pueblos Indígenas gozarán de la autodeterminación mediante el establecimiento de instituciones políticas que garanticen su autonomía; y que los Pueblos Indígenas, en caso de que decidan ser parte de la BJE, podrán posteriormente retirarse de la BJE si así lo desean.


Más allá de los nacionalismos

Un mundo dividido por la etnicidad –con cada grupo de personas que afirma su propia identidad luchando por su propio pedazo de tierra– será un mundo de guerras interminables. En lugar de subdividir el mundo en más y más Estados construidos sobre la base de las nociones de etnia, raza o nación, debemos avanzar hacia la creación de un mundo unido por nuestra humanidad común: las tierras y los recursos del planeta deben pertenecer a todos, y no a quien sea que haya nacido accidentalmente dentro de los límites que los encierran por un trazado artificial y, a menudo, arbitrario. Todas las personas deberían tener igualdad de derechos independientemente de su Estado o nacionalidad.


Avanzar en pos de este mundo pos-nacionalista y pos-imperialista no debe, sin embargo, implicar privar al pueblo moro de lo que otros pueblos ya disfrutan: una mayor autonomía o su propio Estado independiente. En el reconocimiento de su derecho a tener su propio Estado dentro de las Filipinas, el MOA-AD es un avance sustantivo respecto de la actual subordinación y marginación de los moros dentro de un país del que no eligieron ser parte.


Aunque el MOA-AD no avanza tan lejos como sería necesario, tampoco cierra la puerta a una soberanía más sustantiva de los moros en el futuro. Al proporcionar un plazo para que los moros se empoderen a través del ejercicio de una cuota mayor de poder sobre su sociedad y sus recursos, este pueblo –agobiado por la lucha y vulnerado por el despojamiento– puede tener la oportunidad de mejorar su capacidad colectiva como pueblo. Lograr esto los coloca en mejor situación para ejercer su opción democrática más adelante: pueden optar por permanecer dentro de las Filipinas como parte de la BJE; o alternativamente, pueden optar por tener su propio Estado en un sistema federal que puedan construir conjuntamente en condiciones más igualitarias con el resto de las Filipinas, en lugar de entrar forzados a un sistema federal en cuyo diseño habrán tenido poco que ver, según las propuestas actuales. Sin embargo, tampoco se debe descartar que los moros puedan llegar a optar por ser parte de un Estado filipino unitario si llegan a la conclusión, libremente y sin ningún tipo de imposición, de que pueden hacerlo en sus propios términos. La ausencia de coacción podría ser la base de una unión más fuerte y más duradera –justamente por ser menos desigual.


En caso contrario, los moros pueden y deben poder elegir tener su propio Estado independiente si así lo desean. Reconocer este derecho no sólo corregiría una injusticia histórica, sino que al hacerlo damos un paso más hacia un mundo con mayor igualdad y menos dominación y, por lo tanto, un paso más hacia un mundo pos-imperialista y pos-nacionalista.


* Herbert docena es investigador asociado de Focus on the Global South, con sede en Filipinas.


Notas


1. Para un contexto histórico, ver W. K. Che Man, Muslim Separatism: The Moros of Southern Philippines and the Malays of Southern Thailand (Quezon City, Ateneo de Manila University Press, 1990); Cesar Adib Majul, Muslims in the Philippines (Quezon City: University of the Philippines Press, 1999); Kristina Gaerlan y Mara Stankovitch (eds.), Rebels, Warlords, and Ulama: A Reader on Muslim Separatism and the War in Southern Philippines (Quezon City: Institute for Popular Democracy, 2000); Thomas McKenna, Muslim Rulers and Rebels: Everyday Politics and Armed Separatism in the Southern Philippines (Pasig City: Anvil Publishing Inc., 2000); Marites Danguilan Vitug y Glenda M. Gloria, Under the Crescent Moon: Rebellion in Mindanao (Manila: Institute for Popular Democracy y Ateneo Center for Social Policy and Public Affairs, 2000); Patricio N. Abinales, Making Mindanao: Cotabato and Davao in the Formation of the Philippine Nation-State (Quezon City: Ateneo de Manila University Press, 2000)

