ENFOQUE SOBRE COMERCIO
No.
122, Julio 2006
http://www.focusweb.org/content/view/995/60/
OMC: contra las cuerdas
La OMC no se recuperó nunca del golpe inesperado que le asestaron los cientos de miles de manifestantes que tomaron las calles de Seattle en diciembre de 1999. Desde entonces, la OMC ha estado tambaleándose contra las cuerdas, intentando ponerse en pie pero sin lograr una vuelta al cuadrilátero convincente. Doha en 2001 fue su mejor oportunidad, pero incluso allí la demostración de fuerza fue un reflejo del impulso post-11 de septiembre más que una recuperación propia.
El anuncio del lunes de que las conversaciones del G6 fracasaron y que muy probablemente, las negociaciones de la Ronda de Doha se pospongan indefinidamente es una buena noticia para los países en desarrollo, y en varios de los artículos de este número se explica porqué.
Sin
embargo acechan muchos riesgos: el primero de todos, que Estados
Unidos y la UE impulsarán con mayor agresividad los tratados
de libre comercio (TLC) y los acuerdos de asociación económica
(EPA por sus siglas en inglés). Para muchos países en
desarrollo estos instrumentos son potencialmente más
peligrosos incluso que la OMC, ya que las exigencias van en general
más lejos que los compromisos de la OMC, en particular en las
áreas de inversiones, propiedad intelectual y servicios; y
también porque allí se exponen a negociaciones uno a
uno con las grandes potencias. Algunos comentaristas sostienen que
esto implica una gran desventaja para los países en
desarrollo, y utilizan este argumento en defensa de la OMC. Por otra
parte, la experiencia de distintos países demuestra que el
debate público del TLC es mucho más activo y
contestatario que el que se desarrolla en la OMC, simplemente como
reflejo del hecho que las negociaciones se desarrollan a nivel local
y no en la lejana ciudad de Ginebra.
El otro riesgo es que muchos de los países más pobres que son los que tienen menor capacidad de negociación en los ámbitos comerciales se aferren a la OMC, porque es la única mesa de negociaciones en la que se pueden sentar, incluso aunque se les ofrezcan sólo migajas. La tragedia es que se ven empujados a defender una institución y a un régimen de comercio que permanentemente los explota. En realidad, la mayor parte de la liberalización del comercio en muchos de los países menos adelantados (PMA) se produjo en el marco de programas de ajuste estructural impulsados por la otra gran institución multilateral, el Banco Mundial.
Ahora
es tiempo de que el Sur se emancipe de la OMC, deje de aferrarse al
ídolo con pies de barro de la liberalización del
comercio, los mercados de exportación y el crecimiento. Ahora
es tiempo de la capacidad creativa, de la genuina cooperación
Sur-Sur, que en vez de beneficiar a las grandes compañías
transnacionales, construya economías regionales y locales
dinámicas, genere empleo y proteja el sustento, y use la
política comercial como una herramienta y no como un arma.
Todo
esto exige solidaridad política, coraje e imaginación,
además de la voluntad de alejarse del cuadrilátero, y
dejar a la OMC tambaleándose contra las cuerdas.
En
esta edición de Enfoque sobre Comercio, Walden Bello y Aileen
Kwa evalúan las reacciones y las consecuencias del fracaso de
las conversaciones de Doha. También incluimos parte de un
documento informe más largo preparado por la Red por la
Soberanía Alimentaria (Food Sovereignty Network) que
proporciona un análisis detallado de los problemas y las
divergencias que subyacen a este fracaso.
Para
no perder de vista a los primos de la OMC en Washington, publicamos
una ‘convocatoria de lucha’ a los activistas contra las
instituciones de Bretton Woods “FMI: achicarlo o hundirlo”.
Para firmar basta con hacer click en el enlace que figura allí
y trasladar el cursor hasta el final del texto. Y, simplemente para
dejar constancia, les informamos que en los meses que siguieron a
Seattle, la red de campaña sobre comercio internacional
Nuestro Mundo No Está en Venta (Our World Is Not for Sale –
OWINFS), elaboró una documento de estrategia de campaña
titulado “OMC: achicarla o hundirla”. El FMI queda
advertido!
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EN
ESTA EDICIÓN
ORGANIZACIONES DE LA SOCIEDAD CIVIL CELEBRAN EL COLAPSO DE LA RONDA DE DOHA: EL MEJOR RESULTADO PARA LOS POBRES DEL MUNDO
25 de julio 2006, Ginebra
http://www.focusweb.org/content/view/987/36/
REACCIONES
ANTE EL COLAPSO DE LA RONDA
Aileen Kwa
http://www.focusweb.org/content/view/993/36/
LA RONDA DE DOHA COLAPSA PARA EL BIEN DE LOS PAÍSES EN DESARROLLO
Walden Bello
http://www.focusweb.org/content/view/984/36/
EL
DESARROLLO NO ES POSIBLE EN LA OMC
Red por la Soberanía Alimentaria
http://www.focusweb.org/content/view/994/36/
FMI: ACHICARLO O HUNDIRLO
Declaración de consenso y documento de estrategia
http://www.focusweb.org/content/view/985/27/
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Comunicado de Prensa: Focus on the Global South
ORGANIZACIONES DE LA SOCIEDAD CIVIL CELEBRAN EL COLAPSO DE LA RONDA DE DOHA: EL MEJOR RESULTADO PARA LOS POBRES DEL MUNDO
Ginebra, 25 de julio de 2006: el colapso este lunes de la Ronda de Doha es la mejor noticia que puede dar la OMC a los pobres del mundo. Desde el comienzo, la lógica de la liberalización del comercio de la OMC no satisface las necesidades más complejas de los países que luchan para adaptar la política comercial a las necesidades específicas de sus industrias y su agro. Por el contrario, la OMC ha pasado a ser la cancha en la que las principales potencias comerciales juegan a captar mercados para sus empresas, sin prestarle ninguna atención a los impactos que puedan sufrir los productores y las industrias del Sur ni las consecuencias en términos de desempleo.
Según Walden Bello, Director ejecutivo de Focus on the Global South, la imagen de la Ronda de Doha como una “ronda del desarrollo” no podría ser más ajena a la realidad:
“Si bien el comercio puede ser un medio para el desarrollo, el objetivo de los países desarrollados fue, desde el comienzo mismo, promover una mayor apertura de los mercados de los países en desarrollo, a cambio de concesiones mínimas de su parte. La referencia al desarrollo no fue más que una estratagema cínica para que el proceso fuera menos desagradable” dijo.
“El colapso de la Ronda Doha es bueno para los pobres. Tras este fracaso de las conversaciones en la OMC, la tarea ahora es crear marcos alternativos y otras instituciones, distintas de la OMC y sus contrapartes neoliberales regionales o bilaterales, y construir mecanismos comerciales para lograr que el comercio verdaderamente beneficie a los pobres”.
Están reunidos aquí en Ginebra los movimientos de la sociedad civil de todo el mundo. Estos grupos han venido para marcar su protesta contra la Ronda. Hablando en nombre del Movimiento de Pescadores Filipinos, Pablo Rosalez nos comenta: “Estamos muy contentos de que estas conversaciones se hayan suspendido por tiempo indefinido, pero nos haría aún más felices que esta suspensión se transformara en algo permanente. El tiempo de reflexión debe usarse para pensar en el desarrollo sin la OMC”.
Los pequeños agricultores, representados por la coalición internacional Vía Campesina, que también están aquí presentes, están igualmente conformes. Su portavoz Henry Saragih de Indonesia narra que “estamos celebrando esta situación. El resultado de hoy también es el resultado de la presión de los movimientos sobre los gobiernos en cada capital. Hemos trabajado muy fuerte en Indonesia, presionando a nuestro gobierno para que detenga las importaciones agrícolas que han dejado sin trabajo a los campesinos”.
“Vía Campesina siempre ha exigido sacar a la OMC de la agricultura. Ahora es el momento de la Soberanía Alimentaria. También hay que sacar a la OMC de los demás sectores. Seguiremos presionando a la OMC para parar definitivamente las negociaciones”, declaró.
Saludando
los últimos acontecimientos, Joseph Purugganan de la coalición
filipina “Stop the New Round Coalition” (Alianza para
detener la nueva ronda) agregó, “Es tiempo de pensar en
un mundo más allá de Doha, un mundo más allá
de la OMC; comenzar a construirlo y fortalecer las alternativas
populares. Queremos un sistema alternativo al comercio mundial, que
proteja las formas de sustento, promueva la soberanía
alimentaria, asegure los puestos de trabajo, y facilite el acceso a
los bienes necesarios para satisfacer las necesidades básicas
como el agua, la educación, la salud y las medicinas
asequibles. Este sistema alternativo se basa en la cooperación
y no en la competencia, un sistema donde el bienestar de la población
sea más importante que las ganancias”.
Las organizaciones de la sociedad civil celebrarán el colapso de la Ronda esta semana con los siguientes eventos:
Miércoles
26 de julio, Bains des Paquis, 8 PM: Concierto de Celebración
del colapso de la Ronda de Doha, Noche Cultural y muestra de videos.
Habrá músicos filipinos y teatro callejero coreano.
Jueves
27 de julio, Quai Wilson No. 45, 5 PM: Desfile fluvial y
manifestación paralela de celebración con dirección
a la OMC. Utilizando botes filipinos tradicionales construidos aquí
en Ginebra, los pescadores artesanales junto con una flotilla de
yates y otros barcos navegarán hacia la OMC desde el Palacio
Wilson. Será una manifestación de resistencia a la OMC
y una convocatoria a que se decrete el fin definitivo y permanente de
la Ronda. Simultáneamente, agricultores y otros activistas
marcharán desde el Palacio Wilson hacia la OMC.
Organizadores:
Movimiento
de Pescadores Filipinos / Foro Social L’manique / Focus on the
Global South / ATTAC / Marcha Mundial de las Mujeres / La Vía
Campesina / Uniterre / CADTM / Coordination Paysanne Europeene /
Alianza Social Continental / Amigos de la Tierra Internacional
Contactos
en Ginebra:
Olivier de Marcellus (FSL) +41 (0)79 342 7025 elviejo@greenmail.ch
Valentina Hemmeler (Uniterre/ La Via Campesina) +41 (0)79 6721407
v.hemmeler@uniterre.ch
Mary Lou Malig / Walden Bello (Focus on the Global South) +41
(0)78 839 7003
marylou@focusweb.org
Joseph
Purugganan, (Stop the New Round Coalition) +41 (0)78 839 7003
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REACCIONES
ANTE EL COLAPSO DE LA RONDA
por Aileen Kwa*
http://www.focusweb.org/content/view/993/36/
GINEBRA, 25 de julio de 2006. De acuerdo a distintos informes, la reunión de 14 horas del domingo 23 de julio de los ministros del G6 –Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Brasil, India y Australia- terminó al despuntar la mañana del lunes. Los ministros ni siquiera llegaron a discutir el acceso al mercado de productos no agrícolas (AMNA o NAMA por sus siglas en inglés). La mayoría de los reunidos llegaron con la expectativa de que hubiera algún movimiento. Se tiraron a la discusión algunos números sobre acceso a los mercados agrícolas. Sin embargo, según fuentes internas, el representante de comercio de los Estados Unidos (USTR por sus siglas en inglés) no contestó, dejando en claro que a pesar de las promesas del Presidente Bush en el G8 de que habría flexibilidad, este país no modificó en absoluto sus propuestas anteriores en materia de ayuda interna. El director general de la OMC Pascal Lamy se mostró crecientemente abatido a medida que la reunión se fue desgastando.
En la reunión informal del Comité de Negociaciones Comerciales (CNC) del 24 de julio, Lamy declaró que sin las modalidades en agricultura y el AMNA, “está claro que no se podrá terminar la Ronda a fines del 2006”.
Convocó a suspender las negociaciones: “Enfrentados a este impasse persistente, creo que el único camino que puedo recomendar es suspender las negociaciones de la ronda en su conjunto… En términos prácticos, esto significa que todo el trabajo en todos los grupos de negociación debe suspenderse ahora, y esto mismo se aplica a las fechas tope que se han fijado distintos grupos”. Y continuó diciendo que no iba a establecer nuevos plazos. “No pretendo proponer nuevos plazos ni una fecha para reiniciar las actividades de los grupos de negociación. Para eso es necesario que existan condiciones que permitan avances renovados, y esto significa cambios en las posiciones que hoy están anquilosadas. La pelota está claramente en cancha de ustedes”.
Puesto
que se trataba de una reunión informal, la decisión de
suspender formalmente las conversaciones tendrá lugar en la
reunión formal del Consejo General del 27 de julio.
En respuesta a las declaraciones de Lamy, algunos miembros de la OMC hicieron los comentarios siguientes:
El ministro de de comercio de la India Kamal Nath dijo que habían tenido la impresión durante mucho tiempo de que había muy poca flexibilidad política por parte de algunos miembros. La reunión del G6 no había hecho más que exponer el tema ante la opinión pública. Declaró que en el curso de las negociaciones los países desarrollados trastocaron el mandato del Programa de Doha para el Desarrollo. Pretendían que se les compensase con mayor acceso a los mercados las reducciones planteadas a la ayuda interna. Desde el punto de vista de la India, no era ése el contenido del acuerdo. Por el contrario, la ronda tenía por objetivo eliminar las distorsiones del comercio, y aumentar los aspectos del desarrollo en el marco de la OMC, para beneficiar a los países en desarrollo. Nath reforzó la importancia de salvaguardar los medios de vida y sustento de los campesinos y el desarrollo rural.
El comisionado de comercio de la Unión Europea Peter Mandelson declaró que el responsable del colapso era Estados Unidos. Estados Unidos no pudo cuantificar ni calificar la flexibilidad que habían dejado entrever en el G8. Si lo hubieran hecho la UE habría mostrado mayor flexibilidad.
La UE estaba dispuesta a avanzar en aquellos temas ya maduros para un acuerdo anticipado. Mandelson sugirió retirar del compromiso único la facilitación del comercio, el trato especial y diferenciado, la asistencia para el comercio, y la cláusula de exención de cuota y exención de aranceles para los PMA, para negociarlos y acordarlos anticipadamente (Él fue el único en proponer esta estrategia. Según fuentes internas, esa fue más una declaración política que una propuesta, y seguramente no tomará vuelo. No es probable que Estados Unidos la apoye.)
El ministro de relaciones exteriores de Brasil, Celso Amorin declaró que los países en desarrollo serán los grandes perdedores de este colapso. Se lamentó de que los compromisos de flexibilidad realizados en el G8 no se hubieran traducido en flexibilidades prácticas y concretas.
Susan
Schwab, la representante de comercio de Estados Unidos reafirmó
el apoyo de su país a la continuidad del Programa de Doha para
el Desarrollo (PDD) y su compromiso con las negociaciones y la
conclusión de la ronda. Responsabilizó del colapso a la
falta de voluntad de los demás miembros del G6 para avanzar.
Estados Unidos no recibió ninguna oferta adicional de acceso
al mercado.
Hubo luego una larga lista de intervenciones de otros países. Aparentemente la atmósfera de la reunión no fue demasiado diferente de la de cualquier otra reunión ordinaria de la OMC. Algunos mensajes comunes: se elogió a Lamy por su labor y se le pidió que continuara brindando orientación y dirección. Casi todas las delegaciones manifestaron su profunda decepción y contrariedad.
Benín,
en representación del Grupo de África declaró
que como consecuencia de la ausencia de flexibilidad de parte de los
países desarrollados, los pequeños países
miembros de la OMC habían quedado atrapados como rehenes.
Bangladesh, hablando en representación de los PMA, declaró que compartía el punto de vista de que la suspensión era lo mejor si no había voluntad política para avanzar. También reafirmaron su preocupación con respecto a los medios de vida de los campesinos y agricultores.
Los
países latinoamericanos se colocaron por fuera de los demás
países en desarrollo. Aquí están incluidos
Colombia, Ecuador, Uruguay, Costa Rica y Argentina. Dijeron que el
fracaso no representaba un golpe sorpresivo. Que lamentaban que en el
curso de las negociaciones, cada miembro se había preocupado
más por salvaguardar sus propias flexibilidades y se había
perdido de vista sus demandas sobre acceso a los mercados (en clara
referencia a la posición del G33 sobre Productos Especiales y
el Mecanismo de Salvaguardia Especial, y quizá también
a la posición sobre productos sensibles de la UE). En
consecuencia, las ganancias en acceso al mercado no eran
suficientemente grandes para algunos como para justificar un acuerdo.
Nadie abordó la cuestión de cuándo se reanudarían las conversaciones. Sin embargo, gran parte de esto depende del estado de ánimo en el Congreso estadounidense respecto de la ayuda interna, la decisión (de producirse) de prorrogar o renovar la autoridad para promover el comercio (también denominada “fast track”) hasta la finalización de la ronda, y si el Congreso estadounidense, pasadas las próximas elecciones de noviembre, se mostrará más favorable a modificar las medidas de ayuda interna. Si bien no es posible descartar avances, según algunos observadores en Estados Unidos, conseguir la aprobación de su agenda en el Congreso el año próximo representa una batalla a contrapelo para un Presidente que está muy debilitado.
Algunas
fuentes internas de la OMC consideran que el colapso de esta semana
será mucho más grave que el colapso transitorio que se
produjo en el curso de la Ronda Uruguay. En aquel momento la OMC
recién nacía, y muchos querían hacer realidad la
promesa de esta nueva institución. Esto ya no es así
–ya no hay más ilusiones, ni de parte de los que quieren
más acceso al mercado, ni de parte de la mayoría de los
países en desarrollo, respecto de lo que les puede ofrecer la
institución.