2. R.J. May, “The Wild West in the South: A Recent Political History of Mindanao,” en Mark Turner, R.J. May, Lulu Respall Turner (eds.), Mindanao: Land of Unfulfilled Promise (Quezon City, New Day Publishers, 1992); Samuel K. Tan, “The Socioeconomic Dimension of Moro Secessionism,” Mindanao Studies Report 1995/ No. 1; Aijaz Ahmad, “Class and Colony in Mindanao,” en Kristina Gaerlan y Mara Stankovitch (eds.), Rebels, Warlords, and Ulama: A Reader on Muslim Separatism and the War in Southern Philippines (Quezon City, Institute for Popular Democracy, 2000); Eric Gutierrez y Saturnino Borras Jr., “The Moro Conflict: Landlessness and Misdirected State Policies,” East-West Center Policy Studies, Número 8, 2000.

3. citado en Kit Collier, “The Theoretical Problems of Insurgency in Mindanao: Why Theory? Why Mindanao?”, en Mark Turner, R.J. May, Lulu Respall Turner (eds.), Mindanao: Land of Unfulfilled Promise (Quezon City, New Day Publishers, 1992)

4. Eduardo C. Tadem, “The Political Economy of Mindanao: An Overview,” en Mark Turner, R.J. May, Lulu Respall Turner (eds.), Mindanao: Land of Unfulfilled Promise (Quezon City, New Day Publishers, 1992); Samuel K. Tan, “The Socioeconomic Dimension of Moro Secessionism,” Mindanao Studies Report 1995/ No. 1; Aijaz Ahmad, “Class and Colony in Mindanao,” en Kristina Gaerlan y Mara Stankovitch (eds.), Rebels, Warlords, and Ulama: A Reader on Muslim Separatism and the War in Southern Philippines (Quezon City, Institute for Popular Democracy, 2000); Eric Gutierrez y Saturnino Borras Jr., “The Moro Conflict: Landlessness and Misdirected State Policies,” East-West Center Policy Studies, Número 8, 2000.

5. Ver Kristina Gaerlan y Mara Stankovitch (eds.), Rebels, Warlords, and Ulama: A Reader on Muslim Separatism and the War in Southern Philippines (Quezon City: Institute for Popular Democracy, 2000)

6. Soliman M. Santos Jr. “BJE and the question of independent statehood,” 12 de agosto, 2008

7. “Memorandum of Agreement on the Ancestral Domain Aspect of the GRP-MILF Tripoli Agreement on Peace of 2001”

8. “Memorandum of Agreement on the Ancestral Domain Aspect of the GRP-MILF Tripoli Agreement on Peace of 2001”

9. Por ejemplo, el acuerdo es apoyado por la lista del partido Anak Mindanao, un partido político de izquierda secular de los moros, al igual que por el Consejo Filipino por el Islam y la Democracia, un grupo que incluye a moderados y conservadores, además de grupos por la paz como el Mindanao Peoples Caucus, un agrupamiento de carácter amplio que incluye cristianos y pueblos indígenas entre sus integrantes, por nombrar sólo algunos.

10. Foro público, 11 de agosto, 2008

11. Patricio N. Abinales y Donna J. Amoroso, State and Society in the Philippines (Pasig City: Anvil Publishing Inc, 2005); Joseph Chinyong Liow, “Muslim Resistance in Southern Thailand and Southern Philippines: Religion Ideology and Politics,”East-West Center Policy Studies Número 24, 2006

12. Ver por ejemplo el editorial “Designed to Fail”, del Philippine Daily Inquirer, 9 de agosto, 2008, donde se expresa una teoría popular

13. Los Pinols y los Lobregats son dos de las familias más poderosas que han adquirido grandes superficies de tierra en Mindanao. Han estado a la cabeza de la oposición al MOA-AD.


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EEUU: ABC DE LA DEBACLE FINANCIERA DE WALL STREET

por Walden Bello*


Muchos en Wall Street y el resto de la gente estamos todavía digiriendo los tormentosos eventos de los últimos 10 días. Entre uno y tres billones de dólares en activos financieros se evaporaron. Wall Street fue efectivamente nacionalizada. La Reserva Federal y el Departamento del Tesoro están tomando todas las decisiones estratégicas principales en el sector financiero y, con el rescate del American International Group (AIG), el gobierno estadounidense es quien dirige hoy la compañía de seguros más grande del mundo. A fin de salvar al sistema financiero mundial, se está tratando de juntar desesperadamente un paquete de rescate de US$ 700 mil millones, el mayor desde la Gran Depresión.