A
pesar de las declaraciones formales de contrariedad en la reunión
del CNC, fuera de la reunión, unos pocos delegados de los
países en desarrollo con los que hablé apenas podían
contener su euforia. Un delegado advirtió
que no había que anunciar prematuramente la muerte de la
ronda. Declaró que lo creería “solo después
de verlo”. Sin embargo, estaba evidentemente feliz
aunque debía contenerse “mientras esté aquí
(en el edificio de la OMC)” aclaró.
Uno
tras otro, los comunicados de prensa de las organizaciones de la
sociedad civil celebran este colapso y convocan a generar
alternativas al sistema de comercio multilateral actual –alternativas
que se basen en las necesidades de los pueblos y no en las ganancias
de las empresas.
*
Aileen Kwa es investigadora asociada de Focus on the Global South y
reside en Ginebra.
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LA RONDA DE DOHA COLAPSA PARA EL BIEN DE LOS PAÍSES EN DESARROLLO
por Walden Bello*
http://www.focusweb.org/content/view/984/36/
El colapso de la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio el lunes 24 de julio en Ginebra es una de las mejores cosas que le han sucedido al mundo en desarrollo en mucho tiempo.
En
las pasadas dos semanas, anticipando la reunión del Consejo
General de la OMC a realizarse el 27 y 28 de julio, se montó
un enorme esfuerzo con vistas a salvar del colapso a la “Ronda
de Doha” de negociaciones mundiales sobre el comercio. El
esfuerzo más destacado tuvo lugar en la cumbre del G8 en San
Petersburgo, Rusia, donde los líderes de las economías
más poderosas del mundo llamaron a terminar exitosamente la
ronda, describiéndola como una “oportunidad histórica
de generar crecimiento económico, crear potencial para el
desarrollo y elevar los niveles de vida en todo el mundo”.
Eso
no es más que un mito. La idea de que la Ronda de Doha es una
“ronda de desarrollo” no podría estar más
lejos de la verdad.
En
el mismo origen de las negociaciones de Doha en noviembre de 2001,
los gobiernos de los países desarrollados rechazaron la
demanda de la mayoría de los países de que las
conversaciones se centraran en la dura tarea de implementar los
compromisos pasados y evitar la iniciación de una nueva ronda
de liberalización del comercio. Desde el comienzo mismo la
meta de los países desarrollados fue promover mayor apertura
de los mercados en los países en desarrollo a cambio de
concesiones mínimas de su parte. Invocar al desarrollo no fue
más que una estratagema cínica para que el proceso
fuera menos desagradable.
Negociaciones
agrícolas sesgadas
El estado de las negociaciones en agricultura hasta esta debacle de hoy es un reflejo de eso. Incluso si Estados Unidos hubiese aceptado los términos del compromiso planteado por el director general de la OMC de reducir su ayuda interna, todavía mantendría subsidios masivos admisibles superiores a US$ 20.000 millones. Aunque la Unión Europea acordara la eliminación progresiva de sus subsidios a la exportación, esto significaría dejar 55.000 millones de euros en otras formas de ayuda a la exportación. A cambio de estas mínimas concesiones, Estados Unidos y la UE y los demás países desarrollados pretendían obtener reducciones radicales de los aranceles para sus exportaciones agrícolas en los mercados de los países en desarrollo.
Es un hecho que Estados Unidos, incluso en una etapa muy avanzada de las negociaciones, se mostró determinado a eliminar cualquier protección para los campesinos de los países en desarrollo. La representante de comercio de Estados Unidos, Susan Schwab atacó las disposiciones sobre “productos especiales” y los “mecanismos de salvaguardia especial” ya institucionalizados en la declaración Ministerial de Hong Kong de diciembre de 2005. Aunque es admisible que estos mecanismos son imperfectos, igualmente son una herramienta que permite que los gobiernos puedan enlentecer el deterioro de la agricultura local al exonerar a algunos productos de las reducciones arancelarias y subir los aranceles a las importaciones subsidiadas.
Si
llegasen a concluirse en estos términos sesgados, las
negociaciones de la OMC provocarían una reducción
drástica de los aranceles agrícolas de los países
pobres e impedirían a estos países mantener su
seguridad alimentaria. Esta es una receta para la expansión
masiva del hambre y amenaza con empobrecer aún más a
cientos de millones de pobres en todo el mundo. Las consecuencias
para el Sur aparecen quizá mejor resumidas por las
declaraciones de un negociador del gobierno filipino en el Comité
de Agricultura de la OMC: “nuestros sectores agrícolas
que son estratégicos para la seguridad alimentaria y el empleo
rural ya han sido desestabilizados porque nuestros pequeños
productores están siendo salvajemente aplastados por la
injusticia que reina en el comercio internacional. Incluso ahora
mientras yo hablo, nuestros productores están siendo
aplastados en nuestros propios mercados, [e] incluso hasta los más
resistentes y eficientes están sufriendo”.
El
fantasma de la desindustrialización
Pero los países desarrollados no sólo quieren reducir drásticamente los aranceles agrícolas de los países en desarrollo. También quieren obtener el mayor acceso posible a los mercados del Sur para sus productos industriales y otros bienes no agrícolas. En las negociaciones del AMNA (Acceso al Mercado de productos No Agrícolas), han exigido que las economías en proceso de industrialización del Sur recorten los aranceles no agrícolas entre un 60 y 70%, a la vez que ofrecen reducir las propias solamente entre un 20 y un 30%.
Esto no sólo viola el principio de “reciprocidad menos que plena” del GATT-OMC, además es de una inequidad absurda. El gobierno sudafricano reflejó las frustraciones de la mayoría del Sur global sobre el proceso de Doha cuando declaró que “los países en desarrollo no acordarán destruir su industria nacional en función de las demandas irracionales y faltas de sentido de los países desarrollados”.
La extinción de la agricultura y la desindustrialización no son el único precio que se les exige a los países en desarrollo para lograr una conclusión exitosa de Doha. Además, en el marco de las negociaciones del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS) en la OMC, se les pide que le otorguen más derechos a las empresas extranjeras para comprar y controlar los servicios públicos de los países en desarrollo, a costa de la garantía de servicios públicos esenciales para los pobres.
La
ecuación costo-beneficio
Ya no son sólo los países en desarrollo o la sociedad civil mundial quienes advierten que la liberalización administrada por la OMC será perjudicial para los intereses del mundo en desarrollo. Incluso las agencias pro-liberalización están admitiendo ahora que los beneficios de la Ronda de Doha para los pobres han sido muy inflados. Según un estudio de otoño (del hemisferio norte) de 2005 del Banco Mundial, en un “escenario probable de Doha” de reformas, los países en desarrollo podrían ganar solamente US$ 16.000 millones en diez años. Esto no es más que un minúsculo 0,16% del producto bruto interno, o menos de un penique diario per cápita. Se prevé que el millar de millones de personas más pobres aumentaría sus ingresos en sólo US$ 2 por año. Es por esto que resulta tan desgarrador ver como se invoca a “los pobres” para vender el proyecto de expansión masiva de las grandes empresas que promueve el programa de Doha.
Sin
embargo, el estudio del Banco Mundial de 2005, aunque menos
irrealista que otros estudios anteriores de la agencia, es sumamente
insuficiente, ya que no toma en cuenta los muchos costos que impone
el régimen de la OMC a los países en desarrollo. No
incluye, por ejemplo, el impacto negativo de los monopolios de
patentes en manos corporativas en el marco del acuerdo sobre los
Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados al
Comercio (ADPIC), que obliga a los pobres a pagar precios mucho más
altos para acceder a medicinas vitales.
Algunos
estiman que estos costos para los países en desarrollo son por
lejos mayores que las supuestas ganancias derivadas de la
liberalización. Por ejemplo, un estudio reciente de la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
(UNCTAD por sus siglas en inglés) prevé que las
pérdidas por ingresos arancelarios para los países en
desarrollo en el marco de Doha podrían rondar entre US$ 32.000
millones y US$ 63.000 millones por año. Esta pérdida de
ingresos de los Estados nacionales –ingresos que solventan la
atención de la salud, la educación, el servicio de agua
y saneamiento en los países en desarrollo- es entre dos y
cuatro veces más grande que los beneficios de US$ 16.000
millones proyectados por el Banco Mundial.
África, la región menos desarrollada, será una de las zonas que sufrirá las peores consecuencias en caso de que esta ronda termine exitosamente. En un resumen de las conclusiones de las investigaciones recientes realizadas por el Carnegie Endowment, la Comisión Europea y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Aileen Kwa de Focus on the Global South señala que “la mayoría de la población del África enfrentará pérdidas tanto en agricultura como en la liberalización de los bienes industriales. Incluso si se abrieran mercados de exportación agrícola para el África, la mayoría de los productores rurales africanos –que practican agricultura de subsistencia- no podrán competir. Además perderán ante la obligación de abrir sus mercados internos en el marco de las negociaciones. Los países más pobres de África serán los más golpeados –muchos son países menos adelantados en África sub-Sahariana y África Oriental”.
Sustraerse
del paradigma de la OMC
En suma, no solamente los costos económicos de una potencial conclusión de la Ronda de Doha superan claramente cualquier beneficio que pueda proyectarse para los pobres, sino que la pérdida de espacio político de los países en desarrollo –para crear puestos de trabajos a través de la industrialización, garantizar los servicios públicos y proteger a sus agricultores y su seguridad alimentaria- equivaldría a patear lejos la escalera del desarrollo, para usar la imagen del economista de la Universidad de Cambridge Ha Joon Chang, e impedir así que las naciones en desarrollo puedan hacer uso de las mismas herramientas que antes usaron las desarrolladas para salir por sí mismas de la pobreza.
El
libre comercio es tan claramente perjudicial para el desarrollo que
en un estudio reciente del Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) se aconseja a los países pobres de Asia
hacer lo mismo que hicieron con tanto éxito Japón y
Corea del Sur: proteger sus industrias claves con aranceles, antes
que exponerlas a la competencia extranjera. Para promover el
desarrollo y reducir la pobreza, se debería alentar a los
gobiernos a aumentar el gasto público en salud, educación,
acceso al agua y otros servicios esenciales, en lugar que
presionarlos a malvender esos servicios a las empresas extranjeras
que pretenden lucrar con ellos.
El
comercio puede ser un vehículo de desarrollo. Lamentablemente,
el sistema de la OMC subordina el desarrollo al libre comercio
dirigido por las grandes empresas y margina aún más a
los países en desarrollo. Es tiempo de abandonar las ilusiones
sobre los supuestos efectos beneficiosos de la Ronda de Doha. El
colapso de la Ronda Doha será bueno para los pobres. Tras este
fracaso de las conversaciones en la OMC, la tarea que debemos abordar
es la creación de marcos alternativos y de instituciones
diferentes a la OMC y los otros mecanismos del comercio neoliberal,
que permitan que el comercio verdaderamente beneficie a los pobres.
*
Walden Bello es director ejecutivo de Focus on the Global South
y profesor de sociología en la Universidad de Filipinas.
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EL DESARROLLO NO ES POSIBLE EN LA OMC
Red por la Soberanía Alimentaria*
Para
acceder al texto completo en inglés:
http://www.focusweb.org/content/view/994/36/
Introducción
El colapso de las negociaciones en la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC) no es más que una buena noticia para los pueblos del mundo. A pesar de los esfuerzos que han hecho algunas delegaciones para “salvar” la Ronda de Doha, las conversaciones de la reunión mini-Ministerial que estaba prevista entre el 29 de junio y el 2 de julio tampoco fueron fructíferas. Los países en desarrollo se mantuvieron firmes en sus posiciones y no cedieron a las demandas de los países desarrollados de proporcionar mayor acceso a los mercados agrícolas, de la pesca, la industria y los servicios, sosteniendo que los países desarrollados deben primero honrar sus compromisos largamente incumplidos de reducir los subsidios que distorsionan el comercio y promover un ambiente de negociación más equilibrado y equitativo dentro de la OMC.
Este documento intenta resumir las diferentes posiciones de los gobiernos en las negociaciones de la OMC desde la Conferencia Ministerial de Hong Kong. Está basado y se nutre de los aportes de análisis realizados por organizaciones de investigación en políticas, movimientos sociales y coaliciones de la sociedad civil que monitorean la OMC (ver la sección Referencias por más detalle). El documento tiene por objetivo ofrecer un recurso de información a los movimientos sociales, las organizaciones de la sociedad civil, los representantes electos y los grupos y personas preocupados por la situación de las negociaciones de la Ronda de Doha en este momento. Describe algunos de los acontecimientos importantes en general y proporciona un resumen de los problemas claves en las negociaciones sobre agricultura, AMNA y servicios.
El
centro de atención de las negociaciones en la reunión
que colapsó recientemente fue un “triángulo”
de temas compuesto por el acceso al mercado en agricultura; la ayuda
interna en agricultura, y el acceso al mercado de productos no
agrícolas (AMNA o NAMA por sus siglas en inglés). En
particular, la presión se concentró en que la Unión
Europea (UE) mejorara su oferta en el tema de acceso al mercado
agrícola, que Estados Unidos (EE.UU.) mejorara su oferta de
reducir su ayuda interna y rebajara sus ambiciones en materia de
acceso al mercado en agricultura y el AMNA, y para que los países
en desarrollo más grandes acordaran mayores rebajas en sus
aranceles industriales. Si bien la UE y el AMNA 11 indicaron una
voluntad de ceder en sus posiciones, EE.UU. fue absolutamente
renuente a revisar sus demandas de acceso al mercado o acordar
mayores recortes en su ayuda interna.
Sin
embargo, la batalla todavía no terminó. En agricultura,
industria y servicios, que conforman el núcleo central de las
economías de todos los países, todavía es
posible que ocurra un ‘toma y daca’ de concesiones mutuas
que pasará por alto las formas de sustento y el bienestar de
cientos de millones de personas que no recibirán ningún
beneficio de las ofertas que hoy están sobre la mesa de
negociaciones comerciales. Igualmente grave es la potencial erosión
de los derechos soberanos de los países de proteger el bien
común y los intereses públicos en sus territorios como
resultado de los compromisos que se asumen en la OMC.
Las negociaciones las está llevando adelante el G6, conformado por EE.UU. la UE, India, Brasil, Australia y Japón. Como siempre, las negociaciones son verticalistas y para nada transparentes, y es muy probable que la mayoría de los miembros de la OMC todavía pueda ser llevada a aceptar el paquete comercial acordado por una minoría. En una oferta renovada para “salvar” la Ronda de Doha, el G6 había planificado dos reuniones en Ginebra en julio, primero el 23 y 24 de julio, y luego nuevamente el 28 y 29 de ese mismo mes, también en Ginebra. La reunión del 23 de julio no produjo un nuevo paquete comercial. Está por verse si se podrá lograr algún acuerdo en las próximas semanas.
En general, podemos decir que los siguientes eventos y problemas han sido centrales en las actuales negociaciones.
1.
Se le ha dado al director general de la OMC Pascal Lamy la tarea de
“facilitar” el consenso entre los miembros de la OMC.
Esto es sumamente peligroso ya que Lamy conoce los temores e
inseguridades de los países en desarrollo miembros, en
especial de los países menos adelantados (PMA) y el grupo de
África, que se han mostrado hasta ahora muy fuertes en la
defensa de sus posiciones.
Ha
existido la preocupación de que el propio Lamy pudiera surgir
con un texto borrador de negociación basado en las
“convergencias” que él mismo perciba. Lamy también
ha intentado virar el lenguaje de las negociaciones para reforzar el
acceso al mercado en vez del desarrollo. Antes y durante la
mini-Ministerial hizo reiterada mención a los “nuevos
flujos comerciales” que suponen la reducción de los
aranceles obligatorios de un país por debajo de la tasa
aplicada.
También
faltó claridad respecto a qué implica en realidad el
mandato de Lamy. Es muy posible que Lamy mismo genere las
convergencias en base a sus discusiones con el G6. Y aún más,
que estas convergencias solamente aborden lo que él y el G6
consideran “modalidades centrales” mientras ignoran otros
temas cruciales, como los productos especiales (PE) y las medidas de
salvaguarda especial (MSE) en agricultura, las flexibilidades en el
AMNA y cómo lidiar con la erosión de las preferencias.
Muchos países en desarrollo temen además, que la
urgencia del cronograma para alcanzar rápidamente un acuerdo
presione a los países en desarrollo a aceptar un acuerdo que
no han comprendido técnicamente en su totalidad (debido a lo
exiguo del plazo) o con el que no concuerdan sustancialmente.
2.
Durante la reunión del G6 antes de la reunión
mini-Ministerial del 29 de junio, Lamy habló de la “zona
de aterrizaje de 20” como una posible posición de
negociación o una meta. La “zona de aterrizaje” de
Lamy es el lugar al cual probablemente él lleve la llamada
“convergencia” de las posiciones de negociación.
Esto significa: EE.UU. adopta un techo de US$ 20.000 millones para
los subsidios agrícolas, los países en desarrollo
reducen sus aranceles industriales a u tope del 20%, y los miembros
de la OMC adoptan la sugerencia del G20 sobre aranceles agrícolas.
Los primeros dos elementos de esta posición no representan
ningún beneficio en absoluto para los países en
desarrollo. El segundo elemento les pide a los países en
desarrollo que reduzcan los aranceles industriales mucho más
de lo que éstos proponen actualmente.
Con
respecto a los topes de la ayuda interna y los subsidios a la
agricultura de Estados Unidos, es necesario primero examinar la
propuesta que presentó ese país. La oferta de octubre
de 2005 de Estados Unidos de reducir su ayuda interna no tocaba las
ayudas que realmente proporciona ese país en la actualidad.