Las explicaciones habituales ya no alcanzan. Acontecimientos extraordinarios requieren explicaciones extraordinarias. Pero antes que nada...


¿Pasó acaso ya lo peor?

No. Si algo está claro de las movidas contradictorias de la última semana –se permite el colapso de Lehman Brothers mientras se asume el control de AIG, y se planea la absorción de Merill Lynch a manos del Bank of America – es que no hay ninguna estrategia para abordar la crisis, sólo respuestas tácticas. Es como la respuesta del departamento de bomberos ante una conflagración.


La compra a los bancos de los valores respaldados por hipotecas de alto riesgo o mala calidad (conocidos como hipotecas “subprima”) por valor de US$ 700 mil millones es básicamente una movida desesperada para darle confianza al sistema, impedir la erosión de la credibilidad en los bancos y otras instituciones financieras y evitar una corrida masiva de los ahorros como la que desencadenó la Gran Depresión de 1929.


¿Fue acaso la codicia la causa de la caída del centro neurálgico del capitalismo mundial globalizado?

La vieja y querida codicia ciertamente jugó su parte. Esto es lo que quiso decir Klaus Schwab, organizador del Foro Económico Mundial –el jolgorio anual que la elite mundial organiza en los Alpes suizos—cuando dijo en una entrevista a comienzos de año: “Tenemos que pagar por los pecados del pasado”.


¿Será que Wall Street se pasó de listo consigo mismo?

Definitivamente sí. Los especuladores financieros se pasaron de listos consigo mismos creando contratos financieros más y más complejos tales como los derivados, que titularizarían y extraerían lucro de todas las formas de riesgo –incluyendo instrumentos de futuros tan exóticos como los “canjes de créditos impagos” (credit default swaps), que les permiten a los inversionistas apostar a la posibilidad de que las propias empresas que toman préstamos de los bancos no pudieran pagar sus deudas! Este es el comercio no regulado multi-billonario en dólares que hizo caer a AIG.


El 17 de diciembre de 2005, cuando el International Financing Review (IFR) anunció la entrega de Premios del Año de 2005 –uno de los programas de premios más prestigiosos de la industria de valores – el discurso era: “[Lehman Brothers] no sólo mantuvo su presencia general en el mercado, sino que además lideró la ofensiva en pos del espacio preferido ... desarrollando nuevos productos, “personalizando” las transacciones para adecuarlas a las necesidades de sus prestatarios ... Lehman Brothers es el innovador principal en el espacio preferido, justamente porque hace cosas que no se podrán ver en ninguna otra parte”.


Sin comentarios.


¿Fue acaso falta de regulación?

Sí. Todos reconocen a esta altura que la capacidad de Wall Street para innovar y crear instrumentos financieros crecientemente sofisticados superó largamente la capacidad regulatoria del Estado. Esto no sucedió porque el gobierno no tuviera capacidad para regular sino porque la actitud neoliberal dominante de “laissez – fair” en el gobierno le impidió diseñar mecanismos regulatorios eficaces.


¿Pero no está pasando algo más?

Estamos asistiendo a la intensificación de una de las crisis o contradicciones centrales del capitalismo mundial globalizado: una crisis de superproducción, también conocida como sobre-acumulación o sobre-capacidad.


En otras palabras, el capitalismo tiene una tendencia a generar una enorme capacidad productiva que supera la capacidad de consumo de la población, debido a las desigualdades sociales que limitan el poder de compra popular, erosionando de esta forma la rentabilidad.


¿Pero qué tiene que ver la crisis de superproducción con los acontecimientos recientes?

Mucho. Pero para entender esa relación, debemos retroceder en el tiempo a la llamada “Era dorada” del capitalismo contemporáneo, el período 1945-1975.


Ese fue una época de rápido crecimiento, tanto de las economías centrales como de las subdesarrolladas, –un crecimiento que en parte fue estimulado por la reconstrucción masiva de Europa y el Este asiático después de la devastación de la Segunda Guerra Mundial, y en parte por los nuevos mecanismos socio-económicos institucionalizados bajo el nuevo Estado keynesiano. Entre estos últimos, fueron elementos clave los fuertes controles del Estado sobre la actividad del mercado, el uso agresivo de la política monetaria y fiscal para minimizar la inflación y la recesión, y la aplicación de un régimen de salarios relativamente altos para estimular y mantener la demanda.