Los recortes propuestos le permitían continuar ofreciendo US$
23.000 millones de ayuda interna, una cifra superior a la que
proporciona en la actualidad. Pero lo que es más importante,
las reducciones propuestas no incluyen los US$ 51.000 millones que se
reparten a través de la Caja Verde, que no se tocan ni
siquiera en el marco de las negociaciones actuales. La sugerencia de
Lamy para que Estados Unidos reduzca sus subsidios a US$ 20.000
millones es insignificante ya que el 70% de los subsidios de ese país
se concentra en la caja verde. Sería muy fácil para
Estados Unidos acudir a alguna maniobra creativa de contabilidad que
le permita traspasar alrededor de mil millones de dólares en
subsidios de la caja azul a la verde, y de esta forma neutralizar
totalmente cualquier reducción real en los niveles generales
de ayuda interna y subsidios.
En ese escenario, los países en desarrollo sólo podrían enfrentar a Estados Unidos apelando al Mecanismo de Solución de Diferencias (MSD o DSM por sus siglas en inglés). Pero a pesar de haber ganado casos, como el del algodón, los países en desarrollo, incluido Brasil, no han conseguido asegurar que Estados Unidos acate efectivamente las decisiones del MSD. Igualmente preocupante es que Estados Unidos está pidiendo ahora que se restituya la “cláusula de paz” en el Acuerdo sobre Agricultura (AdA). La “cláusula de paz” es una disposición acordada en la Ronda Uruguay que establece un período de gracia de 9 años durante el cual las políticas de ayuda interna y las medidas de subsidio a la exportación quedaban exentas de cualquier tipo de demanda ante el MSD. Esta cláusula expiró el 31 de diciembre de 2003, y desde entonces Estados Unidos ha sido afectado por diversas disputas, entre ellas la del algodón. El Presidente de la Comisión de Agricultura Crawford Falconer no incluyó la “cláusula de paz” en el texto de la mini-Ministerial, basándose en que la misma no forma parte del mandato de Doha. Sin embargo, Lamy parece estar abierto a volverla a introducir como “un detalle hacia el final de la ronda, tal como en el caso de la Ronda Uruguay”.
Si
las propuestas de Lamy son aceptadas, el dumping de productos
agrícolas provenientes de Estados Unidos y la Unión
Europea continuará. Y si la “cláusula de paz”
se vuelve a introducir, ni siquiera será posible cuestionar la
caja verde a través del MSD. La ronda entonces habrá
servido sólo para abrir los mercados de los países en
desarrollo, tanto a los productos agrícolas como a los
industriales.
3.
Hasta ahora Estados Unidos no manifiesta ninguna voluntad de reducir
la ayuda interna a su agricultura, ni sus demandas de acceso a los
mercados agrícolas e industriales (AMNA) de los países
en desarrollo. La legislación estadounidense, en cierta forma,
ha generado una presión especial para fijar la fecha límite
de las negociaciones. Actualmente, el Representante de Comercio
estadounidense todavía tiene mandato para negociar acuerdos
por la “vía rápida” (el llamado ‘fast
track’ proveniente de la ley de promoción comercial
de Estados Unidos de 2002), pero éste expira a mediados de
2007. La autoridad del “fast track” o vía rápida,
significa que el Congreso estadounidense sólo puede aceptar o
rechazar el arreglo que emerja de las negociaciones pero no puede
modificarlo. Sin la autoridad de “fast track”, la oficina
del Representante de Comercio negocia sin ninguna certidumbre, ya que
el Congreso tiene la potestad de enmendar el acuerdo incluso después
de que el mismo sea aceptado por la OMC, y de esta forma las
negociaciones se transforman en una pérdida de tiempo. Para
adaptarse al plazo de la autoridad de vía rápida o
“fast track” del Representante de Comercio
estadounidense, las negociaciones que se llevan adelante en la
actualidad deben concluir como último plazo a fines de 2006,
para darle tiempo con posterioridad a esa fecha al Representante de
Comercio para preparar el texto legal que debe presentar ante el
Congreso, etc.
A pesar que la Oficina del Representante de Comercio dispone actualmente de mandato para negociar por la vía rápida, el Congreso ya le ha indicado a esta oficina qué aceptará y qué no en el marco de un acuerdo comercial. Es muy probable que el Congreso, asediado por el cabildeo de los grupos de presión de la agroindustria y otros intereses comerciales, rechace cualquier acuerdo que no signifique mejoras importantes en el acceso a mercados para las exportaciones agrícolas estadounidenses. La propuesta del G33 sobre Productos especiales (PE) y Medidas de Salvaguardia Especial (MSE) exige la más completa flexibilidad en el uso de los PE y las MSE para proteger la seguridad alimentaria, las formas de sustento de los agricultores y el desarrollo rural. Pero la propuesta agrícola estadounidense impone límites al número de productos a ser designados como “sensibles” o “especiales” y también a la medida en la cual los países en desarrollo pueden hacer uso de las MSE. Con respecto al acceso al mercado de servicios según el Modo 4 en las negociaciones del AGCS, el Congreso de Estados Unidos ha dejado claro que no aceptará un acuerdo que modifique la política migratoria del país, anulando así cualquier posibilidad de nuevas visas para los países en desarrollo en el marco del Modo 4.
La
intransigencia que caracteriza hoy a Estados Unidos es tácticamente
útil a la causa de infringirle un grave golpe a la Ronda de
Doha. Sin embargo, independientemente de los compromisos que Estados
Unidos o cualquier otro país desarrollado pueda asumir, no hay
nada en las negociaciones de la Ronda de Doha que signifique una
esperanza para el desarrollo o para la transformación de la
OMC en un sistema multilateral justo de comercio mundial basado en
reglas.
4. Los países en desarrollo mantuvieron una posición unificada contra los países desarrollados antes y durante la última mini-Ministerial. Han adquirido mayor protagonismo en sus críticas a la Ronda de Doha por no ser una “ronda de desarrollo” como se prometiera, sino una “ronda de acceso a mercados”. Esto es importante. Aunque los PMA, los países africanos, el G33 y el G90 ya planteaban este punto de vista antes y durante la Conferencia Ministerial de Hong Kong, los demás países del G20 se mantenían más o menos silenciosos al respecto. Ahora incluso la India, Brasil y Sudáfrica señalan la importancia del “desarrollo” en sus declaraciones de prensa.
El
1º de julio, todos los agrupamientos de países en
desarrollo el [G20, el G33, el grupo de África, el Caribe y el
Pacífico (ACP por sus siglas en inglés), los Países
Menos adelantados (PMA), el Grupo de África, las Economías
Pequeñas y Vulnerables (SVE por sus siglas en inglés),
el AMNA 11, el Algodón 4 y CARICOM] sostuvieron una
conferencia de prensa conjunta en la cual enfatizaron que la ausencia
de avances en las conversaciones se debe a que algunos países
desarrollados no desean ceder más en sus compromisos y le
piden a los países en desarrollo que rebajen más sus
aranceles en el AMNA, mientras los países desarrollados no
tienen la voluntad de asumir compromisos similares ni en el AMNA ni
en agricultura.
Los
gobiernos de estos países hasta ahora se han plantado firmes
en los siguientes temas:
Los países en desarrollo están unidos en torno a que la ronda de negociaciones de Doha debe ser una ronda de desarrollo; la dimensión del desarrollo no está abierta a una renegociación, y los países en desarrollo “recuperarán” la esencia de la ronda de desarrollo.
Los gobiernos declaran que las flexibilidades que exige la propuesta del G33 respecto de Productos Especiales (PE) y Medidas de Salvaguardia Especial (MSE) tienen por intención la protección de sectores específicos que son vulnerables, y no tienen por objetivo erosionar el acceso al mercado como sostienen los países desarrollados.
Los países en desarrollo tienen vulnerabilidades diferentes y los beneficios del acceso a los mercados también difieren entre los distintos grupos de países en desarrollo, por ende las flexibilidades para proteger sectores específicos vulnerables y grupos objetivo son muy importantes para poder defender el desarrollo.
Es necesario que el acceso de los países en desarrollo a los mercados de los países desarrollados sea facilitado y no viceversa. Los países desarrollados quieren acceso al mercado en el AMNA, la agricultura y los servicios y quieren también retener los niveles de ayuda interna y subsidios en agricultura; esto no es aceptable para los países en desarrollo.
Los medios de vida y el sustento de los campesinos y agricultores de los países en desarrollo no son negociables.
Ningún paquete comercial debe poner en desventaja a las economías pequeñas y vulnerables, dada su vulnerabilidad y su ya extremo grado de apertura al comercio y las inversiones.
En las negociaciones del AMNA, los países desarrollados han presentado demandas a los países en desarrollo que no son realistas, y que han estado motivadas en grupos específicos de interés de carácter comercial de los países desarrollados.
El nivel de reducciones arancelarias en el AMNA que se está exigiendo a los países en desarrollo determinará una distorsión social y un ajuste social de gran envergadura, sin que se esté discutiendo ninguna medida compensatoria.
Las preocupaciones de los PMA y las economías pequeñas y vulnerables están siendo marginadas por las demandas de los países desarrollados en las negociaciones del AMNA.
Las reglas de comercio de la OMC son inequitativas ya que la ayuda interna y los subsidios a la exportación son legales para la agricultura pero ilegales para los productos industriales.