¿Y entonces, qué fue lo que salió mal?

Este período de gran crecimiento llegó a su fin a mediados de la década de 1970, cuando las economías centrales cayeron en la estanflación, que implica la coexistencia de un bajo nivel de crecimiento con alta inflación, algo que no debía haber sucedido según la teoría económica neoclásica.


Pero la estanflación no fue más que un síntoma de una causa más profunda: la reconstrucción de Alemania y Japón, y el rápido crecimiento de las economías en proceso de industrialización como Brasil, Taiwán y Corea del Sur agregaron una nueva y enorme capacidad de producción y aumentaron la competencia mundial. Entre tanto, la desigualdad social al interior de cada país y entre los diferentes países del mundo establecía límites para el crecimiento de la capacidad de compra y la demanda, erosionando de esta forma la rentabilidad. Un aumento muy grande en el precio del petróleo agravó esta tendencia en la década de 1970.


¿Cómo intentó el capitalismo resolver la crisis de superproducción?

El capital intentó tres rutas de escape al acertijo de la superproducción: la reestructura neoliberal, la globalización y la financierización.

¿Qué significa la reestructuración neoliberal?

La reestructuración neoliberal se desplegó como Reaganismo y Thacherismo en el Norte, y como ajuste estructural en el Sur. El objetivo era revitalizar la acumulación de capital, y para esto se debía: 1) eliminar las restricciones al crecimiento, uso y circulación del capital y la riqueza; y 2) redistribuir inversamente el ingreso desde las clases medias y los pobres hacia los ricos, en base a la teoría de que esto motivaría a los ricos a invertir y así reiniciar el crecimiento económico.


Esta formula implicó una redistribución de los ingresos hacia los ricos y se tragó los ingresos de las clases medias y los pobres. De esta manera se restringió la demanda aunque no necesariamente se indujo a los ricos a invertir más en la producción.


En realidad, la reestructuración neoliberal que se generalizó en el Norte y el Sur durante la década de 1980 y 1990, tuvo muy malos resultados en términos de crecimiento: el crecimiento mundial promedió el 1,1% en la década de 1990 y 1,4% en la de 1980, en tanto que había promediado 3,5% en la de 1960, y 2,4% en 1970 cuando las políticas intervencionistas del Estado eran predominantes. La reestructura neoliberal no consiguió deshacerse del estancamiento de la economía.


¿Cómo fue que la globalización devino en una respuesta a la crisis?

La segunda ruta de escape del capital mundial para contrarrestar el estancamiento fue la “acumulación extensiva” o globalización. Esta consiste en una rápida integración de las zonas semi-capitalistas, no capitalistas o precapitalistas a la economía de mercado mundial. Rosa Luxemburgo, la famosa revolucionaria y economista alemana, ya había visto esto hace mucho tiempo como algo necesario para reforzar la tasa de beneficio de las economías de las metrópolis: ganando acceso a mano de obra barata, ganando nuevos mercados, aunque limitados; ganando nuevas fuentes de materia prima barata, tanto agrícolas como de otro tipo, e incluyendo nuevas áreas para la inversión en infraestructura. La integración se logra a través de la liberalización del comercio, la eliminación de las barreras a la movilidad del capital mundial y la abolición de las barreras a la inversión extranjera.


China es obviamente el caso más destacado de integración de un área no capitalista a la economía capitalista mundial en los últimos 25 años.


Para contrarrestar la disminución de sus ganancias, muchas de las empresas de Fortune 500 trasladaron una parte importante de sus operaciones a China para aprovechar el llamado “precio China”-la ventaja de costos de la aparentemente inagotable mano de obra barata china. Promediando la primera década del siglo XXI, aproximadamente entre el 40 y el 50% de las ganancias de las empresas estadounidenses provenía de sus operaciones y ventas en el exterior, en particular en China.


¿Por qué no se superó la crisis con la globalización?

Esta ruta de escape del estancamiento exacerba el problema de la superproducción, porque implica agregar capacidad de producción. En los últimos 25 años, se ha agregado una enorme cantidad de la capacidad de fabricación en China, y esto ha tenido un efecto depresivo sobre los precios y las ganancias. No es de sorprender que aproximadamente en 1997 las ganancias de las empresas estadounidenses dejaran de crecer. Según un índice, la tasa de ganancia de las empresas de Fortune 500 bajó de 7,15% en 1960-69 a 5,3% en 1980-90, a 2,29% en 1990-99, y a 1,32% en 2000-2002.


¿Y qué de la financierización?

Dado el impacto limitado de la reestructuración neoliberal y la globalización en términos de contrarrestar el efecto depresivo de la superproducción, una tercera ruta de escape fue de importancia crucial para mantener y elevar la rentabilidad: la financierización.


En el mundo ideal de la economía neoclásica, el sistema financiero es el mecanismo por el cual los ahorristas o los que tienen un superávit de dinero se juntan con los empresarios que necesitan dinero para invertir en la producción. En el mundo real del capitalismo tardío, con la inversión en la industria y la agricultura rindiendo bajos dividendos debido a la sobrecapacidad, grandes cantidades de dinero excedente circulan y se invierten y reinvierten en el sector financiero. El sector financiero empezó entonces a retroalimentarse a sí mismo.


El resultado es una bifurcación creciente entre una economía financiera hiperactiva y una economía real estancada. Tal como destaca un ejecutivo financiero: “ha aumentado la desconexión entre la economía real y la financiera en los últimos años. La economía real ha crecido...pero ni cerca del ritmo de la economía financiera –hasta que implosionó”. Lo que el observador no nos dice es que esta desconexión entre la economía real y la financiera no es accidental. La expansión explosiva de la economía financiera precisamente ha tenido por objetivo compensar el estancamiento de la economía real provocado por la superproducción.


¿Cuáles fueron los problemas de la financierización como ruta de escape?

El problema de la inversión en operaciones financieras es que equivale a extraer valor de un valor ya creado. Puede generar ganancia, sí, pero no crea un nuevo valor. Solamente la industria, la agricultura, el comercio y los servicios crean nuevo valor. Como la ganancia no se basa en un valor creado, las operaciones de inversión devienen volátiles y los precios de los valores, bonos y otras formas de inversión pueden apartarse radicalmente de su valor real. Por ejemplo, en la década de 1990, los precios de las acciones de las primeras empresas de Internet se dispararon, alimentados fundamentalmente por su valoración financiera ascendente en espiral, fundada en expectativas teóricas de una rentabilidad futura. Los precios de las acciones se desplomaron en 2000 y 2001 cuando esta estrategia se salió completamente de control. Las ganancias dependen entonces de saber aprovechar la diferencia creciente entre la tendencia ascendente de los precios y el valor real de las mercancías, y luego vender antes que la realidad obligue a una “corrección”. Las correcciones son un retorno a valores más realistas. El aumento radical de los precios de un activo por encima de cualquier valor creíble es lo que alimenta las burbujas financieras.


¿Por qué es tan volátil la financierización?

Si la rentabilidad depende de golpes especulativos, no es sorprendente que el sector financiero vaya a los bandazos de una burbuja a otra, o de una manía especulativa a otra. Y como está dirigido por una manía especulativa, el capitalismo hegemonizado por el capital financiero experimenta sucesivas crisis financieras, ya que los mercados de capital fueron desregulados y liberalizados en la década de 1980.


Antes de la debacle actual de Wall Street, las más explosivas de estas burbujas fueron la cadena de crisis de los mercados emergentes y la implosión de la burbuja de las acciones en tecnología en Estados Unidos en 2000 y 2001. La crisis de los mercados emergentes abarcó fundamentalmente la crisis financiera mexicana de 1994-95, la asiática de 1997-98, la rusa de 1998 y el colapso argentino de 2001 y 2002, aunque también sacudió a otros países como Brasil y Turquía.


Uno de los Secretarios del Tesoro del Presidente Bill Clinton, el financista de Wall Street Robert Rubin pronosticó hace cinco años que “futuras crisis financieras muy seguramente sean inevitables y podrían ser incluso más graves”.


¿Cómo se forman, crecen y revientan las burbujas?