La propuesta del grupo conocido como Algodón 4 (Cotton 4) debe ser incluida en cualquier acuerdo nuevo.
En las negociaciones del AMNA, la Declaración de Hong Kong estipula la reciprocidad menos que plena para los países en desarrollo, y la misma debe aplicarse en la discusión de las reducciones arancelarias.
Los países en desarrollo ponen más en juego que los países desarrollados en el sistema de comercio multilateral; están comprometidos a completar la ronda pero los países desarrollados deben demostrar sus propios compromisos primero.
Aunque es necesario que haya mejores concesiones en torno a la ayuda interna en agricultura, el acceso a los mercados agrícolas y el AMNA, los tres elementos no son iguales; los resultados más importantes deben lograrse en las áreas en las que radican las mayores distorsiones, es decir, agricultura, que desplaza los productos de los países en desarrollo y amenaza el sustento de cientos de millones de campesinos pobres.
El acceso al mercado será un componente importante de una Ronda exitosa, pero la apertura del mercado en los países en desarrollo debe tomar en cuenta sus realidades sociales y económicas.
Una Ronda de desarrollo no debe derivar en la desindustrialización del mundo en desarrollo.
El trato especial y diferenciado (TED) debe integrarse en todas las áreas de las negociaciones; particularmente importantes son las flexibilidades en el AMNA para el desarrollo industrial de los países en desarrollo, y los PE y las MSE para abordar la seguridad alimentaria, el desarrollo rural y las preocupaciones relativas a las formas de sustento de los países en desarrollo.
Es necesario cumplir con las expectativas de los PMA respecto de la puesta en práctica de la Decisión de la Cumbre ministerial de Hong Kong sobre acceso a mercado sin aranceles ni cuotas, y la simplificación de las reglas de origen.
Se deben abordar los temas relativos a la erosión de la preferencia; y
El proceso de negociación debe ser de abajo hacia arriba, inclusivo y transparente.
Al mismo tiempo, sin embargo, la mayoría de los países en desarrollo reafirmaron su compromiso con la terminación exitosa de la Ronda de Doha para fines de 2006.
Los grupos de PMA, SVE y ACP consideran que un sistema de comercio bilateral es más hostil que un sistema multilateral, y parecen estar comprometidos en hacer que la OMC “funcione” para ellos. Es muy posible que sean empujados a aceptar un acuerdo de comercio antagónico para sus intereses bajo la presión de “salvar la ronda”
El artículo completo en inglés está disponible en:
http://www.focusweb.org/content/view/994/36/
*************************************************
FMI: ACHICARLO O HUNDIRLO
Declaración de consenso y documento de estrategia
24
de julio de 2006
Para
adherir haga click aquí
http://www.focusweb.org/content/view/985/27/
y
desplace el cursor hasta el final
El documento que figura a continuación fue redactado en forma colectiva a lo largo de un período de dos meses por representantes de las organizaciones que asistieron a la Sesión de Estrategia sobre el Fondo Monetario Internacional en el Instituto de Estudios de Políticas en Washington DC, al realizarse la reunión de Primavera del FMI y el Banco Mundial en la tercer semana de abril de 2006. El mismo está circulando en todo el mundo para lograr adhesiones antes de la importantísima reunión de otoño de las instituciones de Bretton Woods que se realizará en Singapur entre el 13 y el 20 de septiembre de 2006. El documento, con la lista de firmantes, se presentará a los gobiernos que asistan a la reunión. Se pretende que éste sea el acto de apertura de una campaña mundial, en la cual los otros elementos serán una conferencia sobre el futuro del Fondo a realizarse en Singapur el 17 de septiembre, y eventos alternativos que se desarrollarán en la cercana isla de Batam en Indonesia del 15 al 19 de septiembre.
(Firmantes
iniciales: Instituto de Estudio de Políticas; Sisters of the
Holy Cross Congregation Justice Committee; Focus on the Global South;
Jubileo Sur; 50 Años Basta; Gender Action; Oficina de Amistad
Nicaragua-Estados Unidos; Solidarity Africa Network; Development Gap;
Citizens’Action for Essential Services; Center for Policy
Research and Education; Asian Indigenous Women’s Network
(AIWN); Jerry Mander, co-director, Foro Internacional sobre la
Globalización).
El Fondo Monetario Internacional atraviesa quizá su momento de mayor vulnerabilidad en años. La institución vive una triple crisis -crisis de legitimidad, crisis presupuestal y crisis de roles- que no tiene paralelo en sus 62 años de existencia. Estas circunstancias le ofrecen a los críticos del Fondo una oportunidad para achicarlo radicalmente, desempoderarlo, o porqué no cerrarlo definitivamente. Si no se la aprovecha, esta oportunidad puede escaparse y las circunstancias podrían cambiar y fortalecer y salvar al Fondo.
Hace
diez años, el Fondo volaba alto, arrogante en su convicción
de que sabía lo que era mejor para los países en
desarrollo. Hoy, el Fondo es una institución cercada que se
esconde detrás de sus cuatro paredes en Washington DC, incapaz
de montar una respuesta efectiva al creciente número de
opositores y críticos.
Crisis de legitimidad
La crisis financiera asiática, que arrasó a las afamadas economías de los tigres asiáticos en el verano y otoño de 1997, fue el factor determinante que le cambio la suerte al Fondo. La crisis asiática fue el “Stalingrado” del FMI, y nunca ha logrado recuperarse. Al decir de Dennis de Tray, un alto ex funcionario del FMI que servía en el Banco Mundial en Yakarta al momento de la crisis, “El Fondo perdió su legitimidad en ese momento y no la recuperó más”(i).
El
Fondo sufrió tres golpes devastadores durante la crisis.
Primero fue considerado responsable de la política de eliminar
los controles al capital que siguieron muchos de los gobiernos del
Este asiático en los años precedentes a la crisis. Esta
política de liberalización de las cuentas de capital
atrajo miles de millones de dólares de capital especulativo
entre 1993 y 1997, pero también aseguró que no hubieran
barreras para la salida de los capitales durante el pánico del
verano de 1997, cuando unos US$ 100.000 millones de dólares
abandonaron las economías de Indonesia, Filipinas, Tailandia,
Malasia y Corea del Sur en unas pocas semanas.
El
segundo golpe fue la percepción generalizada de que los
paquetes de rescate de varios miles de millones de dólares
reunidos por el FMI para los países afectados no se destinaron
efectivamente al rescate de las economías sino a pagarle a los
acreedores extranjeros y a la inversión especulativa. El
Citibank, por ejemplo, a pesar de estar muy sobre-expuesto en Asia,
no perdió un centavo durante la crisis. Estos acontecimientos
escandalosos levantaron fuertes críticas contra el FMI,
incluso entre los partidarios del libre mercado como George Shultz,
ex Secretario de Estado en la presidencia de Richard Nixon, que
declaró que el Fondo estaba alentando un “peligro moral”
y por tanto debía ser abolido.
El
tercer golpe al Fondo provino de los resultados que produjeron los
programas de estabilización sobre las economías en
crisis. Con su énfasis desatinado en la reducción del
gasto público como método para luchar contra la
inflación, estos programas efectivamente aceleraron la caída
de estas economías a una recesión.
La debacle financiera asiática dio ímpetu a una revisión, que todavía está en marcha, de los programas de ajuste estructural que el Fondo, junto con el Banco Mundial, le había impuesto a más de 90 economías en desarrollo y en transición desde 1980. Pocos de estos programas tuvieron algún éxito en generar el crecimiento, la reducción de las inequidades y la reducción de la pobreza que se había prometido a los países que adoptaron estos programas. En realidad, los programas de terapia de choque del FMI en Rusia y Europa Oriental condujeron a millones de personas a engrosar las filas de pobres en la década de 1990(ii). Tan deprimentes fueron los resultados que el extendido programa de ajuste estructural del Fondo tuvo que ser renombrado como el “servicio para el crecimiento y la lucha contra la pobreza”.
En
2002, cuando el Fondo todavía sufría las consecuencias
de la crisis financiera asiática, colapsó Argentina,
con un default de US$ 100.000 millones de los US$ 140.000
millones de su deuda externa. Quizá más que cualquier
otro país en el mundo, Argentina había seguido al pie
de la letra las prescripciones neoliberales del FMI, incluida la
desregulación radical, la liberalización radical de las
tarifas, y la liberalización financiera. El Fondo fue también
el gran defensor de la convertibilidad del peso argentino, que ató
la oferta de pesos argentinos al dólar en circulación
dentro del país. Cuando esta mezcla de políticas se
desbarrancó en 2001 y 2002, el mismo destino sufrió la
credibilidad del FMI en tanto había puesto miles de millones
de dólares en préstamos de estabilización para
apoyarlas.