Primero usemos como ejemplo la crisis financiera asiática de 1997-98. En primer lugar, en Tailandia y otros países se produjo una liberalización financiera y de cuentas de capital a instancias del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Departamento del Tesoro estadounidense. Luego sobrevino el ingreso de fondos extranjeros en busca de ganancias elevadas y rápidas, que significó que se dirigieran al sector inmobiliario y al mercado de valores. Esta sobre-inversión hizo caer los precios de los inmuebles y los valores, y trajo como consecuencia una fuga de dinero generalizada por el pánico. En 1997, US100 mil millones se fugaron de las economías del sudeste asiático en el curso de unas pocas semanas.


Esta fuga de capitales llevó al FMI a entrar al rescate de los especuladores extranjeros. Como resultado, se produjo una debacle de la economía real provocando una recesión en todo el Este Asiático en 1998. A pesar de la desestabilización generalizada, las instituciones financieras internacionales se opusieron a los esfuerzos de imposición de un sistema de regulación financiera nacional y mundial, esgrimiendo argumentos ideológicos.


¿Qué hay de la burbuja actual? ¿Cómo se formó?

El colapso actual de Wall Street tiene sus orígenes en la burbuja de las acciones en tecnología de fines de los noventa, cuando el precio de las acciones de las primeras empresas de Internet se disparó primero y luego colapsó en 2000 y 2001, conduciendo a pérdidas de activos por US$7 billones y a la recesión de 2001-2002.


Las políticas monetarias laxas de la Reserva Federal bajo el mando de Alan Greenspan alentaron la formación de la burbuja tecnológica. Cuando reventó y se entró en una recesión, Greenspan, buscando contrarrestar una recesión larga, rebajó en 2003 la tasa Prime (o tasa preferencial) a uno por ciento. Esta tasa, la más baja en 45 años, se mantuvo por un año, alentando así la formación de una nueva burbuja, ahora en el sector inmobiliario.


A comienzos de 2002, economistas progresistas como Dean Baker del Center for Economic Policy Research (Centro de Investigación de Políticas Económicas) advirtieron sobre la burbuja inmobiliaria y la predecible severidad de su colapso inminente. Sin embargo, todavía en 2005, el entonces presidente del Consejo de Asesores Económicos y hoy Presidente del Directorio de la Reserva Federal, Ben Bernanke atribuyó el alza de los precios de las viviendas en el país a “sólidos fundamentos económicos”, y no a la actividad especulativa. ¿Debería entonces sorprender que este hombre fuera tomado totalmente desprevenido cuando se desató la crisis de las hipotecas subprima en el verano de 2007?


¿Y cómo creció?

Según el inversionista y filántropo George Soros: “las instituciones hipotecarias alentaron a los acreedores hipotecarios a refinanciar sus hipotecas y retirar sus excedentes de capital. Bajaron sus niveles de crédito e introdujeron nuevos productos como las hipotecas a tasa ajustable (ARM por sus siglas en inglés), las hipotecas solamente a intereses (‘interest only’) y las tasas de incentivo promocionales. Todos estos elementos alentaron la especulación en el mercado de propiedades residenciales. Los precios de la vivienda comenzaron a aumentar a un ritmo de dos dígitos. Esto sirvió para reforzar la especulación, y el aumento en los precios inmobiliarios hizo que los propietarios se creyeran ricos; como resultado hubo un boom de consumo que sostuvo la economía en los últimos años”.


La crisis de las hipotecas subprima no fue un caso en el que la oferta supera la demanda real. La “demanda” fue en gran parte fabricada por la manía especulativa de la industria de la promoción de la construcción y los financistas que querían hacer grandes ganancias a partir de su acceso a las divisas que habían inundado los Estados Unidos en la última década. Las hipotecas por grandes sumas se vendieron agresivamente a millones de personas que normalmente no hubieran podido acceder a ellas, ofreciéndolas a tasas “de incentivo” bajas, que luego se ajustarían para aumentar los pagos de los nuevos propietarios.


¿Pero cómo fue que el problema de las hipotecas subprima fue complicándose hasta terminar en este enorme lío?

Porque estos activos fueron luego “titularizados” o “securitizados” con otros activos en complejos productos derivados denominados “obligaciones de deuda colateralizada” (CDO por sus siglas en inglés). Quienes originaron las hipotecas trabajaron con distintas capas de intermediarios que subestimaron el riesgo para poder deshacerse de ellas tan rápido como fuera posible hacia otros bancos e instituciones de inversión. Estas instituciones a su vez descargaron esos valores en otros bancos e instituciones financieras extranjeras.


Cuando aumentaron las tasas de interés para los préstamos de baja calidad (subprima) y las hipotecas a tasa ajustable y otros préstamos inmobiliarios, el juego ya estaba armado. Hay unos seis millones de hipotecas subprima pendientes de pago, el 40% de las cuales probablemente caiga en cesación de pago (default) en los próximos dos años, según estima Soros.


Y en los próximos siete años se producirán otros cinco millones más de incumplimientos de pago de hipotecas con tasa ajustable y otros préstamos flexibles. Estos títulos, cuyo valor se puede estimar en billones de dólares, ya fueron inyectados como un virus en el sistema financiero mundial globalizado.


¿Pero cómo es posible que los gigantes de Wall Street caigan como un castillo de naipes?

Para Lehman Brothers, Merrill Lynch, Fannie Mae, Freddie Mac y Bear Stearns, las pérdidas que representan estos valores tóxicos simplemente superaron sus reservas y los liquidó. Y son más los que probablemente caigan una vez que sus libros –ya que muchos de estos valores se registran “fuera del balance”- se corrijan para reflejar la realidad efectiva de sus carteras de valores.


Y muchas más instituciones financieros se les unirán a medida que otras operaciones especulativas como las tarjetas de crédito y diferentes variedades de seguros de riesgo vayan cayendo en la vorágine tóxica. American International Group (AIG) fue derribado por su enorme exposición en un área no regulada de derivados, los canjes de créditos impagos (credit default swaps), que les permiten a los inversionistas apostar a la posibilidad de que las empresas que toman crédito en los bancos entren en cesación de pago de sus préstamos. Según Soros estas apuestas al incumplimiento de pago componen en la actualidad un mercado de US$45 billones que no tiene ninguna regulación. Esto representa más de cinco veces el total del mercado de bonos del gobierno estadounidense. El tamaño gigantesco de los activos que podrían transformarse en deudas incobrables si colapsara AIG, llevó a Washington a cambiar de opinión e intervenir, después de haber dejado caer a Lehman Brothers.


¿Qué va a pasar ahora?

Habrá nuevas quiebras y nuevos salvatajes o nacionalizaciones. El colapso de Wall Street profundizará y prolongará la recesión en Estados Unidos. Esta recesión se traducirá en una recesión en Asia. Después de todo, el principal mercado exterior de China es Estados Unidos, y China a su vez importa del Japón y Corea del Sur y el Sudeste asiático materias primas y bienes intermedios que usa para sus exportaciones a Estados Unidos. La globalización ha hecho que el desacople entre estas economías sea imposible. Estados Unidos, China, y el Sudeste asiático en general, son como tres presos encadenados entre sí con una misma cadena.


¿En pocas palabras…?

La estrepitosa caída de Wall Street no se debe solamente a la codicia y a la falta de regulación gubernamental para un sector hiperactivo. Surge en última instancia, de la crisis de superproducción que viene enfermando al sistema capitalista global desde mediados de la década de 1970.


La financierización de la actividad inversionista ha sido una de las rutas de escape del estancamiento, las otras dos han sido la reestructuración y la globalización. Habiendo logrado apenas un alivio limitado con la reestructuración y la globalización, la financierización se transformó en un mecanismo atractivo para reforzar la rentabilidad. Pero ha demostrado ser un camino peligroso. Ha llevado a la creación de burbujas especulativas que tienen por consecuencia una prosperidad provisoria para unos pocos, pero que terminan finalmente en el colapso de las empresas y una recesión de la economía real.


Las preguntas clave hoy son: ¿Qué tan profunda y larga será la recesión? ¿Necesitará la economía estadounidense una nueva burbuja especulativa que la arrastre fuera de la recesión? Y de ser así, ¿dónde se formará? Hay quienes sostienen que la próxima burbuja se formará en el complejo militar industrial o el ‘complejo del capitalismo de desastre’ del que habla Naomi Klein. Pero ésa ya es otra historia.


* Walden Bello es profesor de sociología de la Universidad de Filipinas y analista del instituto de investigación con sede en Bangkok, Focus on the Global South. Este artículo apareció por primera vez en Foreign Policy in Focus, el 26 de septiembre de 2008.


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