Las
postrimerías de la crisis fueron incluso más
perjudiciales. Cuando Nestor Kirchner fue electo presidente de
Argentina en 2003, declaró que su gobierno repagaría su
deuda a los acreedores privados, pero sólo a 25 centésimos
por dólar. Furiosos, los acreedores le pidieron al FMI que
tomara medidas frente a Kirchner, pero con su reputación hecha
jirones y su capacidad de presión debilitada, el Fondo se
retractó de la posición de confrontar al presidente
argentino, que se salió con la suya, logrando una rebaja
radical de la deuda externa de su país con el sector privado
internacional (iii).
Con otro grupo de actores –los gobiernos de los países en desarrollo- la siguiente movida de Argentina junto con Brasil, sacudió la imagen del Fondo como prestamista indispensable de último recurso. Ambos gobiernos cancelaron sus deudas con el Fondo, lo que les permitió declarar su independencia de esta institución tan odiada en América Latina.
Crisis presupuestal
La crisis de legitimidad ha acarreado consecuencias económicas. En 2003, el gobierno tailandés declaró que había pagado la mayor parte de su deuda con el FMI y que pronto obtendría su independencia económica de la organización. Indonesia finalizó su contrato de préstamo con el Fondo en 2003 y anunció recientemente su intención de cancelar su deuda externa multimillonaria en dos años (iv). Otra serie de grandes prestatarios de Asia, preocupados por las devastadoras consecuencias de las políticas impuestas por el Fondo, han dejado de pedir nuevos préstamos. Entre éstos están Filipinas, India y China. Ahora, esta tendencia ha sido reforzada por las recientes actitudes de Brasil y Argentina, que al saldar todas sus deudas y declarar su soberanía financiera, implícitamente afirmaron que no quieren volver a tomar préstamos del FMI.
Esto, que es de hecho un boicot de parte de los grandes prestatarios, está derivando en una crisis presupuestal del Fondo, ya que en las últimas dos décadas las operaciones del FMI han sido crecientemente financiadas con las amortizaciones de los países en desarrollo que son clientes del Fondo y no por las contribuciones de los países ricos del Norte, que deliberadamente han traspasado el peso del sostén de la institución a los prestatarios. El resultado de estos acontecimientos es que los pagos de cargos e intereses, según las proyecciones del Fondo, se reducirán en más de la mitad, pasando de US$ 3.190 millones en 2005 a US$ 1.390 millones en 2006 y nuevamente a la mitad con una previsión de US$ 635 millones para 2009, lo que generaría lo que Ngaire Woods, una especialista en asuntos del Fondo de la Universidad de Oxford ha descrito como “una reducción enorme del presupuesto de la organización” (v).
Crisis
de roles
La erosión del papel del Fondo como disciplinador de los países endeudados y como aplicador de los ajustes estructurales ha sido acompañada por una búsqueda inútil en aras de encontrar un nuevo rol para el Fondo.
El
intento del Grupo de los Siete de transformar al Fondo en pieza
central de una nueva “arquitectura financiera global”,
poniéndolo a cargo de una “línea de crédito
de contingencias” a la cual los países al borde de una
crisis financiera tuvieran acceso si cumplían con las
condiciones macroeconómicas aprobadas por el FMI, fracasó
cuando se señaló que el espectáculo de un
gobierno buscando acceso a esta línea de crédito sería
por si mismo un disparador del pánico financiero que ese
gobierno pretendía evitar.
La
propuesta de crear un “Mecanismo de reestructuración de
la deuda soberana” –una versión internacional del
mecanismo de salvataje por quiebra estipulado en el Capítulo
11 del TLCAN, que proporcionaría a los países
protección de sus acreedores mientras se encaminaban a un plan
de reestructura- se desplomó debido a las objeciones de los
países del Sur que sostuvieron que era demasiado débil
y a la oposición de EE.UU. que temía que esto fuera en
desmedro de la libertad de funcionamiento de los bancos
estadounidenses.
En
la reciente reunión del FMI en la primavera de este año,
se le encomendó al Fondo el monitoreo de las relaciones entre
los países asociados a desequilibrios macroeconómicos
globales- es decir con superávit o déficit comercial
masivos- pero el mandato fue extremadamente vago. Si hay algo que
refleja es justamente la desesperación de los países
del G8 por encontrar un rol para una burocracia de la economía
internacional que se ha tornado obsoleta e irrelevante.
Porqué debemos actuar ahora
El momento actual, cuando el Fondo está más vulnerable que nunca debido a su triple crisis, es el más oportuno para lanzar una campaña para desempoderarlo: ya sea “achicarlo” o simplemente eliminarlo.
Existen
tres factores que pueden favorecer el éxito de esta campaña:
En
primer lugar, como lo señaláramos anteriormente, los
países en desarrollo que han sido los principales clientes del
Fondo están hartos de la institución y quieren
abandonarla.
En
segundo lugar, la elite estadounidense está más
dividida que nunca respecto del Fondo, y hay un número
importante de conservadores que lo quieren cerrar. La última
vez que se planteó la reposición de los recursos del
Fondo en el Congreso estadounidense en 1998, la medida apenas logró
ser aprobada. Es muy dudoso que una medida de reposición logre
la aprobación del Congreso hoy.
Tercero, EE.UU y algunos países clave de Europa han tenido diferencias importantes en cuanto a sus políticas para el FMI. Algunos gobiernos europeos clave, por ejemplo, querían usar al FMI para que Argentina saldara sus deudas con los tenedores de bonos principalmente europeos. La administración Bush por su parte, tuvo una respuesta fría ante esta idea, ansiosa de impedir que los recursos del Fondo sirvieran de fianza para los especuladores europeos (vi). Otra expresión reciente de las divergencias se apreció en la actitud positiva de los gobiernos europeos para crear el Mecanismo de Reestructuración de la deuda soberana, que fue duramente atacado por Estados Unidos.
En suma, los tres pilares que le sirvieron de fundamento al Fondo durante sesenta años –la creencia en su indispensabilidad por parte de los países en desarrollo, un “consenso internacionalista” entre la elite estadounidense, y el consenso transatlántico ente las elites europeas y estadounidense—están notoriamente erosionados, lo que abre posibilidades reales para que una campaña de la sociedad civil global pueda desempoderar o eliminar al Fondo.
¿Prestamista indispensable de último recurso?
Si bien cada vez más personas y grupos que monitorean al FMI concuerdan en su creciente disfuncionalidad, hay quienes dudan exigir su cierre, porque sienten que sigue siendo necesario contar con un “prestamista de último recurso” para los países en desarrollo (vii).
Ése ha dejado de ser un rol viable para el FMI.
Para muchos países asiáticos, la respuesta es una institución regional, que entienda las complejidades de la región mejor que el Fondo y que por tanto tenga mayor criterio a la hora de imponer condicionalidades. El Fondo Monetario Asiático (AMF por sus siglas en inglés) que fue vetado por Washington y el FMI durante la crisis financiera asiática podría haber cumplido ese papel. De hecho, el acuerdo de “ASEAN más tres” le podría permitir a los países del este asiático avanzar ahora hacia la creación de dicho agrupamiento financiero regional.
Hay
también iniciativas para una institución regional en
Latinoamérica que podría tener como una de sus
funciones servir como fuente de capital y como prestamista de último
recurso: la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA),
impulsada por Venezuela, Bolivia y Cuba.
Pero cabe una objeción: el Este asiático y América Latina tienen recursos de capital significativos que pueden servir para crear un fondo común para préstamos de último recursos de carácter regional. Pero ¿qué pasa con África que es pobre en capitales? Ésta es la preocupación que ha determinado que muchos gobiernos africanos se mostraran renuentes a distanciarse del Fondo.
En
primer lugar, la principal necesidad del África sub-Sahariana,
como en la mayoría de los países del Sur, es la
anulación genuina de la deuda sin condicionalidades externas,
no el falso alivio para los “países pobres muy
endeudados” atado a condicionalidades del estilo del FMI. Tal
anulación genuina incluiría la deuda de los países
africanos con el FMI, algo a lo que el fondo se opone tenazmente,
aunque aceptó a regañadientes anular la deuda de 19
países pobres muy endeudados. En cuanto al tema de quién
serviría de prestamista de último recurso de África,
se trata de una cuestión importante, pero los terribles
antecedentes del fondo con su mala asesoría y sus políticas
nefastas en esta área difícilmente le permitan
calificar para continuar en ese rol (viii). Como anotara un
especialista, África no sólo se está
transformando en el refugio de las políticas que han fracasado
en el resto del mundo, sino que además éstas están
siendo implementadas por personal del Fondo con menos experiencia y
de menor rango (ix).
En vez de confiar en el FMI, los gobiernos africanos podrían plantearse la cooperación de los países en desarrollo relativamente ricos en capital como China, Venezuela, India y Sudáfrica para crear una institución regional que pudiera servir como prestamista de último recurso. Sin embargo, aprendiendo de su propia experiencia con el Norte y el FMI, deben insistir en obtener acuerdos equitativos, no sujetos a ser manipulados por estos gobiernos, algo que no será fácil, ya que algunos de ellos son simplemente tan explotadores como los del Norte.
Pero
no existe otra opción para los africanos más que
hacerse del control de los recursos de su rico continente –a
través de la cancelación o el repudio de la deuda, o a
través de alianzas con potenciales aliados afines, como
Venezuela y otros, que ya han cortado sus ataduras con el Fondo- y
movilizarlos para su desarrollo, en vez de permitir que se desangren
en el pago de una deuda gigantesca, y vayan a parar a manos de los
grandes acreedores, el Banco Mundial y el FMI.
Las
consecuencias de dejar pasar esta oportunidad
El FMI se encuentra hoy prácticamente noqueado, pero no se debe subestimar su capacidad de recomponerse. Todavía pueden sobrevenir circunstancias imprevistas que lleven a Estados Unidos y a los países europeos a reconstruir un frente unido para revivir a la institución. O es posible que Estados Unidos mantenga vivo al Fondo con apoyo artificial para que éste sirva como brazo de facto de las políticas unilaterales de Washington, por ejemplo para disciplinar a China y que ésta revalúe el renminbi para solucionar el problema de la balanza comercial de Estados Unidos.
En
otras palabras, no podemos darnos el lujo de quedarnos al margen y
disfrutar viendo como el Fondo se va apagando en su agonía.
Debemos colaborar para llevarlo al destino que tanto merece.
Reivindicaciones
y actividades de la campaña
Para lograr la meta estratégica de desempoderar al FMI, la Campaña debe instar a los gobiernos de los países del Sur a no celebrar nuevos acuerdos de préstamos con el Fondo.
La
campaña debe además instar a los gobiernos a repudiar
en forma unilateral las deudas que reclama el Fondo.
Debemos solicitarle a los países que tienen programas de alivio de la deuda ineficientes o falsos –como la Iniciativa para los Países Pobres Muy Endeudados (PPME o HIPC por sus siglas en inglés)—que son supervisados por el FMI y el Banco Mundial, que abandonen totalmente esos programas.
Asimismo, la Campaña debe solicitar a los gobiernos que participan de los planes de Estrategia de Lucha contra la Pobreza (ELP) que no usen los servicios de asesoría y gestión del Fondo o el Banco y revisen los compromisos que han asumido en el marco de esos planes, en caso de no abandonarlos unilateralmente. La denuncia sistemática de los impactos negativos de las condicionalidades que imponen el Banco y el Fondo en la producción, el empleo, los salarios, los ingresos, la equidad de género, la salud pública, los servicios públicos y el medioambiente constituyen una tarea fundamental. El Servicio para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza del FMI parece especialmente vulnerable en este punto, y una campaña que se centre en su clausura tiene posibilidades de tener éxito, y de esta forma generar una instancia que dé impulso a nuevas iniciativas.
Las
disposiciones y prácticas de Congresos o Parlamentos de
carácter presupuestal o de supervisión deben usarse
para convocar audiencias y llevar adelante auditorías del FMI
en Estados Unidos, Europa, Japón y los países del Sur.
Renunciar a la membresía del FMI podría ser una
alternativa que se puede plantear para concitar interés tanto
de la sociedad civil como de los gobiernos. Realizar un foro sobre
este tema en un país líder Argentina, por ejemplo,
podría ser un elemento para generar luego foros similares en
otros países.
Esto podría acompañarse con consultas populares de la sociedad civil en torno a la permanencia o no dentro del FMI, semejantes a la experiencia ejemplar llevada a cabo en Brasil con respecto a la conveniencia del Área de Libre Comercio de las Américas para ese país en 2002. Realmente, cuando existe la posibilidad de una victoria, podemos impulsar a los parlamentarios a votar si el país se retira o no del Fondo.
Es
necesario organizar una gran conferencia sobre las alternativas al
FMI respecto de su función como prestamista de último
recurso en el año 2007, realizando un amplio trabajo de
investigación preparatorio de este evento durante este año.
Como forma de levantar el telón de esta conferencia, la
Campaña debe auspiciar un seminario de un día sobre las
alternativas al Fondo en Singapur, durante la reunión de otoño
del Banco Mundial y el FMI en septiembre de este año.
Un principio operativo central de la campaña es brindarle a las distintas organizaciones que participan la oportunidad de unirse a la campaña en el nivel en que se sientan cómodas. Algunos gobiernos y organizaciones, por ejemplo, pueden no estar preparados todavía para adherir a un llamamiento para retirarse del FMI, pero pueden estar dispuestos a retirarse de un plan de Estrategia de Lucha contra la Pobreza o a solicitar la clausura del Servicio para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza (SCLP).
El
desafío que enfrentamos
En su obra clásica, La Estructura de las Revoluciones Científicas, Thomas Kuhn demuestra cómo los paradigmas pasan de ser sistemas que motorizan un salto cuántico en el conocimiento hasta transformarse luego en obstáculos para ulteriores avances de la ciencia. En forma similar, el FMI ha pasado de ser una institución vital que contribuía al crecimiento económico y la estabilidad en las dos décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y se ha convertido en las últimas tres décadas en un gorila de 800 libras que bloquea la ruta al desarrollo sustentable de miles de millones de pobres en el mundo. Si esta institución obsoleta se hubiera clausurado en su 50 aniversario en 1994, 22 millones de indonesios y un millón de tailandeses se habrían salvado de caer por debajo de la línea de pobreza debido a las políticas de liberalización de cuentas de capital impuestas a los países del Este asiático; Argentina, el niño mimado e imagen predilecta del neoliberalismo estilo FMI, se habría salvado de la tragedia de tener más de la mitad de su población sin empleo y viviendo en la pobreza; miles de personas en Malawi se habrían salvado del hambre y la desnutrición resultante de la obligación impuesta a Malawi por el Fondo de “comercializar” su agencia de adquisición de alimentos y estabilización, en una medida que la llevó a la quiebra; 100 millones de personas en Rusia y Europa del Este no habrían experimentado una caída libre en la pobreza, como cortesía de los programas de terapia de choque del FMI.
La gobernanza económica mundial es importante, pero es un sistema en el que el Fondo tal como está configurado hoy ya no puede jugar ningún papel positivo. Las supuestas funciones de estabilización del Fondo en un mundo volátil de finanzas mundiales no reguladas, han sido consistentemente vulneradas por su miembro más fuerte, Estados Unidos, a la vez que su servicio como prestamista de último recurso ha sido socavado sistemáticamente por las condicionalidades que impone a sus prestatarios, que han exacerbado la pobreza y la inequidad y han institucionalizado el estancamiento económico.
El desempoderamiento del Fondo no llevará a un caos financiero y fiscal mundial como nos quiere hacer pensar Wall Street. Por el contrario, el desempoderamiento del fondo es una condición sine qua non para la creación de un sistema efectivo y racional verdaderamente justo de gobernanza financiera mundial. Las condicionalidades del FMI acechan a los países en desarrollo con más crisis y más pobreza. Los programas de “rescate” del Fondo no hacen otra cosa que rescatar a los grandes acreedores, a la vez que maniatan a los pueblos con programas de estabilización recesivos. El FMI no tiene, en realidad, ningún interés en frenar el poder de los grandes especuladores mundiales, y mientras retenga una posición de poder, bloqueando una reforma genuina de las finanzas mundiales por orden de Wall Street, habrá más crisis financiera, más inseguridad para los pueblos, y menos responsabilidad de manos del capital financiero.
Como los viejos reactores nucleares, el FMI es peligroso, y para muchos, es hora de que se lo jubile. La solución óptima a los problemas que nos presentan estas instituciones Jurasicas es eliminarlas. Pero si esto todavía no es posible en este momento en el caso del Fondo, entonces es necesario restringir drásticamente su poder de hacer daño y su alcance.
(i).
Comentarios en el seminario-almuerzo sobre el FMI y el Banco Mundial,
Carnegie Endowment for International Peace, Washington, DC, 21 de
abril, 2006.
(ii). Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Informe del Desarrollo Humano (Nueva York: Oxford University Press, 2003), pp. 33-65.
(iii).
Kirchner, sin embargo, continuó pagando la
deuda Argentina con el Fondo en su totalidad.
(iv).“President
Says IMF Debt to be Repaid in Two Years,” Jakarta Post, 26 de
mayo de 2006.
(v). Ngaire Woods, “The Globalizers in Search
of a Future: Four Reasons why the IMF and World Bank Must Change, and
Four Ways they can,” CDG (Center for Global Development) Brief,
abril 2006, 2.
(vi). Ver Walden Bello, “Synthesis Report on the E-Forum on International Regulation,” Focus on the Global South y Pacific Action Research Center, Hong Kong, diciembre 2005.
(vii). Ver George Soros, On Globalization (Nueva York: Public Affairs, 2002).
(viii). Ver Ngaire Woods, The Globalizers: the IMF, the World Bank, and their Borrowers (Ithaca: Cornell University Press, 2006), pp. 141-178.
(ix). Woods, comentarios en el seminario-almuerzo sobre el FMI y el Banco Mundial, Carnegie Endowment for International Peace, Washington, DC, 21 de abril, 2006.
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